ESPIRACULUM

Foto: A. Galán
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas…
Dijo Dios: “Hágase la luz”, y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien y apartó Dios la luz de la oscuridad…Día primero.
Dijo Dios: “Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras.” E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por encima del firmamento. Y así fue…Día segundo.
Dijo Dios: "Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto y déjese ver lo seco”; y así fue. Y llamó Dios a lo seco “tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó 'mares' " […]
Este es el relato de la creación del mundo que aparece en el primer libro de la Biblia, el Génesis (palabra que significa “origen”). Semánticamente, fundación, fundar, fondo, hondo, ahondar, hundir, etc., son una familia de palabras, que tienen un contenido común relacionado con “la parte de abajo”, la que sirve de sustento primordial. Fundar es “poner fondo” y, obviamente, el primer fondo, “los pilares de la Tierra”, no los pudo poner ningún hombre. La primera Fundación la realizó Dios mismo.
Siguiendo el relato del Génesis, de la mano del creador habrían surgido el cielo (“heaven”) y la tierra, y en ella, que aún era informe e inhabitable sobre el abismo de la nada, estaba presente un “viento” que se suele identificar con Dios mismo, su Espíritu, su “aliento”, el espiraculum.
Dios crea la tierra 'informe' e inmediatamente aborda la primera “reforma” en el amasijo inicial: Pone “la luz de obra”.
Una vez hecho eso ya se puede estar, aunque malamente. Y entonces actúa Dios de nuevo separando las aguas que llenaban el mundo y haciendo el firmamento; y juntando a continuación las aguas de debajo del firmamento en los mares, haciendo así que asomara por fin la tierra firme.
La parte dura del trabajo ya estaba hecha y a continuación tocaría hilar más fino: el verde, las flores, los pájaros... y finalmente el hombre: hombre y mujer.
Complacido con todo lo que había hecho, descansó Dios “el domingo”. Y habiendo entregado al ser humano aquel precioso regalo, se ganó su amistad, y paseaban juntos por el edén todos los días a la hora de la brisa de la tarde.
La narración de los orígenes continúa diciendo que aquella primera pareja, engañada por el diablo, se enemistó con Dios y fue expulsada de aquella casa estupenda, poniendo Dios en ella un ángel para que la custodiase.
¿Cuáles fueron las consecuencias de aquel "cataclismo" en lo que a la fundación del mundo se refiere? ¿Se tambaleó?
Lo que se puede decir sobre este tema está bellamente plasmado en imágenes en la bóveda de la Capilla Sixtina.
Miguel Ángel explicó a partir de la Revelación Cristiana todo el misterio del hombre sobre la Tierra, empezando por la Creación y terminando por la Eternidad.
Pervertido el hombre como consecuencia del primer pecado, Dios “suelta las aguas de por encima del firmamento” provocando una gran in-undación: El llamado Diluvio Universal.
Ordenó Dios al único justo sobre la Tierra que hiciera un barco de madera y se metiera en él con toda su familia y con una muestra de cada especie animal y vegetal. Las aguas lo cubrieron todo y sólo se salvaron Noé y su familia a bordo del Arca.
La escena del Diluvio de Miguel Angel refleja diferentes actitudes frente al peligro. Vemos la compasión, la crueldad, la pena, la lucha hasta el final. Unos se apiñan en una improvisada balsa y tienden la mano a los que llegan nadando; otros reman hacia el Arca en un bote que se escora peligrosamente y golpean con dureza a los que se acercan. En el último trocito de tierra firme que queda, se ve a varias madres consolando a sus pequeños, a un hombre llorando que saca del agua el cuerpo sin vida de su hijo y a un joven que intenta salvarse trepando a un árbol (referencia a la Cruz) aunque sin conseguirlo 'por su escasa estatura'. La copa de este árbol nos dirige la mirada hacia el Arca: vemos a Noé contemplando el cielo azul cruzado por el Arco Iris y a la paloma de la paz en lo más alto del barco.
