SUTILEZAS

Es extraño: Por un lado entiendo la vida como compartimentada, y por otro la vivo como una corriente torrencial donde todo está mezclado. También experimento a menudo que lo que un día me resulta insufrible, al otro me parece totalmente llevadero. 
La primera reflexión me da pie a pensar que mi 'yo' no puede prescindir de los demás de ningún modo. Por ejemplo, ahora que el río de la política baja turbio, por desconocidas razones me veo afectado de lleno por esa 'impureza', de tal manera que todo me es más engorroso. Es como si el ser hombre consistiese en ser social, y al estar 'enfermo' lo social se resintiese lo individual, aunque uno esté 'sano'.
Para unos la sociedad es un hecho evolutivo que se regula por acuerdos entre los individuos, y algunos de estos sienten el 'Derecho positivo' como algo en cierto modo sagrado. Otros creemos que somos imagen de Dios y por tanto 'comunitarios' (como la Trinidad). Pero unos y otros damos por descontado que somos seres sociales. Este hecho implica que, bien por la obligación subjetiva que suscita la Ley Social, o bien por no traicionar a Aquel a quien amamos y que con su Amor nos da la vida, unos y otros tendemos a 'portarnos bien'. Sin embargo, algo nuevo está apareciendo en nuestras vidas que hace que este axioma, que ha venido gobernando el mundo hasta hoy, esté difuminándose.
Bien porque la ley escrita se ha prostituido por el amor al dinero o bien porque la fe está sucumbiendo al asedio del poder económico, el caso es que es difícil encontrar algo sólido donde cimentar relaciones sociales estables y duraderas, en una palabra, fiables.
Todo el mundo miente, con lo cual, no hay cohesión social. El aglutinante de una sociedad debería ser la confianza mutua; aunque fuera meramente por sentido de supervivencia -para los que solo aspiran a una vida perfecta aquí en la Tierra- o, en el caso de los religiosos, por eludir el castigo eterno.
Pero eso tan elemental también está fallando.

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