¿CÓMO SE ESCRIBE: DE GÉNERO O DEGENERÓ?

       
Lavados La Máquina






































Nunca está justificado matar, a no ser en defensa propia. Comprendo el gran dolor de los menores que pierden a sus madres, que es también el dolor de toda la sociedad. Es necesario que las cosas cambien para que la violencia sea en la sociedad algo muy excepcional y no un mal endémico. Todos tenemos que cooperar en esta tarea urgente, que es sobre todo una tarea educativa.
Cada caso de violencia es único como únicas son las personas. Y sólo un juez muy prudente, concienzudo y avezado estaría en condiciones de emitir un veredicto que se aproximara a la justicia.
En ese sentido, las campañas que en democracia se ponen de moda para combatir ciertos males inherentes a su funcionamiento, adolecen por lo general de falta de rigor porque son precipitadas, parciales y no van a la raíz de los problemas. Y en el caso que nos ocupa, las autoridades, los agentes del orden, los comunicadores y las propias mujeres que se organizan para combatir ese mal, independientemente de su buena voluntad, por esa improvisación de que hablamos, tiran piedras a su propio tejado.
La raíz de la violencia se nutre del miedo, como la raíz de la solidaridad se nutre del sentirse bien. Un abordaje del problema que no tenga en cuenta esa realidad, errará la diana y conducirá a la frustración. Como en las enfermedades, de poco sirve combatir los síntomas si no se ataja el mal que los provoca. 
El miedo es libre, pero hay condiciones sociales que lo incrementan y otras que lo atenúan. Para combatir el miedo es necesario recuperar valores como el honor: Es preferible conservar el honor que la vida. De esa manera, como el principal tesoro que tenemos está a salvo en nuestro interior, uno no teme y no se ve abocado a usar la violencia. Si me acusan en falso y me amenazan, estando yo en paz con mi conciencia, podré mantener la calma. 
Por otra parte, se hace un flaco favor a las mujeres eximiéndoles de toda responsabilidad en los procesos de violencia en que se ven envueltas. Porque raramente se dan situaciones en que la mujer no conteste con violencia a la violencia del hombre; y ofende al sentido común reducir el concepto de violencia a la violencia física. Ese procedimiento de hacer de la mujer la víctima de los varones, instrumentado por los agentes sociales que siguen las consignas de los encargados de acabar con la violencia, la aparta del camino que podría reconducirla a la estabilidad y o bien la lleva a la tristeza o bien la mete más en la vía de la violencia. De otro lado, ese desenfoque favorece el resentimiento de los varones y dificulta su obligada relación con las mujeres en todos los órdenes. Igualmente le aboca a la soledad y a la tristeza o a mayor violencia. En cuanto al público en general, es una irresponsabilidad grande inducirlo a enjuiciar de oídas situaciones particulares que son presentadas sin rigor, parcialmente y muy a menudo torticeramente. Cualquier adulto sabe de la enorme complejidad que encierra una relación personal estrecha y por eso no es aceptable que se haga espectáculo de dichas relaciones si lo que se quiere es fomentar la paz. 
Es igualmente inadecuado el uso del término 'violencia de género' porque en la práctica va asociado a crímenes cometidos por varones y lleva inevitablemente a considerar que la violencia es más propia de unas personas que de otras en vez de considerar -como corresponde a su naturaleza- que es una opción de la libertad individual independientemente de las condiciones de vida o de nacimiento de cada uno.

Pero no es casual que en este día tengamos delante el cuerpo aún caliente de otra mujer víctima de la violencia; la policía aún no ha encontrado el arma ni al que la empuñó, aunque dicen que se ha llevado a cabo con la colaboración de muchos. El nombre de la víctima era Rita. La hipótesis de que ha sido víctima de una violencia colectiva no es desdeñable, aunque sólo sea porque lo propio de la violencia es ser una característica social más que un rasgo aislado; ya lo dice el refrán: "Entre todos la mataron y ella sola se murió". Pero tampoco debemos descartar la posibilidad de un crimen pasional.
Desde los medios de comunicación e incluso usando para ese fin los propios coches de la policía y los autobuses, se anima o más bien se obliga a las mujeres a victimarse contra sus parejas. Solo tienen que llamar a un número y todo lo demás lo hacen la policía, la prensa y los jueces. Detienen a los hombres y en la mayoría de los casos los condenan en procesos turbios.
Finalmente, estas campañas, como hemos visto tantas veces, son auténticas cazas de brujas. Pretenden erradicar la violencia, que lógicamente azota más al núcleo de relación más estrecho, y para ello, en vez de promover el uso del perdón, la paciencia y la bondad y de invertir en medidas económicas paliativas, lo que hacen es gastar ingentes cantidades de dinero público en pedir la colaboración de las mujeres para castigar y "castrar" a los hombres. El resultado es la insatisfacción profunda de ambos, la soledad y el abatimiento social.
Los mismos medios que se prestan con impresionante denuedo y dedicación a implementar esas campañas terroríficas, se prestan también con el mismo entusiasmo a ensuciar o ensalzar la imagen de personalidades en función de que sean, usando una expresión vintage, afectas o no al "régimen". Y parece que Rita no lo era. Ella y todas las víctimas de la violencia institucionalizada, descansen en paz. Amén.


















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