CASADOS SACERDOTES
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¿Llegará a ser un hombre? |
La Iglesia, favorecida por un don tan sublime –ser elegida de Dios- debe a su vez entregarse en cuerpo y alma al que es su Señor, con la confianza y el abandono total que el sacrificio de su Señor por ella merece.
En ese jugoso abrazo de amor se resume la dicha humana. Descubrir las delicias que encierra ser abrazados en la Cruz salvífica por Dios mismo, es el camino ardiente y lleno de bienaventuranzas al que con ternura inefable nos llama el Señor.
Así mismo, la mujer, sintiéndose elegida incondicionalmente por su marido, en total renuncia de éste a sí mismo, experimentará la misma atracción irresistible por él que la Iglesia por su esposo Cristo. Para que sea posible esta relación de amor entre los esposos se precisa que dentro del matrimonio haya un oficiante de esa unión esponsal, verdadera Eucaristía de la pequeña Iglesia doméstica. ¿Quién es en el matrimonio el más llamado a hacer presente al Cristo total, sacrificado para siempre? El varón. Él debe renunciar a su cuerpo y a su alma en bien de su esposa; en diálogo permanente con Dios, estará siempre dispuesto a abrazar sin reservas a su amada, colmando así la razón de su existencia: verse amado por ella. Por este motivo, la urgencia del momento presente es extrema, es una emergencia: El Amor –humano-divino- se ha debilitado hasta casi morir por falta de oficiantes de la unión esponsal, por falta de casados sacerdotes.
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