LA FIERA CORRUPIA


Un Sánchez con cartera para todos ocupa hoy una gran portada. En la segunda de la cABCera, se colige de los titulares que el PP ha cerrado página y se centra en la sucesión de Rajoy, y eso sí, le pide al tribunal una aclaración de la sentencia.
Un fallo judicial de 1650 páginas quedó resumido en El País del 25 de mayo en una sola, que no presenta -porque no existe- evidencia de que el partido, como tal, en el poder hubiera delinquido. Pero el caldo ya estaba hirviendo, y Sánchez se tiró a la yugular del Gobierno, con el apoyo de enemigos de España, 'y hasta ese momento también suyos', y acabó con él. En poco más de una semana, con final de la Champions por  medio *[¡ojo con los mundiales, que los carga el diablo!], los españoles nos cambiamos el chip de un gobierno solvente por otro de un gobierno de pega, como si nada hubiera pasado. Surrealista.
En estos años de vacas flacas, la Prensa nos ha ido acostumbrando a echarle las culpas de todo a Rajoy. Cada día pintarrajeaba un poco más su retrato: unas barbas, unos cuernos, unas pezuñas... y al final quemamos al chivo expiatorio en la pira ritual tan contentos. La corrupción institucional fue el pretexto. Esa miseria tan antigua, que nos han metido hasta en la sopa últimamente, fue la punta de lanza; porque la gente necesita tener de qué hablar en los bares, y lo de la corrupción de los políticos da mucho juego. La prensa lacaya del dinero lo sabe y lo utilizó bien... en contra nuestra; sus pagadores obedecen a la Fiera Corrupia, cuya misión es siempre devastar a la raza humana; y esta es la verdad profunda de lo que está pasando.
El modus operandi de la fiera no tiene misterios: emplea una energía -mano de obra esclava-, unos engranajes y una transmisión; y, por último, algo que dé vueltas: Dinero - rotativas -Correa (persona corrupta clave) - Rodillo (X...ista). Pura física.
Pero, ciertamente, las operaciones de la fiera son de hondo calado; y la saturación en prensa de los escándalos de corrupción, alcanza pleno sentido en el contexto de su verdadera intención destructiva. El clamor contra la corrupción fue una manipulación mediática. Todos sabemos, y los más viejos mejor, que nadie está 'libre de pecado', y si lo hubiéramos pensado bien, no hubiéramos hecho caso de aquellos discursos interesados que ponían como condición imprescindible para un político la pureza total, pero el diablo es perro viejo y nos engañó, la prensa trasteó en nuestras mentes precipitadas y nos metió gato por liebre. 
La desgracia de la corrupción institucional se siente de veras cuando uno sufre sus consecuencias siendo inocente del todo, pero esta inocencia sólo se dio en Jesucristo y en María. Entre nosotros, el sentir común sobre la corrupción es un rechazo más bien estético-visceral: nos 'asquea' ver tanta bajeza en los que tenemos por encima; y la fiera lo sabe y lo utiliza para sus planes destructivos. Induciéndonos al auto-engaño de creer que esa calamidad es la causa profunda de nuestros males, nos hace cómplices de su malvado proceder. Hinchada la masa por ese fermento turbio, arrasa por donde le diga el cabecilla... Y así tiramos a la basura un gobierno medio decente, y quedamos uncidos al yugo de un gobierno suicida. 
El mal de raíz es la falta de sentido vital, del que la corrupción es un síntoma; y por esa carencia se explica que la confusión se esté instalando en nuestra sociedad como un rasgo estructural. Esto, y el haber abolido la moral que emana de la Ley Natural -el principio legal de que hay actos objetivamente buenos o malos- explica que no podamos distinguir las villanías que se realizan ante nuestros propios ojos, como las que han precedido a este cambio de gobierno errático -hacia la nada - que nos acabamos de merendar.
El desconcierto y la desorientación que traen consigo la ruptura con la tradición, instalan en la sociedad una enajenación colectiva arrogante y violenta, que "asimila" todo tipo de desórdenes, pero que, a cambio, por el vacío vital que deja, necesita una catarsis colectiva de vez en cuando para desahogar las tensiones y aguantar otra temporada.
En resumen, dar por bueno lo que se acaba de perpetrar en España es renunciar a los principios que nos han ordenado durante siglos como comunidad estable; es abrir la muralla y entregar la llave de nuestro futuro a los gurús de 'las modernas libertades', que son en realidad esbirros de la Fiera Corrupia. Y los que sabiendo esto callan, rendirán cuentas a Dios por ello.

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