EL PULSO

Al final el que se salva sabe,
y el que no, no sabe nada.

Me considero miembro de una gran familia, la de la Humanidad. No me siento llamado a salvarla sino a amarla. Por esta razón, le pido perdón por haberle hecho daño en muchas ocasiones y por el que, por mi pecado, le haré en el futuro. Sin conocerlos, amo mucho a todos mis hermanos y me conmueve saber del gran dolor que muchos experimentan. Yo mismo he sido testigo de violencias y he sufrido mucho. Y ahora que sé algo de la causa del mal y de cómo evitarlo, no quiero callarme. Otros sí que quieren que me calle porque no piensan como yo ni conocen a Jesús, y vienen maltratándome desde hace algún tiempo. Yo quiero perdonarlos y sé que con la ayuda de Dios podré hacerlo.

En Castrillo de los Polvazares, León, sirven un excelente cocido maragato y empiezan por la carne, luego los garbanzos y por último la sopa. Mantienen esa tradición desde la Reconquista, cuando en cualquier momento tenían que salir a defender la plaza. Pues, atención, porque hoy no estamos mejor.
Se está fraguando una conspiración contra la España que amamos, de grandísima envergadura. A los peces gordos de allende los Pirineos les interesa España sobremanera, y están que no respiran. La Reina y el Rey están con ellos. Y si aun no hemos sucumbido es, sobre todo, por las oraciones de esos pocos que, por amor sincero, van a misa a diario y mueven con su súplica humilde el corazón de Dios; sí, por esas cuatro 'ancianas', por la ingenuidad de Rajoy y por la fidelidad de otros cuatro dirigentes rara avis. En cuanto a la Iglesia, hay también muchos ingenuos que, a su manera, entorpecen esta deriva hacia la nada, y, por supuesto, algunas almas muy escogidas que, en un martirizante silencio, sostienen las tambaleantes columnas del Templo de Cristo.
Como ya he dicho en el blog, un grupo de hombres que han vendido su alma al diablo, han formado a base de dinero un ejército de almas mercenarias que se han infiltrado en todos los puntos de poder del país; desde la política y la administración hasta el comercio y la cultura. Dominan los medios de comunicación y nada se les escapa; salvo los diálogos de los justos con Dios, que es donde radica la salvación de España.
Si queremos que este tesoro que hemos heredado de nuestros mayores no se pierda, es el momento de luchar con todas nuestras fuerzas para salvarlo. Nuestras armas deben ser las de la luz: la fe, la Palabra de Dios, el amor, y la paz; la fe nos garantizará que aunque nos derriben, nuestra inquebrantable confianza en Dios-Padre-Todopoderoso nos pondrá de nuevo a salvo, en el terreno donde nunca nos vencerán, que es el de la paz interior. Por su parte el amor, con el vínculo de la paz, aunará nuestras fuerzas para luchar como un solo hombre. Y el alimento de la Palabra y la Eucaristía nos sostendrá en pie hasta la victoria final.
Desde hace trece años Dios me permite hacer vida normal, sin limitaciones de ningún tipo, después de haber padecido una sicosis durante dos décadas. Al momento de la muerte de Franco yo tenía catorce años, un germen de rebeldía a punto de explotar, y una gran falta de sentido de lo que es la vida. En esas condiciones, Dios permitió que me hundiera hasta morder el polvo; y desde allí me recondujo a su casa gracias al Camino Neocatecumenal. En diez años difíciles me trabajó por dentro; luego conocí a mi esposa y empecé a ir mucho más rápido por el buen camino. Por fin, al poco de nacer mi hija, le propuse al médico suspender la medicación y lo vio adecuado. Me pautó una retirada gradual, a lo largo de seis meses, y el día de la Santina de Covadonga me despedí de los fármacos y no he vuelto a necesitarlos. Curiosamente, al mismo tiempo que mi mente quedaba limpia de trabas, estaba empezando una etapa muy dura de mi peregrinación terrena, de la mano de una extraña y terrible dolencia de mi esposa. A lo largo de doce años, en tres momentos distintos -muerte de su padre, acoso inmobiliario, muerte de su madre- su ánimo se vino abajo sin que la medicina lograra ayudarla -la última prescripción era un cóctel para cubrir cada uno de los grandes grupos de dolencias síquicas (!). 
