EL CULEBRÓN

Urde el malvado planes homicidas, pero una fuerza de lo alto los desbarata.

Santiago apóstol, "el hijo del trueno", trajo la fe a España, según la tradición. A orillas del Ebro, como Elías bajo la retama, quiso renunciar a su misión por la cerrazón de nuestros paisanos, y fue entonces cuando, estando aún en carne mortal, la Virgen María se le presentó sobre un pilar para levantarle el ánimo.
Ayer celebramos la Fiesta del Pilar. Al final de la tarde se oscureció el cielo y se abrió de pronto para dejar caer una lluvia copiosa sobre nuestros campos, después de muchos meses de sequía. 
Una muestra sin duda de la predilección de María por España. Y una muestra de ánimo a los que tomamos parte en los duros trabajos del Evangelio en esta tierra de dura cerviz.
La 'quijotada' de denunciar aquellas guías del Instituto de la Mujer que incitaban a niñas de doce años a practicar sexo sin reparo alguno me apeó del caballo de las aulas va a hacer un año. La Delegación Provincial puso en danza al médico de trabajo Ull Barbat, que me retiró de las aulas por "ser yo un peligro", sin que ni éste ni Educación hayan querido darme hasta la fecha razones para haber adoptado una medida tan rigurosa. Reclamé a la Inspección de Trabajo y SS, pero han pasado ya tres meses y no se han pronunciado. En este tiempo he sido llevado dos veces ante el tribunal de incapacidades, el EVI, pero en ambas ocasiones han desestimado mi jubilación.
Desde el principio estuvo viciada la actuación administrativa. Yo había pedido una mejora de mi puesto de trabajo en base a problemas con la voz, y con esa excusa me hicieron ir al médico para no dejarme ya volver al aula. 
El galeno en cuestión me trató desde el principio como si yo fuera un paciente síquico que no reconoce su enfermedad y al que hay que obligar a medicarse. Y fue inviable todo diálogo. Él aducía que tenía informaciones que avalaban su opinión y como se negaba a decir cuáles, no había diálogo posible. Así lo comuniqué al Sescam, a Sanidad y a Trabajo, y en algún cajón tendrán mi relato...
Intenté apoyarme en el Dr. Goenechea, quien diez años antes, en un momento de gran bendición de mi vida, me había retirado con éxito la medicación de mantenimiento que llevaba años tomando, pero declinó atenderme por motivos profesionales. Acudí entonces a un reputado siquiatra de Oviedo, Catedrático, Jefe de Servicio, Miembro del Consejo Nacional..., Presidente Honorífico de la Asociación... y un ciento más de cargos que sus 68 años llevan con holgura, y éste dijo desde el principio que mi salud era excelente y que estábamos ante el típico caso de un problema administrativo -mi "perfil innovador", se entiende- que se quería resolver haciendo uso de una enfermedad que yo había padecido cuando hacía la mili. 
Tuve que visitar a este médico varias veces porque el Dr. Ull decía que su informe no le servía; que yo tenía que medicarme sí o sí. Entremedias había estallado la calumnia que hizo saltar por los aires los palos del sombrajo de mi casa, amenazando seriamente con aniquilarnos. Y en vista de las circunstancias y por salvaguardar a mi familia, le dije al médico de Oviedo que me recetara de modo indefinido un mantenimiento, a ver si así se calmaban los vientos.
Con esa prescripción, y con el dictamen del EVI que me obligaba a seguir trabajando, me presenté este curso ante el recién nombrado Delegado Provincial, que lógicamente vio la necesidad de reincorporarme. Esperé y esperé; pero llegando octubre seguían sin llamarme. Los de Seguridad de la Delegación ya no me permitían subir a los despachos y yo no sabía qué más podía hacer. Entonces se me ocurrió vocear en el hall que estaban cometiendo conmigo un atropello por motivos ideológicos; y en ese mismo plan me fui al día siguiente al martes como "hombre bocadillo" con un cartel que ponía "Page, Page, ¿por qué me persigues?" Y mira tú por dónde funcionó el invento. 
Al tercer día me presenté en la Delegación y la Asesora para Género, Desamparo, me atendió inmediatamente. Me pasó con el Delegado, a quien ella asesora, el cual me entregó solemnemente una instrucción según la cual yo tenía que hacer todo lo que me dijera el Dr. Ull, so pena de incurrir en falta muy grave.
Me obligaban así a someterme mensualmente a la inyección de un concentrado de neurolépticos, lo cual era la única forma admitida por el mencionado facultativo para devolverme a las aulas. Y para que no pareciera cosa de aquí, el mismo Dr. Ull Barbat se ofreció a hablar o a escribir al siquiatra de Oviedo para que lo suscribiera.
Abrumado y asustado por el cariz que estaban tomando las cosas, se me presentó en el recuerdo la última visita al Dr. Bobes, el dos de septiembre. En aquella visita, después de verme y oírme me dijo que me encontraba bien, y con buen aspecto. Yo le recordé las pretensiones del Dr. Ull de disponer de un tratamiento para mí y de un médico que me hiciera el seguimiento, y él escribió su informe. Al entregármelo, bien dobladito, le pregunté si contenía alguna novedad y me respondió que no. Por prudencia le eché un vistazo y se me dispararon todas las alarmas al encontrarme con lo siguiente:
"El paciente se compromete a hacer escrupulosamente todo lo que le manden las autoridades o las personas que ellos designaren, etc. etc.", cosa que ni por asomo se había hablado en la entrevista... Lógicamente lo rehusé y le pedí que redactara otro ajustándose a los hechos. Y me quedé con aquel cabo suelto... Al verme ahora con la soga al cuello, he caído en la cuenta de que su extremo se conecta perfectamente con el Dr. Bobes.
En definitiva, obedeciendo órdenes, Desamparo movió los hilos de la marioneta pluricondecorada de Oviedo, para que bailara también al son lúgubre del rodillo ideológico que devasta a España. Pero la mujer se ha hecho un lío con esos hilos y, una vez más, ha quedado al descubierto su trampa...
Siempre queriendo acabar con el toro de España, los matarifes han dado en hueso duro, como si de los nobles huesos de Don Quijote se tratara; el cual por cierto, por más que hubiera transitado por la calle de la amargura, esa amargura, por pura gracia de Dios, se le habría de convertir en paz en el mismo lecho de muerte, recobrando antes de morir una dulce cordura.
Porque los cristianos llevamos nuestro tesoro en vasos de barro, para que así se manifieste que una gloria tan grande no procede de nosotros... y por eso nos derriban pero no nos rematan; estamos acosados, pero no desamparados... y por todas partes llevamos el morir de Jesús en nuestro cuerpo, para que así se manifieste también en nosotros la Vida verdadera que sólo Él da.

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