COVID Y CALEB

Caleb exhortó al pueblo a pelear fiado en la promesa de Dios

Al leer en la prensa que Trump frenaba el intento de ponernos un chip, escribí un comentario en FB al que siguió un post en mi muro que fue censurado en unos minutos por su 'peligrosidad'. Decía lo siguiente:
“Qué oportuno fue mi comentario de ayer sobre Trump (mostraba mis reservas sobre la sinceridad de uno que se jacta de cristiano), porque al poco de hacerlo caí en la cuenta de la jugada que escondía.
Trump es Tramp, porque al asumir él -cual súper-héroe- la defensa de la democracia, frena la imparable reacción colectiva que de suyo seguiría al obsceno anuncio de la implantación subcutánea de un identificador que funcionaría de hecho como un sistema de telecontrol. La argucia mediática consiste en vestirle de Robin Hood para que, confiada la masa en su protección, se pueda hablar sin que levante sarpullidos de esa barbaridad; y una vez vertida esa inmundicia en los medios, una vez que nos han metido en la boca esa porquería, estos mismos medios se encargarían de echar a Trump para que su sucesor nos haga tragar el sapo y nos enjaule.
El covid es una excusa paupérrima para empujarnos a los toriles; es una crisis mortal de cuya verdadera naturaleza no sabemos más que fábulas que circulan por unos medios que han mostrado de sobra su falta de honradez. Pero con esa excusa – crisis “de naturaleza y evolución imprevisible, así como el estado actual de la investigación, cuyos avances son cambiantes” (preámbulo del Decreto)- hoy se ha firmado que el estado puede privarte de tus derechos en cualquier momento, y sin levantar sospechas:
Ayer volví al Concesionario y al entrar me obligaron a dejarme tomar la temperatura. Si las autoridades quisieran castigarme por esta libertad con la que hablo, podrían decir que tengo fiebre, ingresarme inmediatamente y… sabe Dios qué más. Ya sé que cuesta creerlo pero la realidad supera la ficción; y como les dije, vengo soportando pesos que ni se imaginan. Una vez fui a Urgencias por la repetición de un leve dolor en el pecho, y después de vejarme, me inyectaron neurolépticos. En otra ocasión me mandaron para casa diciendo que ya no tenía el peligroso virus del que me habían tratado, y por un análisis casual en otra administración descubrí que no era cierto.
El covid es un “producto de laboratorio” en un doble sentido: biológico y social. Porque valiéndose de él se está probando un diseño nuevo de sociedad.
Lo más innovador es que dejaría todo más o menos igual pero cambiándolo todo de raíz. Si nuestra convivencia se funda en una ética universal que parte de un Derecho Natural, según el cual hay valores comunes que emanan de nuestra naturaleza: el respeto a la vida, por el que nadie tiene autoridad para quitártela, por ejemplo, o la institución natural del matrimonio como unión entre un hombre y una mujer por la que se garantiza la supervivencia de la especie, en el nuevo modelo esto desaparece por completo y no hay más restricciones a la acción humana que las que dicten las leyes de los hombres. Esto lleva aparejado que la autoridad absoluta queda en manos del dinero, puesto que con él se pueden comprar las voluntades y los votos.
Salta a la vista que sólo un rearme moral sin precedentes puede revertir este funesto horizonte que se acaba de inaugurar. Lo decía hace unos días el Cardenal Cañizares y hace falta repetirlo:
En el pasado, con tan solo la promesa de una tierra, hubo hombres que se atrevieron a enfrentarse a fuerzas desproporcionadamente superiores en lo humano. Por la fe se lograron victorias aplastantes sobre los pueblos bárbaros. ¿Qué no podremos hoy que Dios mismo se ha hecho uno de los nuestros? El Espíritu Santo, poderoso defensor en el peligro, es nuestra fuerza; invocándole con fe, recibiremos el vigor necesario para asaltar las murallas del error,  que quiere apagar la luz de Dios en el mundo, la buena noticia de la salvación. ¡Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la Tierra!

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