ANGELITOS NEGROS

De angelitos negros o arlequines de colores, gusta el Señor de escuchar,
en el cielo sus loores.


Dios me hizo testigo suyo cuando me sacó del arroyo y me puso sobre roca firme. Con el tiempo, yo mismo colocaría una piedra para que otros pudieran vadear el río, cuando puse en marcha la Fundación Fíate.

La historia empezó hace hoy veintisiete años. Conocí a unas personas que rezaban juntas y me invitaron a unirme a ellas. Con ese hábito, mi deseo de estar con Dios fue creciendo y en cierto momento entendí que Él me pedía una prueba de mi amor. La prueba consistía en renunciar a mi confianza en el dinero, y como yo tenía unos buenos ahorros, me planteé dárselos a los pobres. 

Mi madre era una buena católica. Aunque en aquel valle minero donde nació y vivió no había mucha espiritualidad, ella era inteligente y supo aprovechar bien las pocas ocasiones de formarse en la fe que su vida le fue presentando. Deduzco que algunos consejos y enseñanzas puntuales de hombres de Dios le fueron de gran provecho y valor para su vida, al modo de puntales sobre los que levantar un sólido edificio de fe. Y cuando mi madre conoció mi intención de renunciar a mi dinero me buscó una cita con el Arzobispo para consultarle ese paso. D. Carlos Osoro, muy asiduo de mi director espiritual, me recibió en su casa y juzgó, con buen criterio, que Dios bendeciría mi acción. Y así fue. 

Desprenderme de mis bienes resultó ser la medicina definitiva que yo necesitaba para expulsar los ‘fantasmas’ que me tenían privado del recto uso de mi razón. Y aquello me llenó de alegría y de gratitud al Señor.

Años más tarde mi vida había dado un vuelco enorme: Casado, con una hija, profesor en un excelente instituto por las mañanas y en la Facultad de Educación por las tardes… Mi deseo de devolver lo recibido encontró su forma de realizarse haciendo una Fundación civil. 

Al llegar a Toledo yo había quedado impresionado de la cantidad de docentes que vivían su trabajo con un sentido de entrega y no tanto como un modo de ganarse la vida, y creció en mí el deseo de hacer una plataforma de trabajo cooperativo. Por otra parte, desde mi conversión yo venía colaborando generosamente con organizaciones benéficas, pero ya había llevado serias decepciones con ellas. No sé cómo surgió en mi mente lo de la fundación, pero el caso es que por aquella época la idea me rondaba. Me enteré de que hacían falta treinta mil euros para ‘poner una piedra en el río’, que jamás volverían a ti, y empecé a pensar que en vez de donar la décima parte de mi sueldo sin saber bien a quién, podía dedicar ese dinero a crear yo mismo una asociación. 

No tenía en aquel momento tanto dinero, pero en mi diálogo con Dios, Él ya me había dicho que quería que fundara. Esto puede asustar al que no practica ese diálogo, y sólo se puede decir al respecto ‘cositas’ (“y todos más me llagan/ y déjame muriendo/ un no sé qué/ que quedan balbuciendo…”) cositas que se quedan cortas; sencillamente porque hablamos de diálogos de amor y de fe, y ésta, aunque razonable, no es enteramente accesible por la razón sola. Pero puedo decir que, en mis cavilaciones y dudas, Dios ‘me habló con claridad’ de distintos modos. Por ejemplo: ‘así, esperando instrucciones de lo alto’, me enteré un día de que aquel dineral se podía pagar a plazos ¡toma ya!, y alegre con esa luz, al ponerme la chaqueta me encontré en ella cien euros con los que no contaba… y otras muchas facilidades se me fueron presentando “en el camino”, que quedan como secreto del arcano.

Una vez creada, lo que vino después fue un calvario. Como espinas, se trenzaron en torno a mí y a mi familia las desgracias.

El cuarto año de mi docencia en la Universidad me vi obligado a revalidar mi plaza, en competencia con un buen número de aspirantes. En principio le dieron la plaza a una tal Teresita del Niño Jesús, algo llamativo para cualquiera -y especialmente para mí pues es mi santa preferida- pero más admirable que el singular nombre de la agraciada, fue que, siendo de otra provincia, renunció a la plaza y pasé yo a ser el titular.