Ya he escrito en uno de los principales artículos de lafundacionfiate, titulado El cocherito Leré, que la historia reciente de España y de Occidente se asemeja mucho a los últimos capítulos de la lucha entre el Bien y el Mal, y que la pieza clave en esta guerra es la conquista del castillo donde se guarda la Verdad. Ese castillo es interior y por eso su asedio no es con bombas sino empleando las más insidiosas técnicas imaginables, las que por cierto son las preferidas del más retorcido de los seres. Llevan su impronta de división y van dirigidas a quebrar la confianza en Dios de los católicos, amargándoles la vida, a ver si finalmente les sale odio y caen así en su red. Porque mientras exista un verdadero católico en el mundo, las tinieblas no pueden reinar. De nuevo digo aquello de 'el que tenga oídos para oír que oiga'.
El que esto les cuenta pudo rehacer su maltrecha vida reencontrándose con Dios. Sí, fiándome de Él fui sanando mis heridas hasta volver a ser yo mismo. Hizo falta una relación muy sincera con Jesús, y no fue precisamente coser y cantar, pero, de tal manera me sanó, que, llevado tan alto por Él, creo que voy a preferir morir antes que traicionarle.
Han sido estos últimos doce años de sufrimiento indecible los que más me han abierto los ojos a la realidad de lo que está pasando, a interpretar los signos de los tiempos.

Antes de casarme y mudarme a Toledo, solía ir yo a mi trabajo con una maestra metida en ambientes esotéricos. Yo no acababa de encontrar mi sitio en la vida, y aquella primavera me había persuadido de que Dios me quería para sacerdote. Estaba cansado y decidí en mi interior cambiar de vida después de aquellas vacaciones de Semana Santa. Me habían recomendado visitar el Centro de Espiritualidad de Valladolid para meditar aquella decisión, y así lo iba a hacer; de modo que el último día de clase de aquel trimestre yo me fui a mi casa convencido de que ya no volvería a coger la tiza. 
Volvía a casa en coche con aquella compañera, y le pregunté qué cosas eran famosas con el siete: el séptimo cielo, el séptimo arte, las siete maravillas, etc... En ese momento nos pasó un coche que tenía 7777 de matrícula. Se lo hice ver y me dijo: "¿cómo sabes que es por ti y no por mí?" Pero no le dije nada de esa decisión que yo acababa de tomar, porque no era el momento.
En aquella estancia en Valladolid conocí a la que hoy es mi mujer, la persona que me hizo saber lo que es estar enamorado y ser un hombre. 
Aterricé casado en CLM con una comisión de servicios. Mi segundo año ya fue en propiedad, en Mocejón. La directora era y es la esposa del secretario del Ayuntamiento de Toledo. Y Dios permitió que chocáramos. En una ocasión le dije: Aquí mandan los niños, y cuánto más pequeños más mandan. Por esto, para evitar problemas, el actual Consejero tuvo el acierto de facilitarme un destino en la Laboral, el mismo curso que mi mujer obtenía allí su plaza. Y la Señora Calero el desacierto de quitármela a los dos años. Porque de vuelta en el cole, con motivo de un descuido mío en el primer trimestre del curso 2008-2009, me abrieron un expediente por el que terminarían quitándome un mes de empleo y sueldo. 
A pesar de ese contratiempo, el año 2009 iba a ser un año con mucha bendición para nosotros. Yo estaba pletórico con la paternidad y el 'tesorito' que Dios había puesto en nuestras manos para que lo custodiásemos. Iba por la mañana al colegio y por la tarde a la universidad, en la que acababa de obtener una plaza como profesor Asociado para enseñar a futuros maestros. Y en esa feliz condición, el médico se había animado a probar a suspender la medicación de mantenimiento que llevaba veinte años dándome cobertura. Este proceso, a pesar de que era ya muy leve el apoyo químico de los últimos años, fue muy poco a poco, y duró seis meses. Esta prudencia del médico me vino bien porque, la fatiga de padre añoso primerizo, el ambiente hostil del cole, el plus de las clases en la universidad, y el nerviosismo del inicio del expediente en el tercer trimestre, fueron motivos de estrés, a los que se añadía el cansancio de mi esposa por su reciente maternidad. Entre unas cosas y otras, aquellos dos primeros trimestres del 2009 exigieron de nuestro matrimonio mucha entrega, pedirnos perdón a menudo, y dejarnos ayudar por nuestro experto consejero. 
