LA ESPAÑA PROMETIDA

Por sus frutos los conoceréis: ¿es mejor la cosecha actual o la del 76?
(Ver enlace a pie de página)
(Tras 40 años de desierto, Israel entró en la Tierra Prometida. Tras 40 años de franquismo, España entró en la 'libertad democrática'. Y tras 40 años de ilusión democrática, estamos entrando en un túnel; no quiero imaginar adonde iremos a parar como Sánchez no deje el mando.) El túnel del PP  
Es significativo que este blog, creado para dar a conocer una fundación educativa, lleve años tratando de cuestiones político-sociales. La razón es que en este tiempo está teniendo lugar de un modo sigiloso pero veloz, un cambio de las bases de convivencia en España, que conduce al fin de la democracia y de toda posibilidad de ser protagonista en la vida social y cultural del país. Esta inquietante coyuntura obliga a poner en segundo plano la acción educativa directa de la fundación para alinearse en la defensa del sumo bien social que es la libertad, aunque, paradójicamente, la raíz de esta mala situación que estamos atravesando sea el descuido de la formación humana de sus gentes.
Un hombre, un militar excepcionalmente dotado, ante la incapacidad del gobierno para contener la barbarie desatada en el pueblo, desencadenó, como un deber moral, un conflicto bélico civil, y salió vencedor. Su valía y las circunstancias lo elevaron a Jefe del Estado y su gestión trajo al país un largo periodo de paz y crecimiento reconocido por la mayoría, y confirmado por el admirado proceso de Transición y de madurez democrática que tuvo lugar a su muerte. Hace poco, unos gobernantes, del mismo partido que aquellos que no dudaron en atribuir a agentes provocadores de derechas la destrucción de 160 iglesias y el asesinato de muchos curas y monjas en los últimos meses de la República, han sacado de un templo católico, consagrado a la reconciliación entre españoles, los restos de aquel líder, considerando que no tenía derecho a estar en un lugar destacado 'el que tanto mal había hecho a España'.
Franco ganó una guerra y gobernó 40 años, dejando al país en óptimas condiciones para convertirse en una democracia moderna. La guerra es la guerra y obedece siempre a la sinrazón. Los años que precedieron a la nuestra fueron nefastos, y, meses antes de su estallido, ya se mostraba ineludible. No había una democracia ni cosa parecida en España. Había un pueblo de gente ruda con duras condiciones, sometido a la propaganda revolucionaria; un pueblo que era un polvorín que, de hecho, había empezado a estallar en varios focos en el 34 dejando 1.500 muertos. La impiedad inherente a la intentona rebelde que se abortó era de un tenor muy parecido al de "Al final, en el S XX, cien millones de ajusticiados por 'la causa'... para nada". Franco, en lugar de permitir que España se deslizara por esa pendiente perversa, instituyó un orden estable con muchas cosas buenas, y para ello reprimió a muchos de los que podían volver a las andadas. 
El compensar el sufrimiento de las personas más perjudicadas por la guerra es algo humano. Aunque en democracia se legisló esta ayuda, entiendo que en la política social de Franco no se excluía de sus beneficios a ningún español. Por poner un ejemplo, los hijos de los combatientes con capacidad para estudiar podían hacerlo en óptimas condiciones en las Universidades Laborales repartidas por toda España, y fue un ascensor social muy eficaz. Y en otras muchas cosas lo mismo. (Y ahora, ¿cómo se reparten las ayudas, y como revierten en bien del país?)
El templo de la reconciliación nacional fue hecho por Franco. Y él no se enterró a sí mismo en él. Pero una vez allí, no es de recibo sacarle, aunque se pueda exigir que no haya expresiones políticas partidistas en aquel entorno. Y, de hecho, así venía sucediendo hasta que la imprudencia de Sánchez provocó innecesariamente la indignación de una mayoría de españoles de todos los signos, que valoran más la paz que la venganza.
En cuanto al fondo de la cuestión, hay una perversión latente y altamente dañina en esa acción del ejecutivo. Que SanchiCalvo decrete unilateralmente que nuestro país debe renegar del Gobierno de Franco excede de sus competencias, y es una afrenta, no solo a los 'franquistas', sino a España entera. ¿Quién se atreve a sostener que el caos previo a la guerra era más legítimo que el orden establecido por los que la ganaron? A fin de cuentas, la política trata siempre de la viabilidad de un proyecto de convivencia, y el de la República fue mal desde el principio, y siguió yendo a peor. Por todo esto, profanar un templo católico y ofender a millones de españoles que vertieron su sangre por España, y a sus descendientes, que jamás aprobarían ese acto vil, y hacerlo en nombre de la ley, es una perversión equivalente a inocular un germen mortífero en las venas de nuestra nación, que, con tamaña arbitrariedad, queda muy tocada para una convivencia en paz.