Miguel Ángel superpone varios “fotogramas” para resumir la vida del hombre en la tierra:
Habiendo sido creado para disfrutar de un mundo maravilloso, se ve por el pecado convertido en un náufrago que encuentra su salvación gracias a un madero.
Permítanme ahora un juego de palabras: Si inhumano significa no humano, inundación (in-hundación o in-fundación) sería lo que no es fundación. En la historia ha habido dos hechos esenciales para la vida del hombre: la creación y la re-creación (o redención). A la fundación del mundo en 7 días sucede la no-fundación. Si la primera consistió en crear y afianzar la tierra sobre las aguas, la segunda realizó la acción contraria, aunque de manera incompleta; porque al avance impetuoso de las procelosas aguas le puso Dios un freno con unos leños de madera.
El fresco de la Capilla Sixtina congela la imagen en ese punto: en medio de la oscura desolación un hombre -Noé- ve el cielo abierto derramando siete colores y una paloma blanca salida de una chistera, y escucha una voz en off, cálida y firme, que le dice: “Sólo mi madero trae la salvación al mundo: Abrázalo”.
La primigenia fundación quedó trastocada por la acción del hombre, la acción divina por la acción humana.
Por lo pronto, aunque hubiéramos podido ser aniquilados en el acto, no fue así. No nos abandonó Dios a nuestra funesta suerte. Antes bien, si por nuestra culpa perdimos la seguridad del Paraíso Terrenal, obtuvimos a cambio la promesa de un Salvador.
Aparecimos en el mundo “a-probados”, o sea, exentos de prueba, y a partir de la transgresión quedamos “suspendidos”, necesitados de prueba (eso significa el barco sobre las aguas). Estamos “pendientes”, colgados, abrazados al madero donde está la salvación; y el Salvador. Y el que persevere hasta el final  salvará su vida para la Eternidad.
La objeción de que Dios fue injusto al exponernos al castigo eterno queda refutada al considerar que tras crear un mundo maravilloso y verlo mancillado por la desconfianza del hombre, no nos negó su amistad. Más bien optó por "arremangarse" y poner toda la carne en el asador: ordenó a su hijo único despojarse de su divinidad y hacerse como nosotros, para reconducirnos a Él. Pero no se detuvo en ese anonadamiento de su Hijo, sino que, en una demostración de amor que sobrepasa toda comprensión, no le eximió de la muerte, sino que lo entregó a la más dolorosa y abyecta de toda ellas que se conoce, reservada a los asesinos. Y así, elevado su Hijo en el madero, nos mostró a todos el amor inmenso que nos tiene. Y resucitando a ese Jesús nos concedió, a los que creemos en la verdad de ese suceso, el poder para ser sus hijos, y después el verle cara a cara, con lo cual seremos semejantes a Él.
¡Qué admirable intercambio promovido por nuestra rebeldía! Despreciando la condición de amigos de Dios en el Paraíso, obtuvimos la promesa y por tanto la posibilidad de ser iguales a Dios, Dios con Él.
Pero la fragilidad del nuevo sustento, de la nueva forma de estar en el mundo, reclama una permanente atención de nuestra parte. Esa precariedad necesita ser apuntalada constantemente y esa solicitud se traduce en el mandamiento nuevo de la caridad, que nos vino a traer Jesús como viático para alcanzar la promesa.
En esta economía de la salvación encuentran su sentido las fundaciones particulares: Cáritas, Cruz Roja, etc. Algunas de ellas surgen y luego desaparecen por abandonar esta corriente vivificadora y ser arrastradas a mar abierto por un viento huracanado que las destroza. 
Fíate, la Fundación para la Integración de Alumnos con Trabas Especiales, aspira a ser una de esas plataformas de ayuda que contribuyen a estabilizar el agitado mundo en que vivimos: ¡Suma tu esfuerzo! ¡Colabora con Fíate!.

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