PASABA POR ALLÍ

Suscribo totalmente la frase de Julius H. Groucho, en su sentido trascendente, claro. Es hora de vivir la fe de verdad, porque para pasar el rato encuentro muchas otras cosas más edificantes que ir a la iglesia.
La ley natural «no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado al hombre en la creación" (Santo Tomás de Aquino). Si se suprime del derecho natural la referencia a Dios, ninguna sociedad se puede sostener por mucho tiempo, pues la ley del más fuerte es la única alternativa posible. Eliminada la autoridad de Dios, la muerte está servida.
Mi temor actual ha ido aumentando parejo a mis vivencias de fe. A medida que mi práctica religiosa me ha ido trayendo persecución se me ha ido iluminando la realidad. Como a los de Emaús, a medida que caminaba con Jesús se me iba abriendo el entendimiento para comprender las Escrituras; que es como decir comprender la vida. Y ya veo con total claridad que si no predicamos el Evangelio, hasta derramar la sangre, la catequesis del mundo se ganará las almas. 
"No os ajustéis a este mundo; antes bien, transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que conozcáis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada."
Y a propósito de esto, hay actitudes dentro de la Iglesia que no pueden agradar a Dios. Me es amargo decirlo pero creo que es bueno que lo diga.
Hace cosa de un año vino a Toledo a dar una charla el portavoz de los obispos. Fuimos invitados a escribir nuestras preguntas para que él respondiera algunas al término de su discurso, pero quiso la providencia que quedara en evidencia la falta de veracidad de esa invitación, pues el moderador se lió y desde el micrófono se dirigió al ponente y a su acompañante para cerciorarse de que la pregunta que iba a leer era la que habían pactado previamente. 
Si el portavoz de la Iglesia Oficial no estima importante ser veraz con el pueblo fiel, yo no quiero pertenecer a esa Iglesia. Asi mismo, hay muchas personas en Toledo -que de uno u otro modo obtienen un beneficio material de su pertenencia a la Iglesia- que anteponen la obediencia a la curia a la obediencia a Dios. 
Una cosa es que los hermanos compartamos nuestros bienes entre nosotros y otra muy distinta que el reparto de los bienes no sea ni justo ni transparente. Y algo peor todavía es que se esté premiando precisamente la parcialidad de algunos. 
Me he llevado muchas decepciones y desengaños con los cristianos, sobre todo con los que caminan conmigo en Toledo, que son los que más conozco. Como por ejemplo ser rechazado por ellos y tener que preguntarles yo directamente si habían visto en mí algún comportamiento antievangélico que justificara su distanciamiento. El solo hecho de tener que tomar yo esa iniciativa ya es una muestra de que la falta de caridad estaba en ellos antes que en mí, pero en las respuestas que me daban se traslucía que su comprensión del recto obrar era, como mucho, del Antiguo Testamento, pero no evangélica. En ese vacío que me vienen haciendo mis propios hermanos -algo que, como le pasaría a cualquier cristiano, me duele mucho más que toda la violencia que hacen contra mí los no creyentes- comprobar que altos representantes de la curia, como aquel acompañante del que antes he hablado, dan credibilidad a falsos cristianos, cuyo perfume mundano los delata a la legua y se avienen a secundar su falsa moral y su juego de acciones indignas, es un escándalo para mí y para cualquiera que se tome en serio su fe católica.
Ahora que estamos entrando en un túnel muy oscuro, conviene que nos cercioremos bien de quién son nuestros acompañantes, pues en el aprieto es mejor estar solo que mal acompañado. En la soledad, desde luego, se hace presente y fuerte Jesús, nuestro fiel amigo. A Él la gloria y la alabanza por siempre. Amén. 

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