AL PRINCIPIO IREMOS AL FINAL

Vivir es ir hacia donde no sabemos por donde no sabemos,
pero con Alguien que nos quiere

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas (Gén. 1, 1-2).
Del caos primordial sacó Dios un universo en armonía para disfrutar de él junto con el hombre. El hombre, para poder hacer las delicias de Dios, tenía que ser libre, no podía ser un simple juguete. O sea, el hombre fue creado libre en la unión con su Hacedor y esclavo en la separación (entiéndase en el pecado).
Esa aparente contradicción ha suscitado siempre la sospecha sobre la existencia de Dios o bien sobre su justicia. Viendo Dios esta dificultad desde siempre, incluyó en su Carta Magna de la Creación un Plan B. Así, al ser desencadenado este plan por el extravío del hombre, Dios Padre enviará al género humano a su Hijo por medio de María, y su sacrificio en la peor de las muertes posibles expiará nuestras culpas. De esa manera, según el deseo de Dios, quedaba claro que Él no había sido injusto al crear al hombre, ya que por la fe en ese Hijo suyo, verdadero Dios y verdadero Hombre, muerto y resucitado, podíamos recuperar la Salvación, el estado de gracia en el que habíamos sido creados.
La fe es pues el puente por el que dejamos atrás todo lo que nos causa tristeza. Pero la situación hoy es que sólo los muy audaces se atreven a cruzarlo por lo deteriorado que está. Afortunadamente, los que llegan a la otra orilla consiguen desde allí ir reconstruyéndolo.
Sobre ese puente tan maltrecho llueven hoy como nunca los bombardeos del enemigo, de modo que el que quiera avanzar por él tiene que ir muy pertrechado con las armas de la luz: la fe, la verdad y la Palabra de Dios, el Espíritu. Y aunque la "instrucción militar" es para toda la vida, la Cuaresma es un tiempo especialmente idóneo para preparar esas armas por medio de la práctica de las virtudes (ayuno, limosna y oración) y en comunión con la Iglesia. La confrontación constante de nuestra vida con Dios y con los hermanos nos pone a punto para la batalla y nos previene de tomar caminos extraños.
"Aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tu vara y tu cayado me sosiegan". "Os mando como ovejas en medio de lobos...no llevéis talega, ni alforjas ni un manto de repuesto, pero llevad sandalias y un bastón para el camino". "Durante sesenta y dos semanas estará reconstruído...habrá calles y fosos" (Del profeta Daniel. Oficio de Lectura del viernes, semana XXXII).
La vara, las sandalias y las calles nos hablan de las condiciones (o posibilidades) para moverse, para comunicarse. Y el cayado, el bastón y los fosos nos hablan de la protección y la seguridad para ese "viaje". Esas condiciones y seguridad, en el Salmo 22 quedan referidos a la acción de Dios; en la cita de Mt 10,16 a la escucha, a la obediencia activa de la Palabra de Dios; y en la profecía de Daniel al Templo o Iglesia, a la obligada comunión con los hermanos.
Pero cuando venga el Hijo de Dios ¿encontrará esta fe sobre la tierra? (Evangelio del sábado XXXII).  




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