SIEMBRO, LUEGO EXISTO

Brilla la luz y huyen las sombras

  

 
Hace 25 años yo había encontrado por fin mi camino en la vida gracias a la fe de mis mayores. Caminaba en una comunidad y me tomaba muy en serio mi formación. Por eso rezaba, y porque me ayudaba personalmente con mis dificultades. A menudo me ponía delante de una foto de la Cruz del bastón del Papa San Juan Pablo II, porque ese Cristo tan realista me conmovía y eso me ayudaba. Estando orando delante de esa imagen me vio un día mi hermana. Poco después entró mi madre y le preguntó si yo estaba en casa. Y ella contestó: "Sí, está ahí en la Meca". Ese desprecio de la mentalidad dominante fue haciéndose más y más denso en mi vida. Los últimos once años los he pasado tomando hiel a diario; y en las últimas semanas parecen haberse desencadenado todos los hados contra mí. Solo por el gran entrenamiento que llevo a mis espaldas soy capaz de soportar esta prueba; por eso y por la gracia santificante que recibo en la Iglesia. Por edad y por experiencia sé que me voy acercando al calvario. Mi cuerpo, mi psicología y mi corazón se están preparando intensamente para ese momento. El que ha pasado por pruebas, a menudo experimenta que un problema que le está viniendo va a ser vivido con el mismo dolor que en otras ocasiones anteriores en que le vino 'algo parecido'; y le invade una gran tristeza. Pero nunca sucede de la misma manera. La experiencia es un grado. Más bien lo que sucede es que vas madurando y vas siendo más capaz de enfrentarte con entereza a las situaciones. En las pruebas duras todo tu cuerpo se estremece, se agita tu corazón, se turba tu alma. En esos momentos la fe te anima a seguir adelante a pesar de esos sufrimientos, y cuando sales de ellos, sales fortalecido. Así te vas enterando de lo que es la vida, te vas haciendo entero. Pero curiosamente esa entereza es al mismo tiempo abandono. De tal manera que uno es capaz de poner en el tapete todo lo que está de su parte al mismo tiempo que se lo confía todo al que sabe que está de su parte. 
Fortalecer tu brazo para la lucha es este ejercicio de disciplina y abandono. Las tremendas tensiones de la prueba templan tu corazón, es decir, lo hacen templo del Espíritu Santo. Y en este camino de crecimiento, a algunos les concede Dios la gracia del martirio.

En estos tiempos difíciles muchas personas están siendo probadas. Todo el mundo siente que esto no es una enfermedad más, que aquí hay algo raro. Todo el mundo aprecia contradicciones grandes a su alrededor y se hace preguntas. Preguntas que muchas veces quedan sin respuesta, aún por parte de aquellos de los que se podría esperar alguna. Y esta incertidumbre es un lastre grande para la vida del alma, que en la calle se adivina por las medias caras tristes. 

Del no saber y no entender de la mayoría viven todavía políticos y periodistas. Ese puro decorado que son las democracias occidentales alimenta una ilusión en las pobres gentes que necesitan algo en que creer. Pero hace mucho tiempo que su juego ha quedado patente a la vista de todos. Los políticos no son representantes del bien común, en general. Lo suyo es más bien un oficio como otro cualquiera para ganarse la vida. Trabajan para unos amos, que no son el pueblo precisamente. Pero en su oficio son diestros unos y otros y nos entretienen, y, a veces, hasta nos engañan.

El PSOE no consigue quitarse de la cara la mancha de haber llegado al Gobierno de la mano de personas que no respetan la ley. Como no tiene credibilidad, tampoco consigue llevar adelante con solvencia el plan de las vacunas, que sabe Dios lo que traen detrás. Y por eso tira ahora del PP y de Ciudadanos y la prensa se vuelca en camelarnos con estos cambios. A ver, dicen: "Un hueso para roer de Casado sentado en la Moncloa con Sánchez; unos tropiezos gordos de escándalos de Podemos; sal y pimienta a discreción de Vox y sus mociones; caldo efervescente de palizas a diario en Cataluña; la consabida salsa de vacunas, muertos y contagiados; pizcas por aquí y por allá de Europa y sus dineros amarrados; y la prensa removiendo el guiso y atizando el fuego sin parar.

Pero la realidad es muy distinta de lo que dicen los medios.  Hoy en día el mundo que hemos heredado pervive gracias a Dios, aunque pende de un hilo.

Yo digo que los nazis mataron judios y demás; que el comunismo mató a muchas personas indiscriminadamente, sin más motivo que servir a su estrategia de imponerse por el miedo; y que ahora se mata  a los más débiles: no nacidos, ancianos y enfermos. O sea, que hemos ido de mal en peor, y que en todos los casos ha sido el pecado y su vil administrador el último responsable.

En resumen, inmersos en la barbarie como estamos, queda como solución volver la mirada a Dios. Él es el único que tiene todas las respuestas. Él es el primero y el último; nuestro principio y la meta a dónde vamos. Si alguien quiere salir de la tristeza, del ensimismamiento y del no saber, encontrará un camino seguro en la fe de nuestros mayores, en la fe de toda la vida. Entrando por ese camino se iluminarán todas las realidades, por oscuras que parezcan. Las vidas anodinas cobrarán relieve y los porqués que silenciamos en nuestro interior obtendrán respuesta. Con Dios, nuestra tristeza se disipará como una niebla mañanera.

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