CHOCOLATE "LA CIBELES"

En invierno y a la española, está de muerte
Reflexionando sobre la moda en el lenguaje me vino a la mente la Pasarela Cibeles y el título de este artículo.
Aquella marca de los sesenta, que no sé si existe todavía, ligaba en el inconsciente dos deseos intensos: el del dulce manjar y el del dulce triunfo. Comercialmente, el pie de foto sería una pregustación, al traer a nuestra imaginación la sublime taza de chocolate caliente en buena compañía.
Los publicistas se esfuerzan en dar con las palabras que muevan las voluntades para comprar su producto y, en general, todos los que viven del público saben de la importancia de un manejo correcto del lenguaje. También para la imagen personal es importante nuestro modo de hablar y contribuye a abrirnos o cerrarnos puertas. 
Hay palabras de moda y otras demodéPor ejemplo: hace poco le sugerí a un médico, que vacilaba redactándome un informe, que pusiera ‘dolencia’, pero lo rechazó diciendo que era un término del siglo pasado y escribió ‘patología’. Tiene miga el asunto, porque aunque ambas palabras sirven para designar el mal que aqueja a un paciente, una pone el acento en la persona que lo sufre y la otra en la cosa en sí. Lo cual evidencia que la tendencia de moda es eludir lo personal.
Otra palabra de moda es 'tóxico', de cuya densidad emocional no hace falta dar explicaciones, aunque las daré de todas formas con un par de experiencias mías recientes.
Hace seis años seguí un tratamiento anti viral que en vez de curarme me dejó una lesión crónica de la piel, el eczema numular, uno de los peores. La lista de síntomas desagradables que acompañaron a aquel tratamiento llenaría un par de páginas pero, en resumen, muchos de los cobayas elegidos para aquel experimento coincidíamos en describirlo como una intoxicación. Y, por supuesto, el asunto estaba muy controlado para que no trascendiese, como siempre que se utiliza la impureza, del tipo que sea. 
En marzo se murió un primo mío, en cosa de un mes. Tenía 61 años y una vitalidad desbordante. Otro primo nuestro, un alto cargo médico, dijo entonces que Alejandro había tenido muy mala suerte porque con su perfil se contaban muy pocos casos de cáncer de pulmón fulminante. Curiosamente, unos días más tarde me topé en la prensa local con la noticia de un caso idéntico al de Alejandro; había fallecido de un carcinoma de pulmón repentino un trabajador de su misma edad y oficio que, como él, había estado durante años en hornos de fundición, que emplean el amianto. Mala suerte.
El envenenamiento es hoy más frecuente que antaño, pero presumir de lo que se carece es de siempre. Hoy en día, los mismos que te intoxican se hacen pasar por paladines de la ecología. En relación con esto, resulta moderno calificar de tóxico a alguien que discrepa con el pensamiento o las costumbres dominantes. Esto viene a ser como lo que hacían en la Edad Media de colgarle a uno el ‘San Benito’. La práctica vejatoria, inconfesable, es introducida desde arriba, y el pueblo, por mimetismo con el poder, la emplea a su antojo sin ningún miramiento, expurgando así sus malos humores a costa de cualquier pobre ‘chivo expiatorio’.
Si de un alumno, por ejemplo, se dice que es un ‘líder tóxico’, ya se puede despedir. Y además literalmente, porque se está dando el caso de que muchos de éstos son trasladados de centro, no se sabe adónde. (Como los residuos tóxicos).
Un colega mío, envalentonado tal vez por mi escasa popularidad, se atrevió a regalarme los oídos con una serie de lindezas sacadas de su magín, entre las cuales esbozó un retrato mío como el de ‘un tipo tóxico’. Alarmado, pero sin perder los nervios, quise saber a qué venía eso, y me contestó con una enigmática orden: “Piensa”.
Confieso que por un tiempo no pude evitar hacerle caso; un tiempo, por cierto, en el que tuve de nuevo esa desagradable sensación de haber sido envenenado. Salgo al campo y veo la cizaña verdear airosamente, paseo por la ciudad y me abruma su obscena lozanía. Actúa a escondidas el sembrador de cizaña, pero el que está acostumbrado a la luz lo distingue de lejos. Sin embargo, cuando las espigas se han quedado raquíticas entre tanta maleza, ¿qué se podrá hacer?
Voy a hablar alto y claro, para que me oigan todos y pueda yo salvar a alguno.
En un discreto rincón de un periódico reciente, se preguntaba con la boca pequeña Cospedal dónde estarían en los presupuestos de Castilla-La Mancha los mil millones que el gobierno le había asignado. Me temo que esa noticia fuera sólo el comienzo de una serie de ellas. Podría perfectamente suceder, como tantas otras veces, que algún incauto se creyera que por su cara bonita se le iba a facilitar “un trasvase de Tajada-Segura” y, mordido el anzuelo, se le echara luego la justicia encima para hacer brotar a su costa un político caraguapa con marchamo de honrado, que recogería en forma de votos los pingües beneficios del engaño.
En cuanto al presupuesto, ciertamente no se ven los dineros. En Educación y Sanidad, el personal está desfondado, la confusión es ya endémica y cunde el desánimo; más que a trabajar, vamos a sobrevivir; en empleo, a pesar de las estadísticas, no se ve una clara mejoría; los sueldos, por más que haya leves subidas, cada vez adquieren menos bienes y peores; en I+D, ya vemos lo que hay. ¿A dónde va el dinero pues? Tal vez a pagar silencios, sicarios y asesores. ¡Ah!, y asfaltos, que a este paso cubrirán la estepa.
A la puerta de mi casa, en el bloque donde tenemos la piscina, hay un local que ya ha cambiado varias veces de negocio en muy poco tiempo. Acaban de instalar una ‘tetería’ y ayer, al pasar por delante, vi a una chiquilla de quince años ‘auxiliada’ por otras tres de su edad porque se caía. Estaban fumando droga, así que bajé la ventanilla y les dije: “chicas, ¡no!, eso no os es bueno”. Mi hija de nueve años comentó que no bastaba una sola persona mayor para hacerles cambiar de forma de pensar. Y yo asentí, condoliéndome del abandono en que dejamos a nuestros jóvenes por considerar ajeno lo que no está bajo nuestro techo.
Seguimos esperando líderes que pongan remedio, pero los más que surgen son los que, pareciendo buenos, son de esos que envenenan.