Como fruto de la bruticie sembrada por todos los gobernantes de la democracia, los de ahora, 'revestidos de un poder de lo alto', acaban de oficiar a los ojos del mundo el primer ritual de 'la nueva religión oficial de España', y lo han hecho profanando un templo católico y la tumba de un Jefe de Estado reconocido como benefactor por millones de españoles. A partir de ahora, las leyes dimanarán de ese poder omnímodo-tiránico que ha impuesto la barbarie como norma, sin encontrar resistencia.
Pío Moa sitúa en Zapatero el antes y después de la Transición. Yo también veo, y así consta en este blog, que tras el atentado del 11-M de Atocha, en aquel ascenso contra pronóstico del PSOE al poder, cambiamos de época política. Es posible que fuera entonces cuando nuestra cosa pública dejó de ser nuestra y dejó de ser pública; España perdió definitivamente su soberanía, y a día de hoy sigue sin recuperarla. 
Lo que vino después fue crisis, intrigas, vacío de poder, atrofia de la ciudadanía, siembra de cizaña, más corrupción, hostigamiento a los honestos, pactitis obscena, envilecimiento parlamentario, dilapidación del erario público, y desprecio a la verdad y a los ciudadanos. En resumen, una política abominable dirigida a la destrucción cívica en vez de al bien común.
Quince años después de la llegada de Zapatero tiene lugar la exhumación de Franco, que, disfrazada de acto electoral, es en realidad el hito clave en la involución largamente planeada para el 'Proyecto España'. Sólo en la enajenación de nuestra identidad más honda podría imaginarse un hecho socio-político como éste.
¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo llega alguien a perder su identidad? Se necesitaría perder la memoria, lo cual puede suceder por un trauma o por desgaste; en nuestro caso, por ambas cosas.
A pesar del cambio de época que inauguró Zapatero, afirmo que ni él ni Sánchez han podido idear un proyecto tan siniestro como el que nos está atornillando, y que empezó, de hecho, antes de la llegada del primero al Gobierno. Me inclino a creer que España sigue siendo un enclave estratégico para esos iluminados que siempre hay, y que siembran la Historia de tragedias... los que alumbraron la Revolución marxista y hoy sufragan el marxismo cultural  (la lucha de sexos) y que llevan en el ADN la enemistad con Dios; aquellos que, desde los primeros tiempos del cristianismo, han estado empujando para derribar de los altares al Único digno de ellos, al Dios y Hombre Verdadero, Jesucristo, y para los que España importa principalmente por su esencia católica. En este sentido, el ataque que la figura del Caudillo Franco viene sufriendo en los últimos años, está directamente relacionada con esa fundamental razón por la que España es atacada desde dentro y desde afuera.
El PSOE con González inició la marginación de la sana crítica democrática muy astutamente, liando a la derecha en el bucle de la 'indiscutida superioridad cultural de la izquierda'. En ese tiempo, la incipiente bonanza económica afianzó la mordaza, pues la modorra de la 'dolce vita' no invitaba a la contestación. Zapatero puso luego las bases legales para esa doble acción de acoso y derribo de nuestra identidad con las leyes de Memoria Histórica y de enfrentamiento de sexos, y con un mandato espurio, partidista y pródigo, que expolió las arcas hasta el mismo día en que los españoles se despertaron en un país en ruinas. Con tan brutal sacudida se nos embotó media cabeza; y con la confusión que se instaló a continuación en todas las esferas sociales, la otra media.
La crisis fue un golpazo cuya causa se desconoce, como se desconoce también quién les daba su autoridad a aquellos señores de negro de cuyo juicio dependía que en nuestros hogares se comiese o no; pero está claro que hubo una intervención externa en aquel repentino desplome que sufrimos. Cualquier explicación del hecho es un cabo que nos mete en un enredo, del que lo único que, con toda seguridad, sacaremos en claro, será un dolor de cabeza. 
Habiendo sucedido Rajoy a José Luis Rodríguez, el gallego nos sacó adelante contando con el colchón de virtud en que se apoya España. Pero mientras unos nos esforzábamos, noble y solidariamente, por superar el bache, otros, durante la noche, sembraban cizaña. 
