CONFIDENCIAL

No se enciende una lámpara para meterla debajo de la cama.


Tomé unos churros en Catalino y vi que los habían subido un 25%. ‘Muchos ya no podrán tomarlos’, pensé. Al salir del baño público que hay allí, en La Vega, me abordó una mujer con voz varonil que me ofreció un servicio; me hizo pensar que la economía va mal y que vienen tiempos para la caridad. Luego fui a visitar a una persona a una institución, semi-pública, de esas que proliferan para que el Estado lo controle todo, y antes de llegar a su puerta me abordaron inquisitivamente varias mujeres; esto también me hizo pensar: que a muchas de ellas les ofrecen trabajos sólo por ser mujeres. Lo cierto es que lo de los trabajos es otra cosa que está cambiando mucho; en Decathlon pregunté a un dependiente qué les exigían para contratarlos y me dijo que solamente practicar bien algún deporte, que de estudios nada; y a propósito de eso, hoy mismo leí que en algunas comunidades ya no se imparten matemáticas en la secundaria, a no ser como aplicadas, con biología, geología, etc. Para cuando llegué a la Biblioteca del Alcázar ya me había formado la idea de resumir lo anterior y darle un sentido más amplio, el que yo saco normalmente de unir a mi vida ciudadana, mi vida personal.

En los avatares en que me tienen metido, una señora empoderada me viene intimidando desde hace tiempo. La cosa empezó porque me tropecé con unas trampas que probablemente la implicaban, y desde entonces su aversión hacia mi persona ha ido en aumento, al igual que sus ataques. Un día, muy sobrada por sus poderosos contactos, azuzó a la Policía contra mí, y en la primera ocasión que tuvo me dijo: “Prepárate, que esto no ha hecho más que empezar”; y otro día, de un modo similar, me soltó: “Tú sigue… que como ya sabemos en manos de quién está esto”. Nunca la traté mal, pero por esas y por otras coacciones, junté pruebas convincentes y la denuncié en el juzgado. No habrían pasado ni tres meses cuando el juez me pasó aviso de que archivaba el caso, sin querer ver ni oír ninguna prueba. Entonces pensé en alegar la resolución, pero un letrado me aclaró que esas frases en sí no eran delito, así que dejé el asunto. 

Yo lo dejé, pero los que me hacen sentir a cada instante su aliento en la nuca, ésos no lo dejaron. Sin dar explicaciones, hace poco me citaron para el juicio oral de ese procedimiento que el Juez ya había sobreseído (?) y del que las pruebas ya habían sido destruidas... y mis papeles trastocados… Y con un agravante muy llamativo: el magistrado de la sala era el juez recién llegado de Madrid revestido de súperpoderes que ya tiene en sus manos tres o cuatro de mis procesos, y que delante de mí se atrevió a enmendarle la plana nada más y nada menos que a la temida y veterana fiscal Montaña.  

El asunto de fondo es que no quieren permitir que me vaya de rositas después de lo que les ha costado tenderme el lazo; y como este año cumplo 60, con 38 cotizados, ven que me escapo e intentan liarme de mala manera; porque la mentira de que soy un enfermo incapaz de trabajar era su pieza clave y si me jubilo ya no les sirve. 

Ayer tuve el simulacro de juicio. Fue como una de esas bromas de la tele: Un señor conduciendo se mete en una zona de niebla y cuando para a repostar lo tienen todo preparado para que al pobre le parezca que ha entrado en otra dimensión; ciertamente es de locos, pero no se me ocurre una explicación mejor: hacerme dudar de mi cordura con una puesta en escena de acontecimientos desconcertantes; un intento a la desesperada de estirar un poco la imagen de loco que me endosaron, hasta ver si Inspección -que ya me ha citado para el tercer EVI en un año- logra por fin incapacitarme. Con los dos primeros tribunales me libré ‘de milagro’: en uno porque la examinadora me conocía y en otro porque descubrí que el médico principal era pederasta; y del tercero espero librarme de la misma forma. 

