LAS CLOACAS DE LA WEB

SUICIDIO
Dice el evangelio de hoy que nada hay oculto que no llegue a saberse.
Hace un par de años me dejó consternado descubrir la existencia de la Deep Web. Trabajo con alumnos con poca motivación y procuro que estén distendidos. En ese ambiente, de un modo casual, un día se coló en la conversación la noticia sobre el Internet oculto y algunos de ellos, entre sorprendidos y asustados, desvelaron su secreto. Creo que nunca habrían hablado de eso si mi acercamiento docente no lo hubiera propiciado. Confesaron que entraron con trece años y que no les resultó fácil el acceso pero que la curiosidad y cosas "como de misterio" los fueron llevando.
Precisamente el drama de ese contacto tóxico es que aísla -mediante el secreto- al que lo recibe y va desarrollando en ellos una patología extraña y de por vida.
Uno progresó en ese mar de sombras por la rama de las técnicas de robo, Y si Dios no lo remedia seguirá su especialización ad eternum, entre cárceles y miserias. Y no hay en los institutos de secundaria por ahora tecnología para detectar estas necesidades educativas especiales.
Tampoco para el segundo caso, enganchado con éxito a la brujería y a la invocación de espíritus malignos. Algo raro notaban los profesores aunque no atinaban a dar en el blanco del problema.
Y la tercera persona, de brillante inteligencia, resultó "picada" en la curiosidad con trucos de magia negra, y colgando del hilo de ese anzuelo sigue aún, a la espera de un médico de almas que la rescate.
Varios años callé sobre este asunto, convencido de que su importancia requería de un momento idóneo para ser desvelado. Y la ocasión se presentó hace unos días, a propósito de cierta investigación sobre el riesgo de Internet entre los jóvenes (riesgo, por cierto, terrible y silenciado).
Escribí entonces un breve texto aquí en FB contando lo que sabía por los chicos. Nunca había llegado a mí noticia de prensa alguna en torno a este tema y, cosa curiosa, a los tres días de publicado mi post, ya me topé con un extenso artículo en los medios sobre la cuestión.
Se trataba de una información de esas que parecen científicas cuando en realidad son altamente parciales e interesadas. Decía, por ejemplo, que la Deep Web es "enormemente popular", lo cual es, obvia y escandalosamente, falso. Y daba la imagen de un peligro acotado al mercadeo de productos peligrosos, cuando eso es "lo de menos" en este negocio. En realidad, lo grave es su capacidad de extender la desolación y el aislamiento de los individuos silenciosamente y sin remedio, su poder para propagar la mayor devastación de la historia amparándose en el anonimato. Porque, ciertamente, entrar en la Deep Web amputa, paraliza, estigmatiza y mata impunemente. Su existencia es, en definitiva, un crimen de lesa humanidad.
En domingo publicó La Razón el artículo que adjunto a propósito del Día del Suicidio, que será el 11 de noviembre.
Se estima que al año se quitan la vida, o casi, uno de cada 500 españoles. Y pueden Vds. estar seguros de que la mayoría de ellos deben su genial idea al Promotor de esas cloacas de la Web, cuyos negocios no se limitan a los bytes sino que extienden sus tentáculos a muchos otros inframundos que, de maneras multiformes, nos envuelven a todos en sus redes.
El mundo actual está plagado de peligros bajo apariencia de normalidad. Eso es lo malo. Pero no podemos seguir por más tiempo escondiendo la cabeza bajo el ala. Y, dirigiéndome ahora a la Iglesia Católica, a mi Iglesia, a mi santa Madre Iglesia, debo decir que somos nosotros, los católicos, los más llamados a alzar la voz como una trompeta, a ser atalayas de una muchedumbre inerme, para evitar que legiones de almas tropiecen y caigan por abismos de muerte. ¡Ay de mí si no evangelizara! ¡Sólo Dios, hermanos, sólo Dios! ¡Camino, Verdad y Vida!

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