En los años recientes, en una población ya masivamente aturdida por la vida muelle 'decretada' desde Bruselas, la popularización de los móviles extendió el vicio y la corrupción entre nosotros como una mancha de aceite, y, al mismo tiempo, la agitación recién instalada en todas las esferas de actividad, con la cobertura de la mordaza de lo políticamente correcto, provocaron el desconcierto y la parálisis de las voluntades. En ese contexto amenazador, la precariedad económica, el abandono intencionado de la formación humana en el sistema educativo y su asalto por agentes externos perturbadores, el relajamiento del orden de todo tipo, la promoción de la cultura anti-vida, la persecución de la virtud, la incentivación de la falsa religión, la degradación institucional -visible en la práctica desaparición de los tres poderes-, y unos medios de comunicación bastardos al servicio de los enemigos de la verdad, posibilitaron el embrutecimiento, el debilitamiento extremo de la razón y de la memoria de la ciudadanía, y, con ello, el brutal asalto final a la paz, al derecho y al sentido común perpetrado en el acto de exhumar a Franco.
La ciencia histórica indaga la verdad rastreando los hechos del pasado, y así contribuye a edificar un futuro mejor. Lo que han hecho con Franco equivale a una condena simbólica a muerte de todos los que en la guerra y en los cuarenta años posteriores acordaron conjurar el peligro de caer en la miseria del comunismo de la Unión Soviética. Como consecuencia, los que rechazan igualmente al actual sucesor de aquel contubernio, están muertos por decreto para este régimen y serán perseguidos por ese rechazo.
Si le preguntamos a cualquier votante del PSOE de menos de 55 años por qué se exhumó a Franco, nos dirá que fue un dictador asesino que se impuso por la fuerza a un régimen democrático; que tuvo al pueblo maniatado por el terror, y bajo cuyo mandato no había libertades.
Siguiendo ese guion, lo primero que chirría es lo del régimen democrático de la II República. En los seis meses anteriores al levantamiento, España se vio sumida en un sangriento caos -descrito en antológico discurso por Gil Robles- del que se desprende que, por encima de todas las faltas que condujeron a la Guerra Civil, sobresale la de una fuerza revolucionaria contraria a Dios, de cuya determinación en alcanzar sus objetivos da cuenta el asesinato del líder de la oposición parlamentaria tres días antes del alzamiento militar.
La mayoría de las personas de edad llegamos a comprender que la salud social no depende tanto del tipo de régimen como de la calidad de éste. Y esta opinión viene avalada por la Historia. En este sentido, es infantil el argumento de que Franco "destruyó algo bueno para poner algo malo". Mi propia experiencia, y es para mí un deber moral decirlo así, es que el actual régimen político viene erosionando desde su inicio la convivencia en paz, la integridad personal de la ciudadanía, y las posibilidades de desarrollo individual y colectivo, en definitiva, el bien común; y aunque yo solo tenía catorce años al morir Franco, tengo la certeza de que esas tres deseables condiciones sociales no fueron peor servidas en tiempos de la llamada dictadura de lo que  lo son en la actualidad.
Otros, con la autoridad de su saber, dan cuenta de que la exhumación de Franco ha sido un engaño sociológico de extremada villanía y gravísimas consecuencias. Los villanos autores se hacen pasar en ese acto por representantes de los demócratas y víctimas de la violencia irracional de un grupo que aún tiene peligrosos seguidores entre nosotros, y que se opone a las reglas democráticas. La impostura y el fraude son evidentes: autoproclamarse ellos 'los buenos', y silenciar a millones de españoles manipulando la verdad histórica con potentes medios de propaganda reunidos ilícitamente.
SanchiCalvo* y compañía son para Pío Moa 'continuadores del Frente Popular'. En realidad, el historiador nombra de otra manera esa tradición del mal que yo antes he descrito como un ente perverso, y que llega hasta nuestros días con las mismas características que en vísperas de la guerra civil. Es curioso, porque ni todos los que formaron parte activa de aquel frente eran 'cien por cien malos', ni el resto 'cien por cien buenos', pero un movimiento que, buscando acabar con la injusticia humana, segó la vida de 100 millones de personas, y condenó a muchas más a una existencia gris y sin esperanza, y cuya influencia en la violencia de aquella pobre España está más que datada, no puede ser secundado hoy sin incurrir en falta moral grave. Y, expulsando los restos de Franco del lugar donde yacían, el PSOE de hoy reconoce y se hace cómplice de aquellas matanzas masivas cuyo solo recuerdo es causa de oprobio y vergüenza para la raza humana.
*[Muy osada, gestionó Calvo en Roma la carta blanca del expolio nacional; la perversidad de su acción obligó a poner a cubierto su persona, retirándole la cartera ministerial; y tan solo ahora, dos años después de aquel julio del 21, arrasada y cautiva España, la Agenda premia con el título de 'Abanderada del NO al género' a la heroica Generala Calvo]

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