¿QUIÉN ES? SOY YO

¡ERES IMPORTANTE!
Existimos en cuanto nos relacionamos. Y cada uno de nos-otros es un 'otro' diferente al resto. En esa existencia singular todo tiene un sentido, todo significa algo; o sea, remite a un bien para esa persona o a un mal; cualquier experiencia es de esta manera grata o ingrata. Pero esta clasificación sigue a unos criterios que no son puramente subjetivos, y en muchas ocasiones entran en conflicto, en nuestro interior, con esa subjetividad; y nos causan turbación (sea o no consciente). 
La Historia se puede analizar, desde este punto de vista, como el intento de eliminar esa fricción, hasta ahora insoslayable. Llega a hacerse en ocasiones tan insoportable que da al traste con la esperanza del individuo (!).
En fin, todos perseguimos la armonía, la vida en paz. La cuestión es si eso es posible. Yo les digo a mis alumnos desmotivados que han nacido con el equipo necesario para ser felices; y les invito a que se digan a sí mismos si creen en esto o no.
Es necesario responder cuanto antes a esa pregunta fundamental. ¿He nacido por un azar o soy obra de un ser supremo en inteligencia y bondad?
Porque vivir es ir construyendo uno de esos dos edificios interiores. El primero es frágil, porque en él la vida es una deriva en un mar de dudas. En cambio el segundo, aunque se nos pueda antojar antipático porque "nos rebaja a criaturas", por increíble y mágico que parezca, tiene un plan de edificación perfecto, que conduce a la satisfacción consigo mismo y con los demás (a través del perdón, ¡SÍ, EL PERDÓN!, ¡ojalá se enseñase en las escuelas!).

Y hablando de escuelas, lo anterior lo escribí por la mañana y no me dio tiempo a publicarlo, y al abrir de tarde el ordenador me encontré con un correo del cole de mi hija que informaba de la posibilidad de participar en la elaboración de una nueva ley de educación aportando una opinión. De modo que leí con atención los tres folios que el ministerio facilitaba y elaboré el siguiente comentario:

Cuando estalló la crisis, la propuesta de una ley sin consenso resultó ofensiva. Estábamos con el agua al cuello y abordar ese tema era como hacer mudanza en plena tormenta. ¿Ha llegado por fin el momento? 
En cierto sentido se puede decir que las cosas no sólo no han mejorado sino que los estragos de la tormenta las han puesto aún peor. Digamos que ahora mismo en España no queda prácticamente títere con cabeza. La invitación a la ciudadanía a participar en la elaboración de una nueva ley educativa, se hace bajo la premisa de que hay en la actualidad problemas cuya solución no admite demora. Para los poderes públicos es una urgencia socorrer al indigente, pero ¿está justificado desvestir a un santo para vestir a otro?
El texto sobre el que se nos invita a opinar supone el consabido movimiento pendular en el enfoque educativo. De la vuelta de tuerca hacia el esfuerzo individual y la ley del más fuerte ("a quien Cristo se la dé, San Pedro se la bendiga") que supuso la LOMCE, se regresaría a "todos iguales pero en la miseria", y ¡hombre! de todo eso ya hemos tenido bastante.
Puestos a abordar el tema educativo, dado que las dos alternativas anteriores son ya rancias y están llamadas a suscitar mayor división aún en la inquieta sociedad española, habría que pensar con audacia sobre esos problemas acuciantes que se plantean. Ante todo, no hacer nada que remueva aún más las turbulentas aguas del ánimo de los españoles. 
Nadie duda de que padecemos grandes males y ya vamos barruntando que necesitamos grandes remedios. 
Soy hijo de maestros, psicólogo, pedagogo y maestro yo mismo. Desde 1979 vivo en primera línea la cuestión educativa. Hoy, al igual que la sociedad, veo la escuela como una ciénaga; y no porque alguna pasión me tape los ojos a un diagnóstico objetivo, sino, antes bien, porque los tengo bien abiertos a la realidad.
Política, comunicación, Estado Tres-Poderes, todo es hoy una caricatura de sí mismo; degenerado de su origen.
Cabe preguntarse si, siendo esto así, hay futuro. Personalmente, he aceptado la invitación a opinar sobre el cambio de ley porque afirmo el futuro.
Hace 33 años, en mi primer curso como maestro de primaria, un alumno muy espabilado me dijo, señalando el edificio, que para él la escuela era como una cárcel, en arquitectura 'exterior e interior', ¡hasta organizaba los tiempos con una sirena! Y viene muy bien esa imagen para hacernos pensar que, tal vez, lo que en el pasado fue un gran avance social, hoy esté empezando a ser una rémora. Sólo pensar en otro parche causa pena y hastío.
¿Qué es educar? ¿en qué consiste el hecho educativo? ¿qué podemos hacer por los jóvenes? ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por el futuro?
Las fuerzas que obran cambios en la vida, empujan hoy fuertemente a abrazar lo más bajo de nuestra condición para garantizarse la subsistencia. Y lógicamente, el torrente en crecida de la violencia que eso conlleva, arrasa y ahoga toda voz discordante. Este es el escenario actual, que por su propia malicia hace parecer locura todo lo que lo cuestiona.
Si se quiere construir un futuro hay que empezar por quitarse las máscaras. Bajo ellas se cometen crímenes abominables. La belleza -el esplendor de la verdad- es incompatible con las sombras; y la vida también, y los jóvenes no están dispuestos a renunciar ni a una ni a otra. En todo caso toman un camino equivocado.
Hoy se ha celebrado en Madrid la "I CARRERA POPULAR CONTRA EL SUICIDIO". Estimaciones cabales hablan de una incidencia de esa causa de muerte de uno por cada quinientos habitantes al año. Si una ley de educación no se plantea esto ¿de qué les servirá a los jóvenes? 
El problema educativo no es de números sino de sentido, y es obsceno abordarlo de prisa y corriendo. La invitación a opinar me ha llegado hoy, el mismo día en que termina el plazo para presentarla. Es un mal comienzo, pero por ellos, por los jóvenes, porque creo en su futuro, he aceptado pasar estos apuros. Mandaré mi aportación firmándola como Presidente de la Fundación para la Integración de Alumnos con Trabas Especiales. Un cordial saludo.

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