CRÓNICA DE UNA MERIENDA PÍA

Comieron todos hasta saciarse ... (En la foto, el trozo del que puso la sandía que se multiplicó)
Por sexto año consecutivo me presenté a las elecciones de representantes del APA del Colegio Infantes de Toledo. Lo hice en sintonía con la llamada del Papa a dar testimonio de vida cristiana en nuestro ambiente pero con pocas esperanzas de ser elegido.
Antes de que mi hija fuera alumna del centro ya observaba yo con buena intención lo que sucedía en Infantes, en los años en que el colegio diocesano figuraba entre los cien mejores de España y el mismo Presidente de CLM llevaba allí a sus propios hijos.
Por aquella época contacté con el arzobispo en varias ocasiones para presentarle temas mejorables del colegio. Luego, al ser admitida por sorteo nuestra hija en el centro, pude conocerlo mejor en sus fortalezas y debilidades.
Los que somos del gremio de la enseñanza pública llevamos décadas sufriendo en propia carne las nefastas consecuencias de suprimir de las aulas la referencia antropológica cristiana, la explicación del sentido de las cosas. Esta tendencia está presente hoy en día en la mayoría de los colegios concertados y, tristemente, también en Infantes el ideario católico ha optado por replegarse ante las exigencias academicistas tipo PISA, haciendo un flaco favor a la formación integral de los alumnos. 
Tanto llegó a afligirme esa impostura en mi desempeño profesional que en cierta ocasión, cuando me enteré de que en Infantes buscaban un orientador, acordé con mi mujer presentarme como aspirante. De aquella fui a ver al director y le expuse mis méritos, haciéndole hincapié en que aparte de las licenciaturas en Psicología y Pedagogía, el B2 en Inglés, los estudios de doctorado (DEA) y mis 25 años de docencia, añadía a mi currículum el vivir con seriedad mi pertenencia a la Iglesia. Para mi sorpresa, no pareció el seleccionador valorar tanto como yo aquel mérito y tuve que pasar página.
Vinieron luego otras decepciones en la misma línea; hasta que ya en los últimos años, el desenfoque real del colegio se me hizo tan patente, que la decepción se me convirtió en tarea urgente de evangelización a través del ejemplo. Entre medias, me había visto yo en la obligación moral de informar de ciertos abusos que venían sucediendo en la comunidad educativa y esto colmó el vaso de la tolerancia hacia mi persona.
Desde entonces, más o menos, arrastro una fama inmerecida de liante, cosa que suele acontecerle a los honestos en épocas de confusión. Y comoquiera que la certeza sobre lo que denuncié no me permitía desdecirme, dejé de ser para el director del centro una persona de confianza.
Por deber moral, como decía, me presenté de nuevo a las elecciones este año, pero acudí a la Asamblea General más relajado que de costumbre, como el que no tiene nada que perder. En el espléndido Salón Jesús Hornillos, de un censo de tres mil personas, nos hallábamos presentes para aquel acto unas doce. Y erre que erre, como un coche viejo, arrancó a las siete de la tarde el ritual de siempre:
Cansinas enumeraciones; detalles sin importancia; prolijas explicaciones; profusión de datos desarticulados; opiniones, comentarios, dimes y diretes… en definitiva, matraca para rato para aburrir al más cabal. Y al final, tarde, mal y nunca, ‘Ruegos y preguntas’, torpemente hechos y malamente recibidos por una mesa afanosa en hablar pero remisa y recelosa en escuchar.
Eran las diez menos diez cuando pasamos a la elección de vocales.
Uno de la mesa, auto-proclamado sobre la marcha secretario, con voz pausada y segura, nos calmó a todos en un tono paternal, diciéndonos que por haber tantas plazas como candidatos no habría necesidad de votar. Y empezó a leer los nombres de los afortunados.
Esa tarde estaban llegando los termómetros a cerca de 40º mientras que celebrando la reunión corría un aire gélido por el patio de butacas. Fui buscando sitios más templados hasta que me convencí de que atrás del todo estaba el mejor. Y allí, envuelto en penumbra, oí al autorizado portavoz pronunciar mi nombre y hablar con otros que le señalaban hacia donde yo estaba. Alcé la mano y traté en primer lugar de aclararle al público que no me llamaba Julio Isabel Espina, como se leía en la pantalla, sino Julio Manuel, al tiempo que con movimientos de cabeza y con algún que otro gritito, intentaba convencer a nuestro magnánimo ponente repartidor de dones de que, aunque le costase creerlo, mi apellido era el que realmente es.
Aún percibiendo aquel ambiente un tanto raro yo no dejaba de felicitarme para mis adentros porque, finalmente, el cielo bendecía mi perseverancia y valentía, brindándome la oportunidad de poder dar testimonio del amor de Cristo a tantísimos padres necesitados de él como había en el colegio. Y en esas mieles recreándome, uno de la primera fila, bien conocido del encantador secretario, levantó la voz para decir que él también se había postulado para ocupar una vacante.
Sobrevino entonces un largo y quemante silencio, alimentado con los escalonados mutis por el foro del director, presidente y secretario. Sorprendido tan flagrantemente en mi alegría interior por aquel fuego cruzado, no atinaba yo a razonar con sosiego; y estando sintiendo cómo la desazón pugnaba por adueñarse de mi ser, un golpe brusco, como de una puerta que se cierra por el viento, me sacó de mi pesado sueño devolviéndome a la realidad de mi vida y de mi vocación. Me levanté al instante y me llegué a una conocida de entre los presentes, aspiranta también, anunciándole que por la hora que era no podía quedarme hasta el final. Ella intentó retenerme avivando mi deseo de un milagro pero ya mi mente había escapado del hechizo y ni siquiera me rozó su halago.
Mientras pedaleaba cuesta arriba iba recuperando mi contento y agradeciendo a Dios el tenerle siempre tan cerca. Anticipé que habría una votación y que yo sería el perdedor; una pena, ¡qué cerca había estado esta vez de poder llevar mi gozo con Dios a las familias de los niños de Infantes!
Al día siguiente llamé al colegio para enterarme de labios del propio director del desenlace. Él solía, desde hacía años, presidir la misa de las 8:30 y desayunar después en la cafetería de enfrente, para llegar al centro hacia las 9:45. Pero ese día, por lo que fuera, se estaba retrasando y decidí tantear al administrativo del colegio, que había sido el encargado de recoger las candidaturas, pensando que sin él no se habría podido formar aquel lío.
Viéndose en la diana, el hombre se azoró notablemente y tropezando al hablar se eximió de toda responsabilidad en el asunto, diciendo que él había hecho bien su trabajo y que había entregado todos los sobres y que si luego había habido algún error, desde luego no era culpa suya; que él había recogido todo, y que estaban tanto mi candidatura como la del otro…
-Bueno, me alegro de veras de que haya sido así, de que no hayas tenido nada que ver; le dije. Y me despedí de él. Nada más colgar, empezaron a resonar en mi mente los ecos de aquella conversación…
-Estaban las dos candidaturas, tanto la tuya como la del otro. “La tuya y la del otro”, “la tuya y la otra…”, “la tuya…”. 
Pero ¿no éramos ocho los candidatos? ¿Qué clase de protagonismo que yo ignoro había adquirido a mis espaldas mi candidatura? ¿Por qué de pronto me la devolvían vinculada con la “del otro”? ¿Quién nos había echado un lazo y con qué intención?...

