LAS GUERRAS PÚDICAS

Hermano, busca la paz y corre tras ella.

Acabo de ojear la prensa. Un titular decía: "La política es la guerra". Asumimos que el periodista está usando una metáfora... pero no, el sentido es literal. 
Al mes de morir Franco cumplí 14 años. Mi mirada del mundo va a estar configurada por ese hecho histórico y mi biografía corresponderá a la generación de un demócrata español
Hay en ella un trauma en el principio, una lucha abierta por hacerse con una parcela de poder. Tras unos años de engrasar la máquina nos instalamos en el progreso del 'cambio socialista'. Vino Felipe para hacernos europeos. ¡Qué bien lo recibían! Y vivimos años de vacas gordas, sin trabajar. Una etapa lo bastante larga como para que olvidáramos que la vida es algo más que el vientre... Y así, narcotizados por los mercaderes, nos cayó encima el yugo de hierro. Ahora, aunque aparentemente seguimos más o menos igual, de puertas adentro todo ha cambiado mucho. Y la diferencia se aprecia muy bien en los rostros de la gente, en los que la expresión se ha trocado de dichosa en sufriente.
En el doscientos y pico antes de Cristo, comenzaron las Guerras Púnicas, entre Roma y Cartago, que luchaban por la hegemonía del Mediterráneo occidental y la cita que vi en la red terminaba así: "La derrota aplastante de Cartago (146a.C.) supuso un punto de inflexión que provocó que el conocimiento de las antiguas civilizaciones mediterráneas pasara al mundo moderno a través de Europa en lugar de África."
Entiendo que tuvo gran importancia ese cambio de enfoque de la historia. Sucedió además a las puertas del acontecimiento de la encarnación del Hijo de Dios, verdadero y definitivo gozne de la Historia, pues a partir de ahí, el progreso sólo existiría en el acercamiento de los pueblos a la Verdad revelada. Y en este contexto, después de dos mil años de tiras y aflojas, nos encontramos con este tiempo nuevo. Ya ni siquiera hablamos de post... algo, pues no hay referencia, sólo hay... suspense y miedo. A esto lo llamo yo las Guerras Púdicas.
En la cumbre de la 'sociedad del conocimiento' es obsceno el derramamiento de sangre. Somos seres hipercivilizados y nos hiere el abuso... hasta el de los animales. Pero esa sensibilidad ética es epidérmica. Cuando el conflicto nos toca en lo personal, desaparece la piedad y nos transformamos en lobos. Porque somos seres heridos por el pecado y por tanto estamos 'tocados' en el centro neurálgico de nuestras decisiones, el que nos podría salvar de la violencia contra los hermanos; esto es, el corazón, la capacidad de amar sin condiciones -que es en realidad la única forma de amar.
Esa límitación es una experiencia humana común y nos enfrenta con nuestra radical indigencia, con nuestra necesidad de redención, de ayuda de Dios para alcanzar el fin de nuestra naturaleza, el fin para el que hemos sido creados, la felicidad (independientemente de que una parte de ella tenga que realizarse aquí en la Tierra y otra en el cielo).
La soberbia que causó la herida que nos limita la felicidad sigue actuando hoy: la vida es el escenario del combate entre la aceptación de la ayuda 'exterior' y nuestro yo que se niega a obedecer. Pero como hay también un 'yo colectivo', digámoslo así, estamos siempre abocados a sufrir imposición. Hipertrofiado el culto a la razón, las cosas del corazón han ido quedando aparcadas. Y a partir de ahí se entiende que lo propio de estos emergentes tiempos es la ocultación del quicio que dejó abierto el gozne del que antes hemos hablado, por el que entró el magnífico progreso de la Civilización Occidental. Y toda la acción política de hoy va dirigida a ese fin.
La calamidad que nos aflige hoy es que todo lo que pudiera revelar la frustración de las personas, el fracaso del proyecto racional moderno, está rigurosamente proscrito por una legislación impresa en nuestras mentes, esto es, por la dictadura de lo políticamente correcto. No se puede hablar del dolor moral, de tu miedo al futuro o al presente, de las injusticias que ves a tu alrededor, de lo carente de sentido que te parece la vida, de la violencia que llena el vivir cotidiano, de la mentira que es la ayuda que se te ofrece, del drama de tu vida personal, de la podredumbre de lo que se da comunmente por bueno...
Se podría decir en verdad que la política de hoy está en guerra contra los ciudadanos. Pero como una presa tiene sus límites y un exceso de presión la pone en riesgo, así también la presión que recae sobre los ciudadanos es tan grande que, para evitar desórdenes, se nos están abriendo aliviaderos -como VOX- de modo que se pueda seguir con ese siniestro proyecto de crear un mundo en el que Jesús no ha nacido ni ha resucitado para nuestra salvación. Un proyecto éste que nos condena a vivir en guerra unos con otros sin que nadie lo sepa, porque sería obsceno. Guerra que, por púdica, es mucho más letal, pues los muertos no computan como caídos en combate, y así se multiplican los odios.
Atrévase usted a ser un poco como es y entenderá a la perfección lo que estoy diciendo.
Que SÍ, que hoy más que nunca estamos en guerra -Dios no permita que nos veamos en la piel de los que la causan- y que es necesario tomar conciencia de ello para que podamos buscar la paz. 


























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