Como la zorra le habló al cuervo que tenía el queso en el pico, se dirigió a mí el responsable de la Administración –hoy Concejal de Movilidad del Ayuntamiento- para 'facilitarme los trámites'. De resultas, tras unos meses de difamaciones, sin que mediara motivo ni escándalo alguno, en mitad de una clase, entraría seguridad a echarme del Campus. Cuesta creerlo; tanto que yo, al día siguiente, me fui temprano a ver a un abogado, pero éste, aún reconociendo que yo había sufrido una traición, me dijo que, por tratarse de documentos preceptivos, no se podía hacer nada.

Aquel mismo día se agravaría mi pena con otro suceso extraño. En el instituto, oí a un alumno mofarse de mí ante un compañero. Lo suyo hubiera sido tratarlo con desenfado, pero dolido como estaba, aunque la clase transcurría en el tono cordial de siempre, le propuse al chico echarle un pulso. La razón de esa singular propuesta es peculiar. Jamás en mis treinta años de docencia había hecho una cosa así, pero unos días antes, en otro grupo semejante, y en el mismo tono distendido, un alumno me había insistido para medirse conmigo… y para mi sorpresa ¡le vencí fácilmente! De modo que dejándome llevar de esa impresión, quise zanjar la mofa de José Antonio ‘dándole donde le dolía’. Puestos a ello, nada más empezar, estando interiormente ‘pidiéndole fuerzas a Dios’, se me partió el húmero. Y empezó otro quinario, con varias operaciones y, finalmente, una baja también de lo más extraña. 

Con la cirugía me sobrevino una parálisis del nervio cubital y atrofia de la ‘pinza fina’, imprescindible para escribir. El proceso clínico durante la baja terminó sin resultados, y así llegamos al tope que marca la ley –prórrogas incluidas- para permanecer inactivo por IT. 

La Administración, al poco del accidente, lo reconoció como sucedido “en Acto de Servicio”. Si de ese acto se derivara una patología sin solución clínica, el funcionario podría jubilarse (cobrando más que en activo) y ejercer otro oficio. Y eso hubiera sido ideal para que yo pudiera dedicarme íntegramente –ejerciendo de psicólogo y pedagogo- a la Fundación. Le expliqué a las autoridades que era providencial esa coyuntura, pues mi perfil profesional se optimizaría en esa opción. Pero nada de eso. Al contrario, sin poder escribir, me instaron a volver a las aulas, vulnerando el derecho que me asistía. 

Para esquivar ese castigo de la administración, como los tratamientos me habían dejado una secuela en la piel considerada altamente estresante, cogí la baja por ese motivo. Y pásmense, pues estando de baja me pagaban como si estuviera trabajando. Ni Muface, ni la Inspección de Trabajo, ni la Administración Educativa ni sanitaria, ni siquiera el Defensor del Pueblo, nadie respondía a mis escritos. Abonando la tasa correspondiente pedí un Certificado de vida activa en el que se hiciera constar mi concreta situación administrativa, y no me lo dieron. Lo reclamé varias veces y de distintos modos, y de ningún estamento obtuve respuesta; y meterme en juicios en aquellos momentos hubiera hecho peligrar la estabilidad de mi familia. Habían transcurrido dos años muy duros, y yo no encontraba salida. 

Entretanto había escrito una autobiografía en la que daba testimonio del milagro que Dios había hecho conmigo (un milagro de los que hay muchos, que se obró a lo largo de veinte años y con medios ordinarios, no sobrenaturales –la medicina, la familia y los amigos, el Estado de Derecho y la vida de fe).

Ese libro contaba cosas delicadas y yo no estaba seguro de que conviniera publicarlo. Le llevé el manuscrito al Padre Mendizábal, que lo leyó en seguida y me dijo que le gustaba. Después le pregunté a mi esposa si le parecía bien sacarlo a la luz (por su decisión había publicado yo mi primer libro) y me dijo que sí. Y se lo presenté a varias editoriales sin éxito; hasta que un consejo del Padre Mendizábal me abrió el camino, y en la primavera del 2015 entró en la imprenta. Sucedieron entonces una serie de avatares que me hicieron dudar de que consiguiera mi propósito. Una noche me despertó el Espíritu Santo y me fui en persona a Málaga, cerca de Antequera, a ver qué sucedía. Y entonces vi con claridad que también aquel proyecto se había enredado en los espinos de mi vida, y que ésta, sin apoyo de nadie, sin asistencia ni existencia jurídica, y acosada por todos los frentes, corría peligro; y allí mismo tomé la decisión de incorporarme al trabajo al día siguiente. Antes de regresar, no obstante, con la fuerza de Dios, frustré el sabotaje de la publicación de 153 rosas, de un modo que mereció el elogio del Padre Mendizábal por mi gran ingenio.

