SIETE AÑOS CON FÍATE

"Tus manos son recientes en la rosa,  y estás de corazón en cada cosa".

Hace siete años y tres días, en la memoria de Santa Teresa de Jesús, nacía la Fundación para la Integración de Alumnos con Trabas Especiales en el seno de la sociedad castellano-manchega. Aquel día, un puñado de personas nos congregamos en el Palacio de Benacazón para celebrar el acontecimiento, y nos felicitamos de vernos reunidos por una iniciativa de generosidad –en realidad de agradecimiento, pues se trataba de devolver lo que antes se había recibido gratis. El ABC, con acierto, destacó que detrás de Fíate estaba el dinamismo de un matrimonio; y escogió del discurso de las autoridades la estima que les merecía aquel buen ejemplo de la necesaria colaboración público-privada en el fortalecimiento del tejido social.

Pero estábamos en tiempos de crisis, y un cáncer paralizante empezó a frenar el crecimiento de la Fundación. Por una extraña permisión de Dios, se juntaron varios problemas para que este freno se enquistase. Y con el paso del tiempo aquella parálisis se convirtió en deformidades en la imagen pública de Fíate.

Han sido siete años duros en que, como reflejando el deterioro social, la Fundación luchó por no desaparecer. Muchas veces en este tiempo me acordaría de las dificultades de Santa Teresa en las fundaciones que realizó.

Al redactar los Estatutos, interpretando el signo de los tiempos, opté por una fundación civil, considerando que llegaba ya el momento de los laicos, en que ante los ataques a la Iglesia solo serviría como defensa el testimonio personal. Y parece que no me equivoqué.

Han sido innumerables las afrentas recibidas y no vale la pena detallarlas, pero baste decir que el denominador común en todas ellas ha sido la mentira, y en no pocas ocasiones el delito. Y aquel ejemplar dinamismo que impulsó el nacimiento de la Fundación, aunque existe todavía, ha sufrido tanto que está irreconocible.

Fíate es una inspiración del Espíritu Santo. A este respecto, en mis circunstancias actuales, asumo las palabras de los apóstoles: “Creo, y por eso hablo”. Si no fuera por esta fe, yo no hablaría, pues es ciertamente muy fuerte la presión de los que me quieren hacer callar. Pero fiado -¡hasta el nombre de la Fundación es inspirado, y eco de María!- en mi buen Jesús, he despreciado hasta ahora la ignominia y no he quedado defraudado, por más que mi corazón experimenta a menudo una sequedad asfixiante.

Desde el comienzo mismo, Fíate es providencialista, trasunto de la enseñanza de la multiplicación de los panes. Este asombroso milagro, que precedió a la Pasión, les sigue pareciendo a muchos cristianos más extraño que otros: “¿No habéis entendido…?, aleccionaría Jesús a sus discípulos ante su estupor por la tormenta calmada; pero esperar todo de Jesús es la clave, la piedra angular para construir en este mundo que se cae. Y Fíate arranca de esta determinación crucial.

Es pertinente aclararlo porque marca una diferencia fundamental con otras iniciativas de acción social. Hay muchas que siguen a Jesús ‘porque les da de comer’ mientras que Él quiere darnos más: su propia vida divina.

Después de este milagro narra San Juan otros dos en el  viaje definitivo de Jesús a Jerusalén: la curación de un ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro.

El ciego que vio la luz por primera vez confesó a Jesús como el Mesías, y nos dice el Evangelio que el que reciba esa luz nueva y distinta –el Espíritu Santo- y niegue haberla recibido, no se puede salvar. Hoy como ayer, el Espíritu de Dios sigue curando cegueras, iluminando las conciencias con la Verdad. Allí donde hay verdad, hay presencia de Dios, hay Espíritu y luz. Y Fíate quiere formar parte de esa presencia. Son muchos los que en medio de la oscuridad reinante miran a Fíate y creen en ella, pero también son muchos los que, como aquellos maestros de la ley, niegan que sus obras sean de Dios. Y el reproche a éstos es el mismo que formuló el ciego curado: “Vosotros, que se supone que sabéis, ¿no reconocéis cuando algo es de Dios?”.

Lázaro era amigo de Jesús y éste lo resucitó por la fuerza de su Amor. Lázaro moriría más tarde, ya que morir es paso obligado para entrar en el cielo, pero el milagro nos enseñó que si creemos adquirimos poder para dar vida a lo que está muerto. Y como muchos creyeron en Jesús a raíz de este milagro, las autoridades temieron perder su negocio y decidieron matarle.

Soy consciente de que se ha hecho extraño pensar que los milagros están a nuestro alcance; pero extraño o no, merece la pena pensar así porque es verdad. Es verdad que todo aquel que crea firmemente es capaz de obras extraordinarias y se convierte en una amenaza para las autoridades y será perseguido por ellas.