Superado aquel momento, el curso siguiente empezaría con la calamidad de tener que defenderme del expediente disciplinario. En junio me habían asustado mucho en la Inspección, amenazándome veladamente con llevarme a la cárcel, y, a pesar de que el verano fue de ensueño, con los mimbres de aquella amenaza, y con otras adversidades que sobrevendrían, empezó a fraguarse la descompensación de mi esposa. En el tercer trimestre del curso 2009-2010, cuando empezaba a encontrarse anímicamente mejor del duelo de haber perdido en el vientre a su primer hijo, le apareció un dolor fortísimo en las plantas de los pies -fascitis plantar, con pronóstico de nueve meses de dolor agudo- que la debilitó mucho física y sicológicamente. Y en esas malas condiciones, a pesar de los esfuerzos de muchos, se persuadió de un 'no hay salida' destinado a dar al traste con su arrolladora personalidad.
Estando así, hipersensible, vinieron a darle la noticia, como a Job, de que un accidente se había llevado a su padre en siete días; y su hundimiento, en otoño del 2010, nos sobrecogió a todos. De aquella empezaría a remontar al comienzo del curso siguiente, en que se incorporó de nuevo al trabajo. No obstante, aún le iba a costar volver a 'su ser'. Entre otras cosas porque, en su bondadosa naturaleza, las presiones sobre nuestra familia iban a trabar su mejoría.
En su compañía, en el verano de 2011, di una comunicación en el Palacio de la Magdalena, en la Menéndez Pelayo. De ahí salió la publicación del manual de innovación "El Quid del Éxito Académico" -mi primer libro-, y el grupo de investigación Quid  (Quijote, Universidad e Innovación Docente). Este dinamismo de un matrimonio cristiano, ya expresado en nuestra actuación laboral sin complejos, sin duda era ya conocido de esos que operan en la sombra para suplantar a Dios en la sociedad; y ese desembarco mío en la universidad los tendría nerviositos; y enseguida iban a maniobrar para echarme de ella. Recién difundida en nuestros ambientes la noticia de mi historial clínico, lo iban a usar como palanca para intentar romper los mimbres de mi estabilidad, que a la sazón se sustentaba en mi matrimonio. 
Estoy convencido de que muchas personas juzgarán rectamente este testimonio que estoy dando y que, Dios lo sabe, está motivado por el amor, que me urge a darme a todos.
A grandes males, grandes remedios. Y no se me ocurre uno mejor para el gran mal que va carcomiendo la Vida en la tierra que poner el mundo al revés para que aparezca lo escondido. Para que quede el gusano al descubierto. Al paralítico se lo presentaron a Jesús levantando las tejas. A los paralíticos espirituales hace falta también ponerlos al descubierto, porque si su mal se trata sólo de tejas abajo, Jesús no podrá "tocarles". "A los enfermos y endemoniados los llevaban a las plazas para que la sombra de Pedro les alcanzara y los curara".

Y hablando de endemoniados, vean esto:  www.missperegrine.es
Yo no he visto la película, pero sí que he visto niños peculiares. Y en cuanto a Tim Burton, he leído que siempre se ha sentido interesado por el fenómeno de la desadaptación. ¡Qué curioso! como yo. La diferencia es que para mí esa peculiaridad, esa desadaptación, no se arregla normalizándola. Para mí son Trabas Especiales que con las atenciones necesarias se convierten en motor de crecimiento personal para construir una sociedad en armonía.
En mi primer año en Mocejón me tocó ser tutor de un aula llena de niños peculiares. Y pidiendo todos los días por ellos ante el Sagrario, conseguí unos resultados espectaculares. Dios me concedió enderezar el camino de una niña que desde los tres años daba grandes problemas. Yo puse la oración, y Él me puso los medios. Un día llegué a clase y le dije: Te ordeno que no te sientes en ningún momento y que empieces a lanzar las cosas de los compañeros por la ventana como sueles hacer, y a molestar e incordiar todo lo que puedas. Y para sorpresa de todos, la niña permaneció quieta y callada en su sitio durante todo el día.
