CUENTO DE ANDAR POR CASA

Pintarse la cara color Esperanza...


Hoy me han traído los Reyes Magos el mejor regalo de mi vida. Llegaron con una semana de retraso porque estaban salvando vidas de niños a los que un mundo escaso en amor estaba matando de tristeza.

Hacia el mediodía, con la casa destemplada, alguien llamó a mi puerta. Era un hombre de mediana edad, de aspecto simpático, que se presentó como el Sr. Almendríu. Dijo ser periodista de investigación y haber llegado a mí atraído por la noticia que saltó a los medios el 1 de marzo del 2019, de un maestro de Toledo apartado de sus funciones. Le invité a pasar y lo agradeció mucho, porque, por el hielo, le había costado llegar hasta mi casa.

Empezó diciendo que por el blog sabía perfectamente que lo que decía aquella noticia era falso y quería saber qué había detrás. Le recordé que estaba casi todo escrito en la página web, pero insistió en saber más, detalles que necesitaba para avanzar en su investigación. Me contó que había leído ‘153 rosas’ y que le había gustado. En ese libro yo pongo mi vida en las manos del lector y el que lo lee me acepta o me rechaza como persona. De modo que él ya me conocía y yo le caía bien, por lo que nuestra charla fue fluida y agradable.

Le comenté que al momento de aquella campaña mediática ya llevaba yo buenas agarradas con la Administración; que por casualidades de la vida me había topado con el entramado de las farmacéuticas y la gestión sanitaria y había padecido mucho; y que en medio de aquel lío, enfangado hasta el cuello, los de la salud pública habían descargado sobre mí aquella tormenta mediática, como castigo ejemplar por haber retenido cautelarmente unos manuales acientíficos que 'explicaban' a niñas -de la edad de mi hija, un primor aún de inocencia y bellas ilusiones- que podían experimentar sexualmente con los hombres todo lo que quisieran y rechazarlos en cualquier momento de la relación…

Haciendo un paréntesis, el domingo, una vez que hubo pasado la borrasca, salimos muchos a admirar el bello paisaje. En el paseo que me di por los alrededores vi gente tratando de rescatar sus coches o abriendo paso a la entrada de sus casas, y vi a dos chicas con aspecto de estudiantes de último curso de instituto que estaban al lado de la carretera con una paletita, de las que se usan para arreglar las plantas en casa, rascando la nieve. A cuatro metros de donde estaban llegaba una escalera pública, pero la gran cantidad de nieve dura que las separaba de allí, y la desproporción entre la herramienta y la obra, me animaron a preguntarles por qué hacían aquello. Muy segura, una de ellas me explicó que intentaban abrir un paso hasta el acceso de la escalera… Aún me quedé un momento reflexionando y por fin me despedí agradeciéndoles su intención. Hoy he vuelto a pasar por aquel lugar y me encontré un surco seco en medio del hielo, por el que pude seguir mi camino con seguridad. Aquellas chicas, llenas de sentido cívico y buen corazón, son el tesoro que estamos obligados a conservar, la verdadera riqueza de nuestra nación, el futuro.

Retomando el hilo, después de aquel lance en el instituto, empecé a tener extraños problemas en mis clases, el típico ambiente enrarecido que se forma cuando los alumnos son manipulados (alguno de ellos llegó a comentarme que lo habían llamado del instituto en el fin de semana, malmetiendo contra mí); y al curso siguiente, habiéndome comunicado extraoficialmente que continuaría en el mismo puesto, me trasladaron inopinadamente al cerco que me tenían preparado en el pueblo. 

Y más o menos al cumplirse el año de aquella intromisión mía en los planes “sanitarios” de la Junta, vino su venganza. 

En aquel pueblo hay padres que en mi práctica educativa sólo habían visto mucha dedicación y verdadero interés por los alumnos, pero como dijo una de las directoras del colegio, “cada uno llevamos una mochila a la espalda”, y si a eso le añadimos que somos muy dados a etiquetar a las personas, se entiende que bastara la complicidad de algunos que no me querían para colgarme el letrero de loco con delirios religiosos. 

