¿PÍOS O PILLOS?

Puros como niños

Sólo un 0,1% de las mujeres quieren un marido católico. La razón de que el porcentaje sea tan bajo viene explicada en el Evangelio de ayer (Lc 9, 1-6): "...los envió por parejas a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: 'No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno.' (...)".
La "pobreza" de espíritu que exige Jesús, vivir colgado de Él, sólo se puede lograr experimentando en la inseguridad la providencia amorosa del Padre Dios. Y a la naturaleza de la mujer le es más costoso aceptar esa condición. La mujer que de todas formas se atreve a dar ese paso es la que describen, como perla preciosa, los versos finales del libro de los Proverbios: "Engañosa es la gracia, vana la hermosura, la mujer que teme a Yahveh, ésa será alabada."
No hay que negar que la vida de fe es exigente. Sin duda que lo es, pero aun así, el que la elige no la cambia por nada. Una vez que se prueba la miel de la amistad con Jesús, se aborrece todo lo demás.
Sabemos que la amistad requiere ser cultivada, que el trato es lo que la sustenta y de donde obtenemos sus beneficios. Si ese trato es con Jesús -hombre y Dios- lo llamamos oración.
En nuestra mentalidad, la oración está muy desprestigiada. Se suele considerar una pérdida de tiempo y una dejación de ocupaciones útiles para la sociedad. También se suele entender, incluso entre los propios católicos, como el último recurso para conseguir un deseo. Al igual que sucede con el pecado y el infierno, la oración es 'algo' que ofende al hombre de hoy. 
No se tolera discutir públicamente de lo que los sentidos no pueden abarcar; y si el tema de discusión es la amistad exige hablar de personas reales. Ahora bien, Jesús es tan real que desde el primer momento que uno le da cancha en su vida, ésta empieza a transformarse, como un metal corroído en contacto con el pedernal, que saca a la luz de nuevo el brillo que se había perdido. Es oportuno decir a los que ya oran que si interrumpen por un tiempo la oración y se espantan de sí mismos por volver a tener mal aspecto, la solución no es dejarlo definitivamente sino retomarlo poco a poco, hasta que el agua turbia de su alma se convierta de nuevo en agua pura. 
Suelo plantearles a los no creyentes que si Dios realmente existiera, sería irrelevante que ellos lo creyeran o no, ya que su vida estaría ordenada por Él de todas formas; y que por eso los creyentes, por el hecho de comunicarse con Dios, están en posición más ventajosa para sacarle a la vida todo su jugo.
Pero ni siquiera ese planteamiento formal, hecho en el lenguaje positivo de hoy, en el que se establece una hipótesis y a partir de ella se avanza en el pensamiento, consigue acercar al hombre racional a esa realidad trascendente que todas las culturas han tenido en cuenta. Desprecian cualquier planteamiento que incluya términos que por definición son 'inhumanos', como el de Dios. Y se cierran a admitir que la duda pueda suponer algún tipo de conocimiento.
Si perdieran el miedo que les zancadillea, caerían vertiginosamente en la más ferviente adhesión a Cristo, descubriendo fácilmente en el trato con Él lo que con sólo su intelecto penosamente disciernen.
Sobre la oración ya está todo dicho en las Escrituras. Porque el creyente descubre a través de ella todo. Y decir todo es decir que el camino (el sentido último) es Cristo, el cual es además Verdad y Vida: Si quieres avanzar, busca a Cristo; si quieres conocer, busca a Cristo; y si quieres vivir, frecuenta a Cristo. Y dentro de las Escrituras, el tratado más completo sobre la oración es el Libro de los Salmos. Toda la vida de un católico está compendiada ahí, de modo que ese libro es una guía imprescindible, que te señala con fidelidad si vas bien o te has desviado.
Decir Cristo es hablar de un hombre real que obedece sin reservas (a su Padre, pues Cristo ante todo es 'el Hijo' del Dios-Padre, que tenía que venir al mundo para salvarlo del sometimiento al mal total). 'Caminar por Cristo', vivir unido al Hijo, exige pasar con Él por el Calvario para desde allí entrar en el cielo. Sabemos, pues, que tendremos sufrimiento, humillación y caídas. Pero también sabemos que en cada caída habrá un encuentro: El Cirineo, que aviva la esperanza en la bondad del ser humano y en la Providencia amorosa; La Verónica, que es anuncio de la bienaventuranza que les está reservada a los limpios de corazón; y La Virgen María, Madre de todo viviente, en quien recibimos todo, pues ella es uno con el que lo es todo
Conviene aclarar que al decir 'todo' no hay truco, todo es todo, y cualquiera lo entiende. Otra cosa es que en ese camino vayan cambiando nuestros intereses... Que lo harán y para bien.
Aun con lo ya dicho se puede preguntar: ¿qué tiene de bueno la cruz? Mucho, muchísimo. Hay que pensar que la Cruz católica no es tal si no está clavado en ella el Amor. El catolicismo no es una religión dolorista para nada pero no nos engañemos, vivir es decidir y no da igual todo, existe el mal y el bien -y la conciencia- y elegir el bien es ganarse enemigos, porque lo cómodo y maligno tiene muchos más adeptos. Paradójicamente, esa persecución que te acarreas te libra de mil seducciones que te apartarían de lo que verdaderamente ansías, porque cuando estás apurado estás solo y es más fácil que extiendas tu mano al Único fiel, al que es la Verdad y el Bien, tu bien y el de los tuyos.

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