Ya estaba yo sensibilizado hacia esa población escolar por mi historia. Cuando se vive en los márgenes de la sociedad por un tiempo, se encariña uno con la gente menos apreciada. Estando en Asturias de maestro, uno de los casos difíciles que traté fue el de un niño díscolo de seis años. En Navidad quise darle también a él un papel en la obra que pensábamos representar, y enfrentando la desaprobación de los compañeros, y, para su sorpresa y crecimiento mío,  no lo hizo mal. Ese verano saldría ese chico en el telediario, al protagonizar un desgraciado accidente por el que su tío habría encontrado la muerte; y no volví a verlo; sólo Dios sabe lo que aquella obrita navideña significaría en la vida de este niño.
Toda mi vida de docente he sentido que el modo de educar se quedaba muy corto. Pero ahora lo siento más. Ahora siento que cercena sin misericordia las más valiosas cualidades de la persona, las que le darían la posibilidad de avanzar más seguramente hacia su felicidad. Veo en sus itinerarios numerosas trabas, tan dañinas como disimuladas.
¿Por qué razón me permitió el Señor crear una Fundación para ayudar a los alumnos con trabas especiales?
La razón aun no la sé, pero el procedimiento fue sencillo. Mi confianza en Dios fue aumentando en mi camino de conversión; y, dejándome llevar por ella, entendí que era voluntad de Dios que yo pusiera esa iniciativa en marcha. No me desvió nada del camino principal que yo seguía: el de mi matrimonio. Pero curiosamente, fue en el proceso de la descompensación que afectó a mi mujer donde me fue comunicado ese deseo de Dios. Sin detenerme a especular, ni a documentarme sobre el asunto, ni a hablar con gente experta en esos temas, me lancé con lo puesto a esa aventura. Y se me fue diciendo lo que tenía que hacer. El primer sorprendido fui yo mismo, pues todo me excedía ampliamente y todo iba saliendo bien, aunque, eso sí, con mucha cruz (que no es incompatible). El tema de la dotación inicial para fundar es ilustrativo. Yo no tenía ni un duro y me enteré de que se necesitaban 30.000 euros a fondo perdido. Lo que yo pensé entonces no me acuerdo ni es importante, porque lo verdaderamente asombroso fue que todo se iba realizando providencialmente -la imagen es la típica del que, según camina, se le van abriendo solas las puertas. Así, 'por casualidad', fue como me enteré de que había una excepción económica en la ley de fundaciones, según la cual bastarían 18.000 euros de patrimonio inicial, siempre que se aportaran informes económicos periciales que justificaran suficientemente que, con esa cantidad reducida, bastaría para cubrir los fines de la fundación. A esa 'puerta abierta' darían paso, pues, esos informes periciales, más los proyectos económicos completos, los presupuestos desglosados, y el resto de requisitos generales. Pero yo tenía una familia que atender y una situación delicada; y, para colmo, estaba absolutamente solo en esa aventura y aislado. Se me ocurrió entonces "copiar" de las hojas de explicación del gasto de la Comunidad de Vecinos que siempre me parecieron muy enrevesadas. Y aliñándolo con imaginación, funcionó. A la hora de depositar el dinero yo no sabía cómo lo iba a reunir y entonces me dice el notario que los dieciocho mil se podían pagar en cinco años. Desde que retomé mi vida cristiana empecé a donar el diezmo de mi trabajo para sustentar a otros hermanos y mantengo desde entonces esa costumbre. De modo que no tuve que realizar ningún desembolso especial para crear la Fundación sino simplemente dejar de colaborar con otras obras benéficas para sostener la mía propia.
El caso es que choqué con una incomprensión abrumadora, con algunas excepciones maravillosas. Después de tres años aun no tenemos local ni colaboradores, no hemos atendido ningún caso ni hemos recibido ninguna donación. ¿Ha pasado el tiempo en blanco? Pues no. En este tiempo el Señor me ha dejado ver cuánto dolor están padeciendo Él y su madre a costa de los Alumnos con Trabas Especiales.