Ninguno de los católicos que trato se creyeron ese cuento, sabiendo muy bien lo que pueden llegar a hacer los medios para desprestigiarnos. Pero a personas sin formación, vulnerables a los bulos y a la superstición, resulta fácil engañarlas.

Una vez que estaba yo en Misa, en torno al momento de la Consagración, una persona se levantó y se fue al Altar, decidida a ocupar el sitio del ministro. Fue un episodio de una sicosis de tipo místico. Cuando intervino el 112 estuve al lado de aquella persona, consolándola, y fui con el sacerdote al centro al que la llevaron.

Es de manual y cualquier médico lo sabe, que tras una crisis de ese tipo vendría otra más grave enseguida si no mediara un tratamiento que ralentizara el ritmo del funcionamiento nervioso. Por eso es llamativo que yendo yo camino de los doce años de abandonar, de acuerdo con un buen médico, la muleta de los fármacos, se me sigan poniendo trabas que podrían hacerme tropezar y a ellos proclamar que no puedo llevar una vida normal... con lo que volvemos al consabido ¿por qué me quieres Andrés?...

En ese momento de mi relato, el Sr. Almendríu se inclinó ligeramente hacia adelante, evidenciando un esfuerzo por no perderse detalle. Pero yo, que no me dedico a la política sino a la docencia, proseguí sin dejarme seducir por esa insinuación de interés hacia mi relato.

Sonriéndole, le dije que mi caso no había sido el del que vuelve a la Iglesia por haber recibido un don sino el contrario, el del que por volver a la fe encontró el camino para recuperar la salud. 

Y no tiene nada de particular que esto suceda; de milagros obrados por el cambio a una vida como Dios manda, está la historia de estos últimos dos milenios atiborrada. Como también es normal que la vida de un fiel sincero esté llena de obstáculos. Recuerdo al Padre Mendizábal contarnos que cierto clérigo poco caritativo alcanzó la gracia de la conversión y presentándose así renovado en su círculo nadie quiso creerle y le tildaron de loco. Sí, esas dificultades son habituales; son parte de la lucha que es la vida, en la que el enemigo de las almas intenta por todos los medios apartarnos del buen camino y que nos abramos a las malas ideas y los sentimientos negativos. Y esa lucha se recrudece tanto más cuanto mayor es el bien que puedes hacer.

En cierta ocasión me hice cercano de un hombre al que estaban tratando mal por estar ebrio; me contó que tenía su lucha con la bebida y que tras un tiempo considerable de abstinencia “se había dado un homenaje a sí mismo”; el caso es que yo también me sinceré con él, y al expresarle ciertos temores míos me dijo: “No vale la pena preocuparse; los problemas van a venir, lo quieras o no”. Y así es; el sufrimiento forma parte de la vida y está bien que así sea, porque aceptarlo nos hace madurar y ser mejores personas.

Vosotros, amigos de Facebook, sois amigos realmente, porque os cuento sin reservas todo lo que sé. Si yo fingiera, si yo fuera vano, vosotros ya lo habríais notado; porque me encanta estar con la gente, me encanta la buena conversación, y alegrarme y apenarme con vosotros por las cosas que nos pasan. 

A estas alturas, el Sr. Almendríu ya había comprendido que no iba a obtener de mí las piezas que le faltaban para componer un artilugio capaz de generar dinero, pero su rostro traslucía que daba por bueno el esfuerzo empleado en venir a verme; que había llegado esperando encontrar un detonante para activar una bomba y en vez de eso había encontrado tan sólo a un hombre sincero…



Comentarios

Entradas populares de este blog

¡LUZ Y TAQUÍGRAFOS!

ALUMNOS

PROVOCACIÓN (publicado en agosto del 22, y revisado después)