DIOS

Cuando uno experimenta a Dios siente lo mismo que si contemplara su tesoro.

Muchos se asombran cuando dices que tienes certeza de la existencia de Dios, y sin embargo, para los creyentes, esto es de lo más normal.
Dios se comunica a sus amigos de muchas maneras e inconfundiblemente. Y pongo un ejemplo:
Si tú crees y vives sinceramente con arreglo a esa fe, no puedes no tener experiencias de encuentro con Dios, pues de lo contrario dejarías tarde o temprano de creer. El hecho de que esa comunicación sea de índole trascendental no es ningún inconveniente, siempre que estés dispuesto a seguir caminando. Y si lo haces, tu seguridad para con Dios, también irá a más. De tal manera que los signos de la presencia de Dios en tu vida se hacen connaturales con tu existencia, sin suponer ningún extrañamiento ni alteración. Mi esposa y yo fuimos testigos de un milagro en Fátima. Fue el 13 de mayo de 2011, mes y pico después de la beatificación en Roma de San Juan Pablo II. Por la vinculación de éste con la Virgen de Fátima, a la que atribuía él el milagro de salvarse del atentado en que le disparó Ali Agca y la trayectoria de la bala en su cuerpo se desvió sin explicación lógica, librándole de una muerte segura, en aquel 13 de mayo, al final de la Misa Internacional, se proyectaron unas imágenes del Papa Santo, y en ese momento apareció alrededor del sol un halo de luz para todos desconocido. Al día siguiente compramos el periódico local que en la Portada sacaba la foto y la noticia del milagro. Pero si bien estos grandes signos te ayudan a seguir creyendo, no bastarían a satisfacer la necesidad de comunicación de tu alma, que día a día reclama ese contacto de amor para seguir adelante con las dificultades de la vida. Y entonces suceden muchísimos otros signos más sencillos pero igual de eficaces para tu vida espiritual. Por ejemplo:
Hoy escribí yo un artículo en el blog de Fíate a propósito del creciente ambiente de tensión que se vive en estos últimos tiempos, y que recuerda demasiado al amargo episodio de la guerra civil que sufrieron nuestros mayores. Pues bien, en el rato de oración que hago a diario, en el que siempre leo la lectura de la Biblia que propone la Iglesia (no se confunda con las de la Misa, ésta otra a la que me refiero se lee en el llamado 'Oficio de Lectura', que es obligatorio para algunos miembros de la Iglesia), la frase explicativa introductoria de la Lectura decía así: "Ante el temor de la Guerra, el signo del Emmanuel". Y si efectivamente fue ese temor el que inspiró mi escrito, os podéis imaginar que esa lectura me hizo mucho bien, porque fue como si Dios mismo calmara mis ansias. Y por cierto, la primera parte de esa lectura, en la que el Señor le dice a Isaías cómo Judá no tiene que tener miedo de los dos reyes malvados -dos cabos de tizones humeantes (la ira)- que la amenazan, termina con la siguiente sentencia por parte de Dios:
"Si no creéis, no subsistiréis".
(Me daban ganas de enviarles la lectura a los de Hazte Oír, que piden dinero para combatir a ese enemigo furioso que amedrenta a los cristianos).
Pues esto os cuento y os invito de todo corazón a creer pues es una vida que no tiene color con la otra, y os lo digo yo que conozco las dos. Buenas noches.

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