Después de esos milagros tuvo lugar la muerte de Jesús y con ella nuestra salvación. También para nosotros la muerte tiene lugar al final, después de haber realizado las obras del Padre, básicamente, creer en Jesús. Y este ciclo resume el sentido de vivir: Nacer, nacer de nuevo del Espíritu, creer y actuar, morir y Resucitar. Todos estamos llamados a pasar por esas fases, tarde o temprano. No estamos llamados a no enterarnos de nada, a vivir inconscientemente, entretenidos en nuestras pasiones y con las diversiones que nos meten por los ojos los mercaderes. Cada segundo de nuestra vida tiene valor de salvación, se vive o se pierde, se aprovecha o se lamenta. Y merece la pena ‘escuchar’-que en sentido bíblico es ‘obedecer’- al Padre, que nos habla a través de nuestra conciencia. Y cuando uno camina por la vida con este sentido, rectamente, ‘escuchando’ las enseñanzas perennes de la Iglesia, no debe temer ir dando pasos de fe en diálogo interior con el que nos ama; y aunque nuestra sicología se resienta, Él, que es luz y Amor, irá haciendo posible que el temor desaparezca.

“Aunque camine por cañadas oscuras no temo porque Tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan” es el salmo, oración de la Iglesia, que resume lo que acabo de decir. Y Santa Teresa, bajo cuyo patrocinio nació la Fundación, nos dejó en versos inmortales una versión más detallada de esto mismo: “Nada te turbe, nada te espante…”, en ella describe distintos paisajes de esas cañadas oscuras que recorre el cristiano. Y doy fe de que no se pueden atravesar sin la ayuda de Dios, que por cierto nos llega a través de la Iglesia.

Fíate, siendo una Fundación civil no deja de denunciar extravíos y de señalar los buenos caminos, y por eso está en el ojo del huracán. Yo soy consciente de que los ataques a mi persona son ataques a la Fundación, ataques a la Iglesia, ataques al Dios vivo. Y eso me tranquiliza, porque me libera de la responsabilidad de mantener viva esa iniciativa; si desapareciera, sería permisión de Dios, como lo fue su nacimiento.

¿Por qué yo, sicólogo y pedagogo, hijo de docentes, yerno de docentes, casado con una excelente profesora, me veo apartado de las aulas e imposibilitado para concretar en acciones los objetivos de Fíate? Sólo Dios lo sabe, pero tengo claro que es por algo.

Miro a mi alrededor y veo una gran descomposición social. Sin exagerar nada, estamos en la situación de Babel; no es posible hablar de nada, la comunicación está destrozada; obviamente, no de un modo absoluto, pero sí ‘para entendernos’. La falta de verdad, de virtud, que ha ido apareciendo por el alejamiento de Dios, vicia todas las relaciones sociales, de modo que es inútil pretender cualquier progreso. Hasta que no se solucione la quiebra de confianza actual, no cabe ningún avance social ni hay un porvenir halagüeño.

Corren ríos de tinta haciendo predicciones y dando explicaciones sobre lo que pasa; y son todas vanas porque no cuentan con Dios; con la piedra angular. Por más que se diga, no existe otro pilar sobre el que sustentar el acuerdo social. Surgen caudillos reclamando ese puesto clave, pero son piedras de tropiezo, escándalos.

Nunca ha estado tan claro el caos que lo envuelve todo como hasta ahora, en que el ataque al orden se ha hecho ‘virulento’ por demás. Todo está en peligro, todo amenazado de desaparición, todo expectante de unas promesas falsas que, de llegar, nos dejarán más vacíos y más menesterosos que nunca. La situación es tanto más desesperada cuanto más ‘normal’ parece. Me atrevo a decir que, si no empiezan a caer cabezas pronto, será tarde para impedir un drama de dimensiones colosales, una hecatombe humana como nunca se haya visto.

Es necesario decir que nada es ya lo que parece en la sociedad, que hay que partir de cero; que hay que recrearla, refundarla, recalzarla, urgentemente. La sociedad actual es un gigante con los pies de barro a punto de caerse y llevar por delante a muchos, empezando por los más débiles.

Es curioso que decir esto parezca una exageración y cosa de locos, hasta tal punto de perversión hemos llegado.

Sin embargo, es la verdad. Surgen goteras continuamente: disputas, tensiones, fraudes, contiendas, intrigas, traiciones, y se van olvidando el respeto, el decoro y la bondad. A duras penas se tiene en cuenta que hemos crecido como sociedad buscando el bien común, y surgen por todas partes teorías extrañas que justifican todas las perversiones sociales.

En este ambiente, hace bastante Fíate con hablar claro, y con insistir en que la piedra fiable sobre la que edificar un futuro y una educación liberadora es el bien que nos legó Jesús muriendo desinteresadamente por nosotros.  


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