LOS GRANDES NO PRESUMEN

Dime de qué presumes...


Esto se lo dedico a Macrón y al contubernio judeo-masónico que lo alzó para moverlo a su antojo y que anda buscando desesperadamente hacer lo mismo en España.
El gabacho, muy chulito, presume de lo que no tiene, pues si tuviera hombría se hubiera dado cuenta de que el verdadero vencedor había sido su rival y no hubiera hecho tantos aspavientos delante de él.
Y como vástago destacado de esa planta maligna, también va este texto dedicado a la cABCera, que sigue machaconamente con su pérfida intención de no dejar en España nada sólido que pueda ser tropiezo a los intereses de sus jefes.
Hoy, el espacio privilegiado para ese fin es el de Ignacio Camacho; columna de opinión a la derecha de la página derecha –ubicación óptima en publicidad- de esa doble página de los plumillas consagrados, denso conglomerado de verdades y mentiras que hay que analizar con escafandra.
Con los márgenes ensanchados para que luzca más, han coronado esa torre del imán con un título más que luminoso: Debate y transparencia. En el cómodo marco de los tópicos, el columnista Camacho, por su estilo llano, era el indicado para este trabajo de disipar cualquier duda respecto a las bondades de un debate televisivo.
Empieza su composición opinando que no suelen ser decisivos los debates pero sí necesarios para garantizar la transparencia democrática.
Luego, en unas pocas líneas, vitupera al medio PP que apoya a Soraya con duros apelativos como retorcido, cauteloso y visceral. Y razona que las detestables intrigas palaciegas se evitarían si todos los españoles votáramos al futuro líder del PP; y que para poder hacerlo tendríamos que saber qué proponen los candidatos. 
Hago un inciso para recordar que durante seis años todos pudimos conocer del derecho y del revés a Sáenz de Santamaría, cuyas obras hablaron por ella, y huelga por tanto hacerla repetir lo ya dicho hasta la saciedad. En cuanto a Pablo, que empezamos a conocerle por su presunto fraude académico, bastaría con que nos explicara él sólo ante las cámaras por qué de repente es tan importante eso de la ideología, que a lo largo de 40 años hemos visto todos que no era más que paja.
Sigue Camacho entonando un mea culpa por no haber informado limpiamente en estos últimos seis años sobre las obras del gobierno, y en concreto las de su vicepresidenta. Y se mete luego en camisa de once varas poniendo en cuestión el honor de los compromisarios, insinuando que son una pandilla de trepas y pesebristas.
Y pone el broche de oro a su lucido argumentario con una sentencia moral: la unidad no se construye desde el silencio sino desde la transparencia. ¡Ave, dignísima democracia! ¡Ave, pueblo soberano!
…pero yo os digo “Haced lo que os manden vuestros sacerdotes pero no hagáis lo que ellos hacen; porque esconden sus crímenes –como hicieron con la truculenta trama Gürtel-Golpe-a-España- y cargan fardos pesados sobre las espaldas del pueblo”.






















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