MEJOR POCO EN PAZ QUE MUCHO EN TEMOR

 


Filetes empanados, tortilla española y ensaladilla rusa

¿Sabéis la última? ¡Que la Bego y el Pedro se separan! Que ella no le aguanta más. Os cuento...

-Ya llevaban tiempo mal, desde aquel verano en que él se fue con sus amigotes a Doñana y ella con las hijas a Marbella. A raíz de aquello se pusieron unas condiciones y un plazo... Ya sabéis que Pedro... bueno… esto lo sabe todo el mundo… que Pedro tiene ese problema de que le parece que no da la talla... ¿cómo se dice?... el complejo ése de que se hace de menos, vamos... 

- ...de inferioridad

-Sí, eso es. Bueno, pues la Bego le puso como condición que fuese al psicólogo, pero él no le hizo caso. Y según parece, este tipo de personas, si no se tratan, no son capaces de hacer una vida normal; necesitan sentirse importantes a cada minuto. Así que el Pedro está todo el día liao, con cosas importantes en la cabeza, yendo de acá para allá... y claro, la Bego ya no aguanta más, dice que además se ha hecho un mentiroso compulsivo y que cada vez está más metido en sí mismo; y que no entiende cómo le aguanta la gente porque no da una en el clavo, hace pifias continuamente y tapa una con otra más grande... y dice que nadie le puede decir nada porque se pone como un loco... Esto dice la Bego... y yo… qué queréis que os diga, pues que estaba cantado, porque un tío que tiene a su mujer de adorno no puede funcionar bien… y si encima le miente… pues ya me diréis qué amor es ése…

Bueno, y hablando de otra cosa... qué hay de esa esposa llamada España ¿está en manos de un buen gobierno? Basta mirarla, pues ‘por sus frutos los conoceréis’… España es a día de hoy un sepulcro abierto, una cloaca infecta, una estepa, un pozo abyecto donde el gusano se pone las botas...

Muchos estamos intentando poner freno a esta deriva de destrucción nacional a base de dejarnos la piel, conscientes de que ‘ser hombre’ es librar ese combate por un mundo mejor. Esta tarea la resumió muy bien Cervantes: 

"Lucho contra tres gigantes, querido Sancho; uno, el miedo, que tiene fuerte raigambre y que se apodera de los seres y los sujeta para que no vayan más allá del muro de lo socialmente permitido o admitido; otro, la injusticia, que subyace en el mundo disfrazada de justicia general, pero que es una justicia instaurada por unos pocos para defender mezquinos y egoístas intereses; y el tercero, la ignorancia, que anda también vestida o disfrazada de conocimiento y que embauca a los seres para que crean saber cuando en realidad no saben, y que crean estar en lo cierto cuando no lo están. Esta ignorancia, disfrazada de conocimiento, hace mucho daño, e impide a los seres ir más allá en la línea de conocer realmente y conocerse".

España, engañada por el vil metal, fue engullida por la galaxia europea que, por ser muy grande el bocado, la va digiriendo poco a poco. Con las mañas de la codicia nos están despojando del vasto caudal acumulado en nuestra preciosa historia, un patrimonio moral de muchísimo más valor que el material con que nos engatusaron los magnates. Y últimamente, espoleados por su ambición, están acelerando a marchas forzadas el expolio nacional, por medio del toxicovid, sofisticado engranaje diseñado para demoler, que articula la ignorancia con la injusticia por medio de la mentira y la violencia, y que minimiza la fricción con el lubricante del miedo (Cervantes dixit).

Estos últimos cuarenta años minaron nuestra resistencia bajándonos una y otra vez a la arena de las disquisiciones intelectuales, que sin el aglutinante de la virtud no vale para edificar, pero que atrapa a los que con fe inmadura se meten en ella, y así, estuvimos enfangados y balbuceando los agónicos años de aquello que se dio en llamar la superioridad moral de la izquierda.

Hubo muchas víctimas en aquellas cacerías programadas. Las redes de los ismos, las campañas de “lo políticamente correcto”, nos diezmaron durante cuarenta años; y del país joven y vigoroso de comienzos de los 80 al de hoy media un abismo. A pesar de todo, arrinconados contra las cuerdas como estamos, cada vez que se alza una voz razonable denunciando las flagrantes transgresiones y atropellos que nos asolan, el engranaje toxicovid se gripa un poco más.

De sobresalto en sobresalto como ya es costumbre, la obscena impostura del día de hoy es el permiso que dio Sánchez para que se celebre en Madrid una manifestación sin límites. Pero cosa curiosa de la suerte, a fin de que podamos entender a qué se debe semejante dislate, junto a esa noticia aparece hoy la del retrato-robot del tipo de gobernante que hace pifias: ¡el del ex-vice-presidente!; un individuo que se echa sus obligaciones a la espalda y al que le da igual ocho que ochenta; igualito que Sánchez. Y todos tenemos experiencia de que en las instituciones escalan a los puestos más altos las personas que mejor dan ese perfil: amplias tragaderas y floja memoria para sus compromisos.

Sánchez -con desprecio temerario a la Ley- nombró Autoridades Competentes para el medio año de Alarma a los barones y baronas. Y el entramado político completo del país, desde el Rey hasta el último súbdito, dijo ‘Amén’. No vino ningún palafrenero audaz a compadecerse de Sánchez advirtiéndole de que le estaban patinando las neuronas; y el país emprendió un vertiginoso descenso, dignitatem regrediendo y sin frenos, a la nada.

Esa gesta del Presidente propició otra no menos desvergonzada: la de doña Isabel Díaz, que desmontó con chulería castiza el chiringuito parlamentario madrileño –“para librarnos de Iglesias”, diría luego tan fresca. (Y para desinfectarlo del fuerte olor a muerto, digo yo en mis angosturas).

Y todos a una, como Fuenteovejuna, se lían a montar espectáculos cutres de cara a unas elecciones impostadas, pensadas y repensadas como salida de emergencia para lograr un gobierno de la nación con la alta encomienda de promover el más fabuloso disparate social que mente humana jamás haya podido concebir ni concebirá: Una democracia virtual, donde todo parece real y nada lo es; un proyecto transnacional encargado a los creadores de video-juegos, con un primer nivel donde tienes que vencer a un virus fantasma, capaz él solito de hacer arder en piras funerarias a media humanidad sin que nadie se alborote; y un segundo nivel donde tienes que salvar a tu familia del hambre de pan y cultura luchando contra la onda expansiva de bombas de ficción diseñadas para borrar del mapa todo resto de vida verdadera.

Hay gente para todo, pero me resisto a creer que España prefiera la mentira a la verdad; la soledad de un mundo ilusorio a la alegría de una merienda en la playa o el campo con los amigos. 

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