ALARIDO DE GUERRA

¡SHEMÁ, ESCUCHA, PUEBLO DE DIOS! El Señor es sólo uno, a Él sólo adorarás

Hubo un personaje, de nombre Matatías, que se vio en una situación como la presente, perseguido por su fe. Se reveló contra el tirano y se unieron a él otros fieles, y también muchos que sin ser creyentes se veían por distintos motivos acosados y apurados en su existencia. Sé que esto también se da hoy, que hay gente que se ve de pronto acuciada por un montón de problemas con los que no contaba y que le superan. 
A todas estas personas me dirijo, a los que ven peligrar su profesión de fe y a los que ven peligrar su vida, que creían llevar rectamente.
El fondo del asunto es el mismo que el que puso en pie a Matatías: la impostura que traen los cómplices de la mentira; una forma de vida que no se puede admitir, por su impiedad. 
Muchos, acostumbrados al autoengaño, no creen posible que haya otra salida, como si Dios permitiera que les llevaran al matadero, y se dan a sí mismos otra vuelta de tuerca para adaptarse, pero sellando su propia condena, porque no se puede vivir de espaldas a la verdad; a todo lo más, se prolonga la agonía.
El momento es apremiante. El parlamento ha quedado convertido en una pantomima que nos sale carísima, y que causa estragos entre la pobre inocencia de la gente... Se les ve con el barbijo por la calle, con una mirada triste... y los movimientos lentos, apagados... como muertos en vida. Arrastran la condena de creer las mentiras de los que sólo  buscan hacerlos esclavos contándoles fábulas, aprovechándose de su inocencia. ¿Cómo se puede defender a ningún político? Todos nos han traicionado muchísimas veces... y en el momento actual son realmente una casta intocable, ninguno sirve al pueblo.
Esto es una alerta, una llamada a un movimiento de emancipación política, un ponerse en pie frente al tirano. Hombres somos todos, al fin y al cabo, los ricos y los pobres, vulnerables todos y, estoy firmemente persuadido, mucho más débiles los que se creen fuertes, seguros en su poder material. 
Mi experiencia es haber sido sacado de las arenas movedizas de una vida sin sentido y ser puesto sobre la roca que es Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Toda mi vida desde entonces consiste en comprobar que la palabra revelada en la Biblia es veraz cien por cien, que todo lo que dice de la vida se cumple al pie de la letra. Y obviamente, que vivir con arreglo a esa verdad termina con todos los miedos, todos los odios y todas las tristezas que merman la calidad de nuestra vida.
Y como a esto no puedo renunciar y además lleva aparejado el compromiso de darlo a conocer, hago este llamamiento a levantarse y ponerse en camino, siguiendo, con total confianza en la victoria final, al abanderado, al Dios que hecho hombre para ser Rey y testigo de la verdad, nos llama para salvarnos de todas las formas de muerte que nos amenazan.
El margen de maniobra parece muy escaso; el enemigo se nos antoja inexpugnable; pero a veces se abre una pequeña brecha por la que se puede intentar el asalto. Viéndola, y preguntándole a Dios en la oración si es misión tuya ese abordaje, se puede ir avanzando.
Dios sabe que somos frágiles, y provee a las necesidades de cada uno; sólo hace falta creer. El recorrido de salvación parte siempre de esa determinada determinación de creer; los otros recorridos, muchos de ellos documentados por los santos sabios que en el mundo han sido, aparecerán en su momento ante nuestros ojos como conocimiento que Dios nos suministra para progresar personalmente y como pueblo de Dios. Lo que no es conveniente es ir a los sabios sin invitación de Dios. Dios ante todo; y lo demás se nos dará por añadidura.
Los que no participan de este conocimiento de los 'iniciados', se beneficiarán igualmente de marchar bajo el pabellón de Jesucristo. 
El pueblo de Dios caminó por el desierto 40 años antes de poder entrar en la Tierra Prometida. Llegó a la próspera Jericó y envió espías para saber como asaltarla; descubierta su presencia, una prostituta los escondió convencida de que iban a ser los nuevos ocupantes de la ciudad; ¿fe?, pues en cierto modo sí. Josué, acampado a las afueras, recibió de Dios las órdenes precisas para el asalto: una vuelta a la ciudad seis días y al séptimo 7 vueltas, después toque de trompetas, alarido de guerra y asalto... las murallas se desmoronaron ante el grito de la tropa, y Jericó entera fue pasada a cuchillo. Sólo Rahab y su familia se salvaron. 
Dios nos irá diciendo qué hacer ante esta calamitosa situación social. Por nuestra parte, permanecer fieles a la oración y a la Iglesia que adora en Espíritu y Verdad. Los que quieran salvar su vida, que se unan.
Un abrazo en el Señor Jesús, único en quien reside la salvación. 

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