He sabido de varios niños que habían sufrido abuso sexual, puntualmente o sistemáticamente. He estado muy cerca de los hechos en ocasiones, he visto con mis ojos el daño en los niños, he visto a los pobres que padecen este trastorno merodear ansiosos en torno a sus víctimas, a ellas las he visto con la inocencia amputada y he visto la pobre inocencia de sus padres incapaz de ver lo que estaba sucediendo con sus hijos. En algunos casos, jugándome la vida he denunciado casos concretos, primero a la Policía y después, al ser maltratado por ella, en los Juzgados. He reunido indicios suficientes para que las Autoridades intervinieran y, como no lo hicieran, denuncié ante la justicia a los responsables máximos de los Departamentos implicados.
En estas lides volví a experimentar lo que ya conocía de hacía tiempo por querer desempeñar mi oficio con rectitud: el acoso laboral. Y de nuevo arriesgando mi vida denuncié a mis superiores y a las autoridades por mobbing. 
Yo comprobé lo extendido y perverso que es el abuso de menores. Que de una sociedad que es incapaz de ver y atajar este tipo de males salgan niños con Trabas Especiales no tiene nada de extraño. Pero es que hay tantísimas otras situaciones de desatención o crueldad que les afectan, y que están truncando su normal desarrollo, que cada vez me admiro más de que Dios me haya llevado por ese camino.
En esas circunstancias que he descrito, el que iba a la Comisaria, al Juzgado de Guardia o a las Consejerías, era uno que afirmaba, contradiciendo toda la literatura científica, que se había curado de la esquizofrenia.
Si yo fuera una autoridad molesta por esas acusaciones, pondría a esa persona bajo vigilancia médica. Pero si estuviera al corriente de que lo que decía era cierto, procuraría ponerlo de los nervios para que los médicos confirmasen sus teorías y a él lo encerrasen.
Con sufrimiento al recordarlo, pero sobre todo con profundo agradecimiento a Dios que me dio la fuerza para no sucumbir, tengo que decir que fui efectivamente hostigado con saña para hacerme perder el control. Y de esa experiencia tengo que decir que los enemigos de la verdad, personas con nombres y apellidos, están por todas partes, saben lo que hacen y no toleran que nadie esté fuera de su control.
En la trepidante etapa que estoy describiendo fui víctima de estas personas también en el ámbito de la universidad. Tras ejercer como profesor asociado tres años, volví a ser seleccionado para ese puesto al año siguiente. Una burda treta administrativa, auspiciada por no sé quién, pero consentida por el equipo directivo de mi facultad, logró que esa selección oficial quedara en nada. En el tira y afloja entraron en mi clase y me desalojaron delante de los alumnos, y en esa casa y otras del ámbito de la educación, me evacuaron empleando a los guardias de seguridad, como si de un loco o exaltado se tratara. (He ahí el intento de derribarme).
Indignado por estos atropellos me dirigí un día a un abogado que en otra ocasión me había ayudado, pero para entonces ya no era mi amigo. Ese día, con la tristeza que me estaba tocando vivir en mi hogar, decepcionado y desanimado como estaba, me fui a dar clase al grupo de alumnos que tenía en la Laboral, chavales de diecisiete años desmotivados para el estudio y poco capaces de escuchar. Acostumbro a corregir en ellos las faltas de respeto y así lo hice en esa ocasión en que uno de ellos empleó una palabra gruesa. A otro le pareció una cursilería y se burló de mí con su compañero. Picado en mi orgullo, quise darle una lección. Hacía poco había comprobado casualmente que podía vencer en un pulso a alumnos de esta edad, cosa que desconocía totalmente. Así que me vino ese recuerdo en aquel momento y reté al alumno que me había hecho daño a demostrar quién de los dos era más hombre.
Se arremolinaron todos entre divertidos y expectantes en torno nuestro. Mientras comenzaba a tirar, recé con intensidad a Dios para que me permitiera darle esa lección a aquel muchacho. Y en ese momento mi brazo se quebró en dos.
A consecuencia de la operación me sobrevino una patología del nervio cubital que me privó del movimiento llamado "pinza fina", imprescindible en algunas acciones, como usar una llave, atarte los cordones o coger la tiza. Por esa razón estuve mucho tiempo de baja: Casi dos años. Pero no estaba en una situación regular. Cada vez que yo intentaba aclarar las cosas, enterarme, hacer valer mis derechos, me encontraba con la más hostil de las opacidades y la más enzarzada de las sendas. Mis intentos chocaban una y otra vez con una red amenazante destinada a hacerme perder los estribos.