Yo esperaba que esta vez fuera la de la vencida… pero ya veis; va para tres días que sucedieron todas estas cosas y aún no me ha llamado nadie por teléfono comunicándome la Buena Nueva.

Comentarios

  1. Querido vecino:
    Siempre es un placer leerte y seguirte en tus reflexiones. Eres un ejemplo para todos los cristianos porque vives honestamente en el amor a Dios, lo que seguro te traerá algún que otro desencuentro, y para todos los ciudadanos porque estás aportando tu grano de arena en pro de un mundo algo mejor. Estoy casi seguro que para algunos que te rodean, como cuentas en esta entrada, serás un tipo complicado cuanto menos, quizás algo quijotesco, pero es que la vida nos endurece demasiado el corazón y nos nubla la vista. Pobres de nosotros. Desearía que tu proyecto FIATE cogiera una buena ola y fuera hacia adelante con fuerza. FIATE y ENCAMADOS, grandes ideas en un mundo demasiado ocupado en mirarse al ombligo. Lo dicho, que disfruto leyéndote y me renuevas la necesidad de vivir plenamente. Que Dios te bendiga.
    Carlos.

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    Respuestas
    1. Estimado Carlos:
      Gracias por tus palabras. La verdad es que obtengo más de lo que doy en mi dedicación al Evangelio y por eso intento contagiar mi entusiasmo.
      Respecto a este blog, intento que sea como tú bien dices un espacio de reflexión y diálogo, y en ese sentido quiero evitar lo que no ayude. Tu comentario puede ayudar a otros, pero lo voy a suspender momentáneamente hasta que puedas firmarlo con tu nombre y apellido.
      Quedo a la espera de tus noticias. Un saludo a todos los simpatizantes de Fíate.
      Julio M. Espina

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