Desde luego, lo del juicio avala la hipótesis de que siegan la hierba bajo mis pies, pero hay más indicios. Decidido a pedirle un consejo a cierto especialista de una llamativa afección (sobre la que unos dicen que atañe a la siquiatría y otros que no), al que había telefoneado hacía años intrigado por su modo de trabajo, estaba redactando un borrador de la carta que pensaba dirigirle cuando recibí una llamada de su secretaria instándome a pedir cita para “la revisión que ya me tocaba”. ¡Uf! qué queréis que os diga, amigos míos… pues que me entra el yuyu... vaya que sí; pero ahí está Dios, como soldado fuerte, para librarnos de la Bestia… 

Haciendo un breve excurso en el tema, con la llegada del covid ha caído una manta de silencio sobre el 5G, y por eso pienso que las vacunas tienen algo que ver con su introducción y con solventar los problemas de salud que ocasionaba. Sea como sea, el salto hacia la era digital que nos están imponiendo es grande. Personalmente, llevo padeciendo mucho a causa de la digitalización de las comunicaciones, y por eso sé que cuando ese revolucionario sistema de transporte de bytes esté listo, será muy fácil simular cualquier acto comunicativo, incluso sin que haya tenido lugar, y además en tiempo quasi real; o sea, que podrán decir que has dicho lo que no has dicho sin que tengas opción alguna a demostrar lo contrario. Esto supone, con el cambio de marco jurídico que se está operando, que la realidad ‘real’ será sustituida por la virtual, que obedecerá a los intereses y a las órdenes de individuos concretos. 

Ciertamente, la verdadera realidad seguirá dejándose ver, aunque sólo para asustarnos por sus deformidades… Hoy, sin ir más lejos, yendo a casa en bicicleta, unos párvulos me obligaron a frenar en un paso de cebra; iban tan contentos que me salió decirles: “Chicos, ¡qué bueno es salir del cole, eh!”; de nuevo en marcha, unos metros más allá me sobresaltó una voz áspera: “¿qué dijiste?”, y acto seguido, con tono amenazador, “¡cuidadito, eh!” 

La razón para este retorcimiento tiene que ver con las maniobras que algunos, que creen saber mucho, realizan en la sombra para imponernos ‘un modo de vida que nos haga más felices de lo que somos’. Con medios ilícitos buscan expropiar a los niños de las familias -las cuales dejarán de existir porque al matrimonio le están haciendo la guerra- para, una vez perpetrada esa abominación, echarla a rodar como una bola de nieve destinada a engordar con toda clase de perversiones y violencias, y a arrasar con todo lo que ofrezca resistencia al nuevo proyecto de vida sin Dios. Además, al lado de ese rodillo social estará el todopoderoso ‘comité para la vida digna’, que actuará segando la vida de millones de personas por compasión e higiene. 

Y de segar hablábamos antes de este paréntesis. La onda expansiva digital -la guadaña- alcanza también, cómo no, a los colegios religiosos, en los que ya se obstaculiza abiertamente el obligado ejercicio del control paterno, hasta el punto de hacerlo heroico. Como todos los padres, quiero saber con quién se relaciona mi hija de doce años y no veo por ahora oportuno darle permiso para que acceda libremente a la red, con lo que ya he tenido varios disgustos en el colegio. Las embestidas van y vienen, por oleadas, pero hay veces que se hacen especialmente inquietantes. Conversando con el director, que sabe bastante de los pros y contras de la educación digital, me advirtió de que mi defensa de la educación humanista chocaba con la opinión de grupos influyentes del colegio y le constaba que me habían difamado por ello. Yo sé que mi crédito como educador ha caído en picado, hasta el punto de que en uno de esos eventos que convocan a muchos padres y se reúnen por grupos, alguien se atrevió a descalificarme públicamente diciendo que yo no sabía lo que decía. Aquello fue tan violento que me aparté abochornado y me arrimé al grupo de un matrimonio que conocía desde infantil, contándoles lo ocurrido, y él -muy relacionado con el ámbito de la justicia- me interrumpió molesto diciendo, poco más o menos, que aquel desaire me lo tenía merecido. En resumen, que incluso en los colegios católicos hay mucha gente a quienes la pasión por instaurar el nuevo orden les nubla el entendimiento y les embota el corazón.

La sinergia -la confluencia de fuerzas- que opera para introducir valores contrarios a la tradición se extiende tanto que asusta. Como un cáncer, sus acciones suplantan el tejido sano sin que se note; de modo que los niños no perciben el daño que se les está haciendo a no ser que se lo expliques, y pocos lo hacen... Una vez trajeron a unos músicos al salón de actos de mi centro, y los alumnos respondieron bastante bien a pesar de su falta de hábito y a pesar de la inadecuación didáctica del evento. Sin embargo, al terminar la audición, el director del cuarteto se dirigió a los chicos con palabras de reproche, y entonces me quejé desde mi butaca de lo injusto de aquella valoración, a lo que rápidamente un chico exclamó: “Julio, eres un crack”.