Hay que decir que mientras duró ese largo proceso, recibí la gracia del cielo de poder narrar en un libro parte de mi biografía desvelando ya ese hecho tan señalado de mi curación. Tras recibir excelentes críticas de personas de reconocido y aquilatado juicio, quise publicarlo, pero entre muchos empresarios, no hallé a ninguno dispuesto a hacerlo. Finalmente, decidí pagar yo mismo los costes, y ni aun así vi forma de llevarlo a cabo, porque me pedían cantidades desorbitadas (más de 15 euros por cada libro). Yo no podía entender lo que pasaba. Finalmente, encontré un comercio que se ofreció a imprimirlo a un precio razonable y cerramos el trato. Les encargué 2000 ejemplares.
Una vez lanzado a publicar aquello, me ilusionaba pensar el bien que podía hacer con mi testimonio. Y como estaba próxima la Feria del Libro, apuré al comercio para que me lo sirviera a tiempo. Los días de la feria llegaron pero el libro no, entonces, con algún ejemplar encuadernado a mano, me busqué un hueco entre las casetas de Zocodover para darlo a conocer. Me prometieron que llegaría a tiempo, pero por aquel entonces yo estaba saciado de mentiras y de burlas. Y estando así, cierto comentario de una simpatizante (un ángel, que significa mensajero), me 'avisó' de que podrían surgir vicisitudes que impidieran que yo llegara a ver mi sueño hecho realidad. Esa noche me desperté lúcido y descansado muy temprano y tuve la certeza de que Dios quería que fuera a ver qué pasaba con mis libros.
Cogí el coche y me presenté en Málaga, cerca de Antequera, donde estaba la imprenta. En las oficinas me dieron excusas que no me convencieron, tratando de hacerme dar la vuelta de vacío. La vuelta la di, sí, pero a la nave. Simulando protegerme del fuerte sol me asomé a la planta. Había en aquel túnel de entrada una furgoneta aparcada. Estaba llena de cajas de cartón con el logo azul y blanco de la empresa. Eran dos palets. Hice un cálculo y hallé que el volumen coincidía con el encargo que yo había hecho. En esto llegó de afuera un empleado joven que al ver el vehículo preguntó asombrado: Pero ¿qué habéis metido aquí? Y es que era demasiado peso para una furgoneta como aquella.
Me quedé afuera hasta que salió la furgoneta. Aparcó sin que el conductor se bajase. Entonces me acerqué y mirando hacia el interior intensamente le pregunté al chófer que adónde iba. Como me dijera que al centro de Málaga, le pedí poder ir tras él porque yo no conocía la ciudad, pero se negó varias veces. Ese día comprendí que estaba entrando el juego en una fase muy peligrosa y tomé la decisión de pedir el alta e incorporarme al trabajo.
Lo que me había asustado era que mi persona estaba desapareciendo a nivel administrativo. A pesar de solicitarlo, la Consejería no me facilitaba el documento en que constara mi situación administrativa. Recibía la nómina de un trabajador que está en activo, pero estaba de baja. Llamaba a muchas puertas pero ninguna se abría. Había encargado y pagado por unos libros que podían no llegar nunca a mis manos y ¿a quién iba a reclamar? ¿Saben cómo terminaban mis denuncias? Para que se hagan una idea: En cierta ocasión me llegó una citación al juzgado al día siguiente de la fecha para la que me citaban, y había salido del juzgado el día anterior a esa fecha. La compañía de envíos, conocida por el nombre de Correos pero que es privada y nada tiene que ver con aquella noble firma, colaboró, me consta, en el juego de servir a toro pasado aquel comprometido envío. (Por eso en tiempo de elecciones me pongo a temblar con los votos por correo). Al regresar de Málaga me sentí como en el aire, sin protección ninguna; con un golpe más de viento podría rodar por el suelo. En aquellas condiciones, volver al colegio donde todos me conocían, y sabían que estaba de baja, era un modo de existir, estando entre ellos.
