NO ESTÉS TRISTE, de Manolo García

Camino, luego llegaré
(Foto de D. Amadeo Galan)


Canta Manolo García que hay más mundo que el de la corona de espinas que te aflige, y estoy de acuerdo. Sugiere Manolo salir de uno mismo, no estar triste, y estoy de acuerdo. Pero sólo el amor no pasa –“ama y haz lo que quieras”- y dejar atrás la tristeza no puede ser a costa de no vivir; porque vivir es amar y el precio de amar es el sufrir. Prueba a ser Arlequín -dice el vate-, hoy aquí, mañana allí, risas por aquí, lágrimas por allí, que todo es vanidad, levedad y caza de vientos. Y razón no le falta, aunque a nadie le baste con eso. Porque el corazón tiene razones que la razón no entiende. Vamos de camino a un sitio mejor y sólo por eso conviene elegir bien en los cruces. No todo da igual. El ruido puede llegar a ser atractivo pero siempre será ruido. Hay una llamada en cada uno que manda sobre todo, que pone orden y nos hace sentir bien al escucharla. La conciencia está por encima de la ciencia y aunque no disientan y se complementen, la una es anterior, y perdura cuando la otra se pierde.
La memoria ram provee a la ejecución de operaciones de nivel superior; así nosotros, mientras vivimos, servimos como soporte a una existencia que está más allá de nosotros mismos, hecha para perdurar en la dicha. No está la dicha entera aquí, ya. Va viniendo y se va (de)construyendo, y ahí tenemos cada uno parte, y juez.
Si de amores hay que hablar, el silencio es el más sabio ponente. No llena estadios ni auditorios, pero sus consejos nos guían mejor al ansiado ágora donde las palabras y los gestos han perdido su aguijón. ¿Qué podemos decir nosotros con acierto sobre la urdimbre de un alma? ¿Qué juicio aquilatado podemos hacer sobre las heridas y las cicatrices de un corazón humano, sobre las culpas y los arrepentimientos que dan cuenta de su cuidado? Y no por esa incapacidad tenemos excusa para no amar y adulterar la alegría, como si quedara fuera de nuestro alcance la solución a los problemas sin la cual no tiene sentido esforzarse; no, por una razón: porque habiendo alternativa a ‘ese fallo’ de nuestra existencia, seríamos culpables de no probarla, y han sido muchos los que nos han contado que la hay; que pasando por la puerta estrecha de la fe, se accede a un jardín interior donde se descubre la verdad que salva de la tristeza sin dejar de amar.

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