Los despropósitos se multiplican; actúo con mi hija para frenar su colonización ideológica desde los medios, y resulta que va su profesor de informática -o el que les adiestra en estas cosas- y le habilita una cuenta de correo que yo expresamente le había denegado. Y la niña tan contenta… por una parte, claro, porque no es tonta y percibe la fricción interior. 

En los centros entran policías con pistola al cinto para dar charlas sobre seguridad en las redes; a los chicos en situación de riesgo los llevan de visita a los Juzgados, para que vean los calabozos, las ruedas de identificación, etc.; desde las consejerías preparan visitas a hospitales que terminan en la morgue con la exhibición de fetos abortados… y soy testigo. Asesores, policías, jueces… mandan mucho a la hora de determinar la educación políticamente correcta. Y esta injerencia no sucede sólo en la enseñanza pública de iniciativa estatal sino también en la de iniciativa religiosa; en este caso empleando medios más discretos, obviamente, pero igual de eficaces en el adoctrinamiento. Esta adulteración masiva se preparó en la década previa al covid, marcada por la confusión en todos los ámbitos, y hoy está firmemente asentada. 

Mi hija me transmite en ocasiones la turbiedad que opera en los coles, y lo expresó muy gráficamente una vez al empezar un nuevo trimestre: “Ala, ahí voy, a la locura”. Durante el período anterior había experimentado que, sin motivo ninguno, amigas suyas dejaban de hablarle por una temporada; un chico, de los que invitaba a su cumple y con quien gozaba de mutua simpatía, de pronto la ignoraba; a menudo sufría acusaciones sin culpa; y mucho más que nunca sabré… Una vez, por azar, fui testigo de que se le dispensaba un trato desconsiderado, lleno de desafección, y al comentarlo con ella caí en la cuenta de que era el trato habitual. 

La corriente contraria a los valores cristianos empuja a prácticas erróneas; se llega a ver normal el hacer sentirse malos a los niños, el tratarlos como oponentes; en vez de ayudarles a crecer, la educación se torna amaestramiento, se cercenan las capacidades más elevadas, se cortan las alas a las crías para que no vuelen… se les quita el fútbol a los varones para que ‘no sean brutos’… a pequeños y mayores se les encadena a las pantallas para que coman en la mano del amo. 

Muchos docentes dizque católicos terminan cediendo a la impostura uniformante y adoptando una mirada ingenua, buenista, de la modernidad. Los valores tradicionales cristianos se deprecian sistemáticamente y se resta importancia a la contaminación ideológica que traen los medios, fomentándola incluso con la adopción de sus símbolos y celebraciones, sus héroes o su lenguaje. No tiene ningún sentido que los colegios religiosos decoren con brujitas de Halloween las aulas de infantil, que los profesores de la ESO usen el mundo Potteriano para atraer a sus alumnos, o que los responsables de la educación católica integren en sus discursos los modismos acuñados por la nueva ideología -como si la cosmovisión que implican no fuera contraria a la antropología cristiana.

Como católico comprometido, me dolió verme señalado como inmoral por el Papa Francisco cuando descalificó a los ‘negacionistas’. Al usar ese término, el Papa hacía piña con muchos que buscan acabar con la Iglesia y sancionaba como válida la fantástica versión de que el covid es una catástrofe natural. Su postura de abanderado de las medidas preventivas, con la suspensión del culto aún antes de que lo decretaran las autoridades civiles, me escandalizó. Sigo pensando que eso hubiera necesitado una fundamentación desde la dialéctica fe y razón, y en cualquier caso un abordaje más prudente. En la actualidad, después de un papel muy protagonista en los primeros meses del fenómeno, hace algunas semanas que los medios presentan al Papa más distanciado del debate político; aunque ya se le va echando de menos para frenar la deriva de la Iglesia alemana.

En tiempos difíciles -como el actual- las decisiones de los papas son muy delicadas y su interpretación es peligrosa; pero aún sin juzgar, cabe expresar la preocupación que nuestra cabeza visible nos acarrea con ciertas declaraciones a los medios, y con ciertos silencios, enfoques o decisiones. En general, desde que comenzó su pontificado, he echado en falta mayor prudencia y claridad pastoral. 

