¿ES EL CIELO?... ¿SE PUEDE?...


Versión de knockin'...de Mark Knopfler

Un ateo admirado de la belleza de nuestra religión se lamentaba porque no veía que los cristianos viviesen como resucitados. Es verdad, a menudo buscamos seguridades donde no puede haberlas. Nuestra fe ¿está en la Madre o está en la Mafre?
"knock, knock, knocking on heaven's door..." Esta frase se hizo famosa por una canción del flamante Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan. Su traducción sería “Toc, toc, llamando a la puerta del cielo…”. Pero Dios no se hace esperar, como el bueno de Bob para recoger su premio, porque Él mismo dice: “Estoy a tu puerta y llamo. Si abres, entraré y cenaremos juntos”. Así de fácil. Porque existe el cielo y existe Dios y viven en nosotros por la fe, y aunque nosotros seamos viles, Él nos colma de bienes y nos trata con cariño. Por Él respiramos, nos movemos, y existimos plenamente.
Aun sabiendo esto, proyectamos nuestra existencia a la baja, con pequeñas ilusiones: Que nuestros hijos estudien una carrera; que consigamos un ascenso, un piso, un coche... Pero por la misericordia de Dios tropezamos en ese itinerario con enfermedades, calumnias, pérdidas, etc., abundantes oportunidades de llamar a las puertas del cielo pidiendo ayuda.
Nuestra cultura, el modo en que hemos sido cultivados, nos ha proporcionado un modo de estar en el mundo impregnado de Dios, y por tanto próspero. La caridad -el amor- la esperanza y la fe son las cuerdas que la mayoría pulsamos para encontrar armonía, son los resortes habituales de la felicidad.
Esa condición es estable: de Dios procede el bien y buscarle a Él es el camino seguro del éxito. Ahora bien, al igual que existe Dios existe su enemigo. Éste es el causante directo, aunque se valga de las personas, de las enfermedades, las desventuras y los sufrimientos. La vida quedó convertida, como consecuencia del daño sufrido por el hombre, en una prueba, una lucha. El cielo tiene que esperar. 
Veo a mi alrededor que los que intentan vivir honradamente tropiezan con dificultades tan serias que generalmente terminan por vivir una fe de mínimos. Una fe, tristemente, que no puede salvarles.
El combate que hoy libramos es tan desigual que es urgente llamar a las puertas del cielo, golpearlas insistentemente hasta que se abran, pues estamos en tiempos muy, muy recios, en dire straits. 
Un cordial saludo.

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