¡AVEN Y DESVEN DE UN ESQUIZO!

Al ver morir a mi padre en la soledad de un hospital de Houston, la pena me trastornó y sufrí una descompensación síquica que me duró veinte años. Yo tenía entonces 27 y a partir de aquel momento inicié un camino distinto a los que acostumbraba a transitar. Un camino marcado por la obediencia y por la fe en la promesa de la curación. 
Con ser duro lo que viví, puedo decir que fue una bendición. Porque me ayudó a saber lo que es la vida, a encontrar el sentido, y con él todas las respuestas que un ser humano necesita conocer.
Para aguantar el tirón se me facilitó una silla con estas cuatro patas: la medicina, los seres queridos, el estado de derecho y la fe. Y el resto lo puse yo sin mucho mérito, porque como se suele decir "a la fuerza ahorcan".
A la vuelta de esos veinte años yo me había casado y me había mudado a Toledo. Trabajaba por la mañana como PT en un instituto y por la tarde como Profesor Asociado en la Normal de Toledo. Y ¡había sido padre! Era tanta mi felicidad que le propuse a mi siquiatra prescindir de "la muleta" de las pastillas, y lo vio bien. Me pautó la retirada a lo largo de seis meses. Y tal día como ayer de hace once años solté los apoyos. Y hasta hoy.
Curiosamente, ayer mismo tuve cita con el médico de trabajo que me mantiene privado de dar clase desde hace dos cursos porque no cree que la esquizofrenia tenga cura y no quiere cargar con la responsabilidad de que yo le haga daño a alguien. Le comenté la feliz coincidencia de la fecha, que pasó por alto porque lo que para mí es feliz para él es lo contrario. Lo mismo sucedió cuando le dije que me había encontrado con mi antiguo siquiatra asturiano que se alegró mucho de verme tan bien y que opinó que once años sí que es tiempo para considerar que hay curación; y a esto respondió: "Pero nadie le firma el alta... y yo no voy a asumir la responsabilidad de que haga usted daño a alguien." 
Este médico insiste en que sólo con mi compromiso de dejarme inyectar neurolépticos una vez al mes me permitirá volver a las aulas. 
Caí en sus manos por una trampa de Educación. Llevaba trece años trabajando en Pedagogía Terapéutica y de pronto me destinaron a dar Inglés a grupos difíciles. Era un castigo por haber expresado desacuerdo con el adoctrinamiento inmoral del gobierno. Recurrí como años anteriores a solicitar un puesto más adaptado a mi perfil, ya que por mis limitaciones fono-auditivas no rindo bien dando Inglés. Y me contestaron que no me preocupara, que fuera a ver a ese médico para que me valorara. Y ahí empezó la fiesta. Me amenazó con jubilarme si no le facilitaba el acceso a mi historial de salud; llamó a su colega del despacho contiguo que hizo lo propio; y tan contentos porque me iban a hacer un favor; me iban a proteger. Y ya me han mandado dos veces al EVI y una vez a la forense judicial. 
Pero yo no he perdido la calma en todo este tiempo y ayer en la cita me encontraba relajado -y contento a pesar del ultraje. Y estando así me llevé sorpresas.
Empecé mostrándole mi asombro de que hubiera médicos que pensaran que un esquizofrénico podía estar once años sin medicación y hacer una vida normal.




































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