MUJER, MUJER

Mujer, qué bella te hizo Dios

En el futuro, tus cualidades, mujer, serán tan estimadas como las de los varones, e igual de fecundas. No albergarás ningún sentimiento de inferioridad ni tendrás que ocultar los rasgos de tu condición natural. Tu vida cotidiana será tan rica y emocionante como la que más, porque tus talentos y virtudes podrán desplegarse en toda su amplitud sin freno ni cortapisa alguna.
Tus sueños en el futuro serán tan realizables como los de cualquier varón y tu capacidad de influir en la sociedad no tendrá más barreras que las que tú misma te impongas.
La maternidad en el futuro será un ámbito de extraordinaria creatividad y realización y en absoluto una carga adicional de trabajo y responsabilidad.
En lo profesional, las mujeres compartiréis con los varones el gobierno de todos los asuntos sin complejos, mostrando con los hechos la tremenda riqueza que aporta vuestra condición femenina al bien común.
Tendréis también un lugar preminente en el entramado social que define los modelos culturales -lo que es estimable en cada época- realizando de un modo ejemplar la mudanza hacia un mundo más humano, llevándonos amablemente a lo esencial y desprendiendo nuestra mirada del lastre de los instintos.
Vosotras sois depositarias en exclusiva de un fabuloso caudal de experiencia, que brotó de vuestro genio y que aumentó con vuestras virtudes y del que todos hemos bebido. De él nace la conciencia de que el culmen de nuestra vida se alcanza cuando la entregamos. Y de entre todos los destinatarios de vuestra entrega, de un modo natural os dais vosotras en primer lugar a los varones, el grupo más numeroso. Ellos, si por vuestras virtudes lograran verse elegidos y agraciados, podrían, de puro contento, donarse a su vez a sí mismos hasta el extremo, de modo que de esa mutua entrega surgiera una criatura nueva y perfecta.
Tú, ‘mujer, mujer’, serás en el futuro como un río en crecida que atraerás hacia ti pequeñas corrientes antes mortecinas e irás saneándolo todo, haciendo fluir a la humanidad, renovada, hacia la definitiva civilización del amor.

Mañana, día de la Mujer, se cumple un año desde que se me ocurrió, por pura prudencia, ‘quitar cautelarmente de la circulación’ unos libritos del Instituto de la Mujer que me encontré por sorpresa a las puertas del aulario de 1º de la ESO. En ellos se ‘instruía’ a niñas de doce años, diciéndoles que tenían  el  derecho de meterse en la cama con los chicos y dejarlos plantados en cualquier momento de esa relación si así se les antojaba.
En aquella mañana anduvo muy ocupado el Director por la visita del señor Consejero y del Director Provincial y sólo al final de la jornada conseguí explicarle lo ocurrido y despejar mis dudas sobre la legalidad de aquel evento.
Algunos profesores se indignaron entonces conmigo, pero no tuve problemas con la Administración. Eso me extrañó en su día, pero luego caí en la cuenta de que en la sociedad empezaba a haber un clamor contra esa imposición que se atreve a desinformar, con tanto descaro y con tan graves consecuencias, a niñas de doce años, y por eso la Administración dejó pasar aquella ocasión sin castigarme.
Pero si la ocasión la dejó pasar, no hizo lo mismo con el castigo, y ya el resto del curso fue para mí un auténtico quinario y preludio de un mal mayor.
Me trasladaron por sorpresa a Mocejón al curso siguiente, al centro de donde me habían sacado en distintas ocasiones por haber denunciado yo malísimas prácticas de gestión. Una madre se prestó a dar un falso testimonio contra mí, y ‘vertida a la calle’ su inmundicia y engrosada con otras 'aguas sucias' semejantes, llegó a formar una corriente tan apestosa y fuerte que me envolvió sin remedio, y que tiempo ha que me habría ahogado si no fuera yo un poco experto ya en salir a flote cogiéndome a ‘un madero’.
Educar, del latín educere, es “hacer salir el conocimiento del alumno"; y en eso consiste el trabajo del docente. Lamentablemente, se ha consentido una injerencia impropia de los padres en las competencias de los profesores, conculcando de hecho la libertad de cátedra. 
Todos tenemos la experiencia de que ‘lo que sabemos’ es un todo –interrelacionado- del que brota la acción apropiada a cada problema que se nos presenta. También sabemos que en ese depósito de conocimiento ocupa un lugar básico lo que nos enseñaron de pequeños, aquellas experiencias que pusieron a nuestro alcance los adultos de nuestro entorno. Y como todos hemos comprobado, esas nociones generales y formas de mirar la vida que nos constituyen, están tanto más firmemente adheridas a nuestro ser cuánto más se hayan apoyado en el afecto y en experiencias sensibles gratas -como las asociadas a los dulces y platos típicos que todos hemos degustado en las distintas fiestas del año. 
Algunos que me difaman dicen que yo no enseño nada a mis alumnos y que les hablo de cosas inapropiadas; y que luego intento ganármelos regalándoles Huesitos grasosos. Pues bien, como la calumnia suele tener una parte de verdad, la voy a mostrar.
Hace años que el currículum oficial obliga a explicar ‘Halloween’. Esa palabra procede del Inglés antiguo y su traducción es “Víspera de Todos los Santos”. Es obvio que el origen de esa fiesta es católico, y católica era, y mucho, la Inglaterra donde nació el Halloween. Los chicos no son tontos y desean que se les expliquen bien las cosas. Quieren divertirse, claro, pero agradecen mucho que se les abran los ojos a este mundo –peligroso- en el que viven. Forma parte de la labor educativa, pues, mostrar el origen y evolución, al modo simple que ellos alcanzan a comprender, de lo que se les 'invita' a celebrar con tanta alegría. Y en ese acompañamiento instructivo que hacemos los educadores, tuvo el autor de este artículo la “grasiosa ocurrencia” de regalarles a sus queridos chicos el postre español más típico de esa fiesta tan popular desde tiempos remotos en toda la cristiandad: los famosos Huesitos de Santos. Sin reparar en gastos, por amor a sus pupilos, este profesor compró en Santo Tomé  esos exquisitos dulces a un precio de ¡50 euros el kilo! y los repartió entre sus pobres "brujas, fantasmas, monstruos y zombies” el día de Halloween. ¡Qué locura! No es de extrañar que al día siguiente ya no le dejaran dar clase ¡no fuera a ser que los niños se convencieran de que era un buen profesor! 
Y es que en la lógica -ilógica- de los que nos gobiernan, anunciar con el ejemplo que la verdad, el bien y la belleza existen, es muy peligroso y sólo se les ocurre hacerlo a los que están locos. Y yo estoy llegando a la conclusión de que no les falta razón.   

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