Como lo que está en juego es la supervivencia de las bases cristianas de la sociedad, es muy importante la influencia del Papa en la cosa pública, y de los obispos. Más que nunca, están trascendiendo distintas sensibilidades, por decirlo suavemente, entre los sucesores apostólicos. Nuestro arzobispo, el Primado, va a ser recibido hoy en audiencia privada por el Papa. Me inquieta el hecho de que los dos Franciscos puedan sintonizar demasiado respecto a lo que a la Iglesia española le conviene hacer como institución pública en estos delicados momentos. Nuestro arzobispo se ha significado como fidelísimo seguidor del Vaticano en la actitud ante el covid y en la de guardar silencio sobre los grandes interrogantes eclesiales que planean sobre los fieles. Sin embargo, se dan entre nuestros obispos otras actitudes que ante mi conciencia son más acordes con el Evangelio, por lo que veo con preocupación esta visita ad limina*, máxime cuando la recíproca, la del sucesor de Pedro a España, no parece madura por el momento.

Como antes hice con D. Braulio, he intentado obtener el apoyo de D. Francisco Cerro para promocionar la fundación Fíate, pero por razones que desconozco no encontré acogida por su parte. Intenté averiguar de dónde procedía la imagen deformada que se había hecho de este proyecto, pero no lo conseguí; tan sólo dejó caer algo interpretable como cierta falta de caridad por mi parte… en fin, me gustaría saber en qué pude ofenderle, pero no me dio ocasión; espero tenerla en un futuro próximo. Confieso que en todo esto de la falta de confianza tengo un dolor íntimo: que se haga más caso a lo que diga el ABC u otras fuentes que a lo que se ve en mi comportamiento de fiel laico y en mis escritos públicos… al Señor se lo ofrezco.

De mis dolores, los más severos son éstos que me vienen de la Iglesia, y tanto más me afligen cuánto por mi amor a ella se me van cerrando todas las puertas de los que no la aman. La maledicencia me precede allá donde voy, y no me explico cómo prende tan fácilmente incluso entre mis hermanos de religión. Lo último que me ha llegado, rocambolesco del todo, es que ya corre por ahí que el cuarto de centena de millar de euros con el que me han beneficiado un tío mío, ingeniero en la siderurgia asturiana, y su mujer, recientemente fallecida, han aparecido en mi cuenta como fruto de la mendicidad… ¡toma ya! No sé si en este disparate tendrá algo que ver cierto banco en el que recientemente me hice un seguro de vida -de cincuenta mil euros para el beneficiario- que intentaron enjaretarme sin documento firmado alguno y que decidí denunciar en Consumo; no lo sé, ya pienso de todo porque no es normal que los hados me sean tan adversos.


* La visita ad limina apostolorum​ es la visita que todos los obispos diocesanos deben realizar a "los hogares de San Pedro y San Pablo" en Roma. El objetivo de la visita no es tan solo visitar la tumba de los apóstoles, sino también el de informar al Papa, cada cierto tiempo, del estado de las diócesis que gobiernan. Wikipedia

[Nota del 11-V-21; ENCLM.es:  El arzobispo ha recordado que, aunque ha estado ya en otras ocasiones con el Papa Francisco, “como recepción oficial como arzobispo de Toledo, ha sido la primera y ha sido una experiencia inolvidable y gozosísima”]

Sin duda que lo habrá sido, pero esa recepción oficial no se corresponde con lo que la nota del domingo en su muro daba a entender: "Mañana seré recibido en audiencia privada por el Papa Francisco en el Vaticano"; y el hecho de que hoy, al ir a buscarla, no la encontrara, confirma que algo raro hay. Por otra parte, esa desaparición demuestra una vez más que la mediación digital tiene nulo valor testimonial, por más que se empeñen en legislar lo contrario. Y me asalta una duda: ¿Habrá sido engañado nuestro Arzobispo con fines políticos? Recuerdo haber oído que D. José Bono, dándoselas de católico, invitó por separado a cuatro obispos a cierto acto, los cuales solo llegaron a saber de esa concurrencia en el lugar y momento de la celebración. Aunque el caso que nos ocupa me parece distinto, porque la mano derecha inseparable del Sr. Arzobispo es experto en artes diplomáticas e hiperconexión.  En fin, para salir de dudas, lo mejor sería preguntarle al mismo D. Francisco...

  








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