VIENTOS DE ADVIENTO

¡Vamos, David, tú puedes!

La 'corrección política' es cosa del pasado, aunque algunos -último ABC Cultural- le den marchamo de moda. En España ha durado tanto como la Constitución, a la que Zapatero -por miedo y a escondidas- dio un tajo mortal empeñándola por un plato de lentejas y con el silencio cómplice de los demás partidos.
Rajoy dice bien hoy, en la tercera de abc, que la Carta Magna fue posible por la responsabilidad, lealtad, generosidad y prudencia de los españoles que nos precedieron. Y le atribuye haber hecho de nuestro país uno de los más abiertos y desarrollados del mundo. Paradójicamente, no repara en el fallo que dejó malherida la Constitución y que propicio el abrupto final de su propia carrera política: que la ley escrita es insuficiente para garantizar el progreso y que los números no son todo en política. En otras palabras, que un país son sus gentes, y que si estas gentes no son sobrias, honradas y sinceras con Dios, su convivencia no alcanzará ningún logro perdurable.
Aquella reforma constitucional clandestina, del Pacto Fiscal europeo, que ajustó a España a las órdenes de los oligarcas financieros, indica el punto en que los partidos habían perdido todo contacto con la realidad de las personas. Nadie preguntó al pueblo si la solución a la crisis era más de lo mismo -más jarabe de palo- y, de hecho, muchos no estábamos de acuerdo. Zapatero fue un presidente que salió y entró rana; y antes de despedirse se hizo popó en el libro gordo. Los que le vieron y le hicieron corro, fueron también culpables.
Esa España "abierta y desarrollada" de que habla Rajoy es su propio espejismo. Tenemos un país que no ha levantado la cabeza desde aquel susto del 2013. Lo que cosechamos hoy en nuestras fértiles tierras se lo comen los extranjeros; unos pocos de éstos, de quienes sólo sabemos que visten de negro y que son ubicuos, pueden decretar de la noche a la mañana, sin dar explicaciones, que nuestro trabajo no da ni para pipas; tenemos más corrupción que antes; más suicidios; más enfermedades mentales; mucha más violencia y más peligrosa; más asesinatos de los más indefensos; tenemos menos tranquilidad; menos natalidad; menos seguridad; menos poder adquisitivo; menos expectativas de futuro; menos educación; menos salud; menos justicia; y menos alegría.
Y a lo largo de estos 40 años de desarrollo hemos vivido de espaldas al hambre de millones y millones de hermanos nuestros, que nos veían por televisión y añoraban vivir como nosotros y ahora los tenemos aquí exigiendo violentamente su parte y siendo manejados como arma arrojadiza por los que desearían que nos liáramos todos a tiros para hacer ellos su agosto. Este gran "desarrollo" ha venido de la mano de la auto-complacencia de líderes y técnicos de la llamada "Sociedad del Conocimiento" y de un perverso amaestramiento social a base de pan-y-circo y 'corrección política'. Y a pesar de que el barco hace agua, nuestros dirigentes se empecinan en su error y el pueblo ha empezado a mirar para otra parte.
Lo que queda de la Constitución es un bien a preservar y a defender, de acuerdo, pero también es un bien a conquistar o a reconquistar. Porque la Carta Magna es sólo la primera piedra, el cimiento de un edificio que se va construyendo en cada momento histórico. De por sí no es nada si no es expresión de un modo de vida, de una democracia real. Vio la luz gracias a unas personas que habían aprendido a través del sufrimiento el bien tan grande que es la paz; y maltrecha ésta hoy, vuelve a ser necesario restaurar aquel espíritu humilde que la hizo nacer, porque en estos 40 años "de progreso" hemos embarrado aquella fuente y es urgente limpiarla para que puedan beber las nuevas generaciones.
En este proyecto se hacen necesarios testigos que den vida a los valores que contiene, asumiendo las molestias y amenazas que haga falta, pero sabiendo que, al igual que entonces, se puede hacer.
Los creyentes estamos llamados a ser en ese proyecto sal, luz y fermento, y con la Buena Noticia del Evangelio, que hoy se preanuncia al comenzar el Adviento, se nos recuerda el programa a seguir:
"Buscad el derecho; enderezad al oprimido; defended a la viuda; proteged al huérfano... Y aunque vuestros pecados sean rojos como escarlata, blanquearan como la lana". Con ese modo de vida sobrio, honrado y religioso, estaremos cambiando el mundo y acercándonos a la meta de nuestra salvación.
Y ya ven, en este sencillo programa no se dice una palabra acerca de la "corrección política", que es un cuento chino.

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