Por sus obras los conoceréis 
He oído que aquel político al que el pueblo llano descubrió como un gran chaquetero, cuando España estuvo a la deriva y a punto del naufragio, está ahora entre los favoritos para hacerse con el control de Cataluña. El espectáculo que se ha montado allí era para provocar el hastío y que no viéramos la cacicada que está a punto de perpetrarse ahora, de entregarle a ese personaje la plaza mayor de España. Estaba aun caliente el rifirafe del 155 cuando se atrevió a decir que el arreglo económico con el País Vasco no era honrado. ¡Qué despropósito! ¿Es de un hombre de estado esa declaración? ¿o es de un agitador de guante blanco?
Lo que estamos viviendo es parecidísimo a una guerra de guerrillas, como lo fue la Reconquista o el levantamiento de Madrid en 1808, donde la plaza más importante en liza era la tuya y había que defenderla con uñas y dientes. 
Ese señor que este domingo salió revestido de gran estadista en la portada del KBC es un gran pesebrista de la Deep-Politik, como los del govern, que va acumulando ya veteranía en tejemanejes y fraudes, y forma parte de un plan B bruseliano, una vez fracasado el rabioso ataque a Rajoy y a España de hace dos años. El montaje de estos meses en Cataluña era para su entrada triunfal. Tal como se colaron los árabes por el Estrecho hace doce siglos, valiéndose del engaño urdido en una corte adormecida, o tal como por la felonía del Rey invadieron nuestras tierras las tropas de Napoleón, bajo pretexto de llegar a Portugal, hoy son los Amos del Atomium los que introducen con astucia en España el caballo de Troya por la puerta de Cataluña. Ese valido del capital, al que ya le rinde honores de salvador el secular voceras monárquico, nos lo quieren colar como remate apoteósico en la farsa de Cataluña mientras brindamos con cava; para cuando queramos despertar de ese mal sueño, él ya habrá cumplido su encargo de tumbar los últimos palos del sombrajo español que todavía resisten.
-   ¡Alto ahí!, ¿quién va?
-   Soy Rivera.
-   ¿Qué Ribera?
-   Da igual.
-  Pues ¡fuera!, que aquí somos españoles y nos gustan las cosas claras y el chocolate espeso.
Y con esto he mojado el bizcocho en el chocolate para ustedes. Chocolate La Cibeles, claro. El que tenga oídos para oír, que oiga.

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