CASTA DE ESCRIBAS


ESCRIV.ILLA nos acribilla

Hoy es Pentecostés, a los 50 días de la Resurrección; el Defensor prometido rompe el techo de la Tierra para incorporarnos definitivamente a la vida de Dios, a la vida bienaventurada, eterna, a la gloria. 
Cuentan que se encontraron dos ángeles y el uno le dijo al otro: -¿Dónde está la gloria de Dios?; y le respondió el otro: “En la bendición”. 
Sí, en que Dios “dice bien” de todos, en que trata a todos con cariño está la gloria, la dicha del hombre en la Tierra. El que cree en esa bondad de Dios alcanza la vida eterna, vive en la gloria. Pero puesto que la visión de Dios es aún imperfecta, se nos ha dado una luz para transitar por esta vida: el Espíritu Santo. En esa luz habitamos sin temor, y es nuestra defensa ante el peligro. Es fiable e inextinguible; y es una fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna. Luz y vida que nos previenen de las tinieblas del error. 
Cuando esta mañana vi la mentira en el ABC, me alcanzó la zozobra, se me puso delante un presagio amargo: las maquinaciones de los hombres que terminan en grandes tragedias.
La condición del ser humano en la tierra es feliz desde el momento en que Dios rompió las cadenas que nos tenían presos por miedo a la muerte. El diablo era nuestro tirano hasta que Jesucristo le venció. Desde entonces han sido millones los que han despreciado la fuerza del pecado por la fuerza de la Resurrección de Cristo. Y si ese suceso histórico fuera un cuento no habría sido posible que niños, ancianos, mujeres y hombres de toda condición pudieran entregar libremente sus vidas por amor. 
El Espíritu Santo que Jesús nos procuró con su sacrificio puede conducirte hasta llegar a dar la vida. Ese suceso histórico –la Pascua- sigue actuando hoy, es el único suceso que no pasa ni pasará; y de él, de su virtud para dar vida, se han derivado todos nuestros bienes. “De Él hemos recibido gracia tras gracia… y todo se mantiene en Él”.
El pecado nos priva de la vida, nos separa de Dios y de los hermanos. Y el pecado suele comenzar por una decisión interior inducida por la mentira. De ahí la gravedad de que las estructuras de nuestra organización social: las instituciones políticas y los medios de comunicación, se hayan corrompido y sirvan al príncipe de la mentira. La mentira institucional es la evidencia de que están siendo asaltadas las murallas que nos venían protegiendo de las consecuencias del pecado, que son la tristeza, el odio y el miedo.
La tristeza –la depresión, mal endémico de nuestro siglo- solo se puede superar con una esperanza firme, real; la que procede del ‘conocimiento de Cristo que nos dio su sangre como remedio’. Quien prueba ese elixir cobra fuerza, renace, se revitaliza, aun cuando estuviera a punto de morir de anemia espiritual, de nostalgia de Dios.
El odio es la ausencia de amor, que es lo único que da vida; el amor es Dios y no se puede comprar; uno lo recibe cuando reconoce su impotencia y se abre a la misericordia divina –cordis, corazón; corazón que se compadece de nuestra miseria; el que no tiene amor experimenta un vacío y si no le abre la puerta a Dios, entrará en su alma por la fuerza la violencia. 
El miedo es la consecuencia de la orfandad. El ser humano, herido desde que nace, está llamado a vivir como hijo de Dios, en la casa del Padre, y privado de esta ayuda, no puede superar las insidias del demonio y está condenado a vivir con miedo.
Poco importa que el motivo de la mentira del ABC haya sido el apuro de que se viera que el epi-fenómeno-sanitario engrana perfectamente con el nuevo mecanismo de gobierno, pensado para atornillar hasta el fondo a la brava población española; y que el apagón del texto original se solventará con un relleno edulcorado que disimulara la mala intención de fondo de la última medida económica del Gobierno. Lo verdaderamente alarmante es que el periódico más emblemático de la existencia de una patria española haya sido capaz de mentir tan groseramente al pueblo al que sirve. 
No es casual que el texto autocensurado empezara con una fórmula de consagración del ‘sacerdote que acaba de suceder a Illa en el servicio al sancta-sanctorum del BOE de la Nueva Norma’: “Soy un independiente”; fórmula que equivale a “soy un apátrida que no me identifico con los españoles”. 
Y es pura ‘diosidencia’ que este debut de uno de la nueva casta de escribas  haya tenido lugar en el día en que estamos celebrando la gozosa manifestación al mundo del Espíritu de la Verdad.

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