Cuando se cernió la noche sobre mi mujer se fue apagando rápidamente. Yo hice cuanto pude en conciencia para evitarlo, pero no pude. Predije el descalabro porque al comenzar a hundirse empezó a manifestar desconfianza hacia mí, y se lo advertí: Si sigues por ese camino acabarás desnortada, porque el matrimonio sólo subsiste cuando se conserva intacto el núcleo que lo constituye, que es la confianza mutua. Si ahí hay una grieta acabará entrando el agua en tromba y desmoronando la edificación.
Como tantísimos matrimonios, he experimentado el horror del desencuentro. Ahora sé cuál es el mecanismo por el que se rompen tantos. No hay razones objetivas. Cuando el ambiente socio-cultural ha suprimido las barreras al mal (infidelidad, vicios, subversión y perversión de los valores) y campea a sus anchas hasta arrinconar al bien, es muy fácil para el diablo confundir y engañar a las almas y separarlas.
Solamente puede una persona vivir dignamente su vida si entabla amistad con Jesús y la cultiva con esmero. En ese caso puede que consiga sofocar las asechanzas del maligno, cuidándose mucho de mantenerse así por la asidua oración, la práctica de las virtudes y la adhesión a los sacramentos. Si no, salvo intervención de Dios, su ruina está cantada.
La mujer, en un ambiente general de inseguridad e incertidumbre, es por naturaleza más proclive a sucumbir al acoso de los fantasmas, que no cejan en su empeño de asustar; y una vez que les abren la puerta es muy difícil para ellas cerrarla, y la vida para su marido se convierte en un infierno. Habiendo mudado su espíritu, pero permaneciendo con el mismo cuerpo, el hombre no puede entender por qué su mujer es refractaria a todos sus intentos de acercamiento. Y no sólo eso, sino que con sus incongruencias, exageraciones y distorsiones de la realidad, mezcladas magistralmente con momentos de "normalidad", tortura y enloquece de tal modo al marido que fácilmente deja entrar en él el odio y la repugnancia hacia ella. Porque permanecer a su lado se convierte en algo heroico. Aunque, tristemente, también puede ocurrir, y no es infrecuente, que a la caída de uno, en vez de la separación, lo que sobrevenga sea la caída del otro.
Muchos matrimonios no pueden entender de qué hablo porque ambos están alejados del buen espíritu; y su 'contrato' subsiste a condición de que sigan por ese camino de perdición. Sólo si alguno de los dos diese pasos hacia una vida más religiosa empezarían los problemas.
Ese espíritu bastardo al que me refiero es una fuerza disgregadora por naturaleza. Su razón de ser es dividir, y actúa continuamente. Alcanzado en su corazón el núcleo mismo de la vida, el matrimonio, todo se cae como las piezas del dominó, la sociedad entera. Porque como la manzana podrida, del matrimonio dañado pasa el daño a las instituciones, para descomponerlas también. Y es lo que estamos viviendo en estos momentos. Es como una invasión de marcianos disfrazados. Parecen "gente normal", pero son sicarios del mal (que ellos lo sepan o no, eso no importa), son esbirros del poder corrupto; están dominados por fuerzas que buscan dividir, y con ello destruir. Y con las vocaciones religiosas pasa otro tanto.
En cuanto a los niños, hay un mecanismo natural, el vínculo afectivo, que los liga a su madre para subsistir, de tal modo que si su madre ha renunciado a una vida santa, ellos quedan "afectados" por ese mismo espíritu de la falsedad. La proliferación de patologías entre los niños tiene este origen; es algo de tipo espiritual; y hurgar en el cerebro para buscar conexiones neuronales que lo expliquen es empezar la casa por el tejado.
En el panorama político se está librando una lucha por el poder espiritual. Cuando he visto lo del pulso de Sánchez y lo de que un recuento de votos por correo le daba un balón de oxígeno en el País Vasco, vi confirmado mi pronóstico. Con este apoyo hay gobierno, pero no más estabilidad, sino mayor división entre los españoles. Éste es el verdadero caballo de Troya, la división entre españoles para acabar con la nación de María.
Nos toca resistir; y las armas para ello son las de la Cuaresma: Ayuno, limosna y oración; y alimentarse con el pan (espiritual) nuestro de cada día.


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