Con el alta voluntaria en la mano volví a Mocejón, después de dos años. No era un buen sitio, pero en este caso, como nunca, se hacía bueno el refrán de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Allí, al menos, me aseguraba la identidad que a lo largo de aquellos dos años en el limbo había estado a punto de perder.

Muchas más desventuras, que no caben aquí, me acompañaron estos años. Y por gracia de Dios nunca perdí la paciencia ni el buen ánimo. Sigo adelante con la Fundación, y siguen sus enemigos tendiéndole trampas. Hace un año me vi, por circunstancias, con poco dinero, y pensé que sería una buena idea, puesto que solemos pasar los períodos vacacionales en Asturias, habilitar nuestro estudio-apartamento para uso turístico. En diciembre pasado entregué al Ayuntamiento setecientos y pico euros para obtener esa licencia, pero aun no me la han dado. Me fueron poniendo trabas… Hasta que comprendí el motivo. 

Muchos me preguntan qué hago con tanto tiempo libre, sin sospechar que, por esta inconveniencia que plantea mi persona, no doy abasto para atender las solicitudes ordinarias de mi estado y condición. Por esas zancadillas que continuamente me ponen, me veo incluso en apuros económicos. Y a pesar de todo no tiro la toalla de esta vida aparentemente insulsa y sin salida que para nada hubiera yo imaginado no hace tanto. Sigo siendo el Presidente de Fíate y escribiendo su blog -30.783 visitas hasta hoy; y sigo con mis obligaciones familiares y tratando de que se me restituya en mis derechos y se reparen mis agravios. Todo ello conlleva no pocas idas y venidas, y la Fundación no encuentra respaldo. Hace unos días recibí el rechazo de una subvención para un proyecto de orientación a distancia, en el ámbito del Covid; muchas cargas y ninguna gratificación. Así las cosas, dado que cuando una fundación fracasa hay que entregar el patrimonio al Estado, resulta obvio que dedicar una parte de ese dinero a comprar un utilitario (59 caballos de potencia) para seguir con el proyecto hasta que Dios quiera, no es nada descabellado. Y dado ese paso me encuentro con que ese desleal Concejal de Movilidad no permite que el coche circule legalmente por esta ciudad. 

El concesionario se negó en redondo a hacer constar en el Permiso de Circulación el domicilio de la Fundación; no conseguí que lo pusieran ni llevando conmigo un notario; Consumo se inhibe y no responde a mi demanda, empujándome de nuevo a litigar… (las malas lenguas pregonan por ahí que denuncio a todo el mundo, sin duda para silenciarme); en el Ayuntamiento dicen que el coche se inscribió a mi nombre y al pedir cita para aclararlo me la niegan…

Por la prensa me he enterado de que está a puntito de ser aprobada una norma -que empezó a tramitarse en enero- que obliga a obtener permiso de los vecinos para dedicar una vivienda a uso turístico, y de aprobarse ahora, se rechazaría mi solicitud por la previsible negativa vecinal –auspiciada por el propio Ayuntamiento- a concederme ese permiso. Esto explicaría los diez meses de dilación de mi expediente: que están intentando acceder a esa vía para eludir el escollo de tener que resolverlo según la ley actual, que expresamente dice que “no se puede dedicar a uso turístico una vivienda que está desempeñando habitualmente otros fines” – tales como, por ejemplo, ser la Sede de una Fundación. Porque eso equivaldría a reconocer oficialmente la existencia de la Fundación Fíate, la cual, justamente, están intentando hacer desaparecer por todos los medios, juntamente conmigo.











Comentarios

Entradas populares de este blog

¡LUZ Y TAQUÍGRAFOS!

ALUMNOS

PROVOCACIÓN (publicado en agosto del 22, y revisado después)